Populismo es un término que está de moda. Como diría mi abuela, es vender los duros a cuatro pesetas. Como dice Rajoy, es “una amenaza, porque hablamos de demagogia barata que solo sirve para mentir”. Prometer hasta meter. Una suerte de truhanes y trileros. Atentos pues, porque una ola populista recorre España, donde la verdad parece que cada vez vale menos.
Me pregunto si no es populismo ganar las elecciones prometiendo no subir los impuestos, ni hacer amnistías fiscales, ni abaratar el despido, ni recortar la sanidad, ni la educación, ni dar dinero público a la banca, ni recortar las libertades, ni politizar la justicia, pero hacer justo lo contrario. Populismo debe ser algo parecido a insultar a la inteligencia cuando, como diría Rajoy, no se llama “al pan, pan, y al vino, vino”.
El presidente y su ministro de Hacienda insisten en negar que hicieron una amnistía fiscal. Montoro lo llama “regularización” y acaba de afirmar en el Parlamento que “ha servido para que haya creación de empleo”. Chúpate esa. Toca “combatir el populismo”, dijo en su día Rajoy, porque “promueve soluciones sencillas a problemas complejos”. Imagino que será algo como perdonar a los defraudadores cobrándoles un 3% de media, mientras le aplicas a los curritos la mayor subida de impuestos de la historia reciente.
Y es que “el populismo es un peligro”, dice el presidente. Se me antoja que debe ser como una amnistía por la que puedan colarse corruptos, narcotraficantes, vendedores de armas o explotadores de mujeres. Una injusticia, como señala a toro pasado el Constitucional. Rajoy, que siempre fue un visionario, lo explicaba cuando estaba en la oposición: “Los que pagan tendrían que pagar más, porque se perdona a los que no pagan”. Vasos y platos.
Populismo debe ser algo parecido a asegurar que “la amnistía sirvió para evitar el rescate”. Muy populista es ya comprobar que “no rescatamos a la banca”, pero hemos perdido, de momento, más de 60.000 millones. Me pregunto qué ocurrirá cuando de verdad la rescatemos. Lo de ahora es solo “un préstamo en condiciones muy favorables”, como anunció De Guindos. Aún no entiendo cómo no salimos a celebrar semejante chollo. Podrían acompañarnos los grandes banqueros que hundieron la flota y que siguen sin pisar el trullo.
Quizás sea populismo afirmar que “este Gobierno combate la corrupción como ningún otro”, mientras Arenas le cuenta al juez que la reunión de Rajoy con Bárcenas, en presencia de “doña Rosalía, su mujer, una persona muy educada y muy afable” (textual), “no fue una reunión política, sino humana, y no recuerdo que hubiera ninguna cuestión económica que se hablara en esa reunión. No lo recuerdo…”.
Visto el percal, recordemos lo que decía Mariano Rajoy y hagámosle caso: “Rechazamos los populismos en todas partes y los combatimos como se tienen que combatir, con las armas de la verdad, la cercanía y la ejemplaridad. Nosotros creemos en la libertad y en la igualdad”. Si la verdad se está vendiendo al precio que tiene la credibilidad de semejantes prescripciones, podremos estar de acuerdo en que el populismo no es una amenaza, sino una realidad que estamos sufriendo hace tiempo.