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“Guárdate de entrar en pendencias; pero, una vez en ella, obra de modo que sea el contrario quien se guarde de ti”
William Shakespeare, Hamlet
Hubo tiempo para todo. Hubo tiempo para la indignación, para la rabia, para el asco y, cómo no, para la ilusión, la esperanza y el orgullo de millones de españoles que creen posible una sociedad más acorde a sus ideales. Se lo expliqué ya en “Apocalipsis de esperanza” y el sábado ni el discurso de Iglesias, ni el de Garzón, ni los abrazos y los guiños con Sánchez ni la forma de este de enmendar el pasado dejó sin materia a todos aquellos que les depositaron con el voto su ilusión. Habrá glosadores y analistas para todo ello. Yo, sin embargo, voy a detenerme en ese momento en que me quedé helada, paralizada, estupefacta. Ese momento en el que me di cuenta de que todo aquello sobre lo que llevo tiempo alertando, sobre lo que otros compañeros han apuntado en este y otros medios libres y valientes, se materializaba en la tribuna del Congreso.
Me quedé detenida en el momento de LA amenaza.
Y es que el sábado, el presunto líder de un partido de gobierno se subió al púlpito del templo de la democracia para amenazar a sus adversarios políticos con intentar apartarlos del gobierno, no por las normas indicadas para ello en la Constitución, –moción de censura, elecciones– sino mediante la utilización espuria de canales no previstos para ellos. Ayer Casado se subió a la tribuna y amenazó directamente a Sánchez con intentar destituirlo por medios ajenos a los democráticos, obviando que el principio de legitimidad es el fluido que da vida a todo el ordenamiento de un Estado de Derecho democrático.
Se lo traduzco. Casado se permitió amenazar al que opta a ser por medio de la soberanía nacional el próximo presidente del Gobierno, con apartarlo de su cargo utilizando torticeramente los mecanismos jurídicos. Y cuando un tipo se atreve a eso en un Parlamento es porque está muy decidido y, sobre todo, porque está muy seguro de que existe alguna posibilidad de que sus manejos obtengan algún refrendo mediante la prevaricación impune de quien sí puede cometer este delito.
Casado amenazó a Sánchez, y a todos los demás, con utilizar su poder en la sombra para desbancarlo de forma espuria. Eso, o es imbécil. Como no creo lo segundo he de colegir lo primero.
Por eso me quedé helada. La guerra judicial, el lawfare que en estas mismas páginas les avanzaba Escolar, pasó de ser un recurso en la sombra a una amenaza hecha desde la sede de la soberanía nacional. Poca broma. Al menos en un país con verdadera sensibilidad democrática no solo no haría gracia sino que produciría un terremoto de indignación. Hasta de los propios miembros de su partido. Rajoy sabe perfectamente hasta qué punto fue inane la amenaza, pero calla.
Voy a reproducirla íntegra, esa amenaza indigna, porque quizá fue una de las cosas más graves que se escucharon en el Congreso. “Señor Sánchez, si Torra no cesa en su cargo en la próximas horas, usted debería iniciar el requerimiento del cumplimiento de sus obligaciones constitucionales y si no las acata, debería activar de inmediato el artículo 155 (...) pero si no lo hace le recuerdo que podría estar incurriendo en la prevaricación por hacer resoluciones injustas por rédito electoral y partidista y, en ese caso, le aseguro que actuaremos con la misma firmeza que con Torra” .
No se quién es el malvado que escribió tales frases pero hace falta ser idiota para leerlas en un Parlamento democrático. Sí, idiota. Las pocas líneas precedentes aglutinan tal cantidad de despropósitos democráticos, constitucionales y legales que ya les digo yo que si a mí me escribe eso un asesor le digo que lo lea su padre. Excepto que todo te dé igual, tanto para decirlo como para hacerlo, y ahí reside la gravedad de LA amenaza. En esto lleva razón Torra, porque hoy es él y mañana es Sánchez o cualquier otro. Hoy es el que lleva la máscara del malo y mañana, cualquiera a los que los amos del cotarro se la quieran colocar.
-“Si Torra no cesa de su cargo en las próximas horas...” La resolución de la JEC no ha sido aún notificada. Además de eso, Torra tiene derecho a recurrirla ante la Sala Tercera y a solicitar, como hará, unas medidas cautelarísimas para paralizar la resolución de ese órgano administrativo puesto que su aplicación produciría un daño irreversible. Si la Sala Segunda no lo condenara en la casación ¿cómo volvería a ser president? Más allá del despropósito democrático y de los errores jurídicos de la JEC, Casado, como todos, tendrá que esperar a los cauces judiciales previstos. Recuerden cómo la JEC se sacó de la manga la prohibición a Puigdemont de presentarse a los comicios europeos y cómo el Supremo anuló tal despropósito y hoy es eurodiputado. La JEC, por mucho que la controles por la puerta de atrás, no es un tribunal.
-“Usted debería iniciar el requerimiento de sus obligaciones constitucionales”. En ningún sitio se dice que sea tarea del presidente del Gobierno el ejecutar las decisiones ni de órganos administrativos ni de los tribunales. Es una aberración. La única obligación constitucional en juego ahora es la de respetar el sistema de recursos y de sometimiento a la jurisdicción. Un sometimiento al que también se debe la JEC. Los únicos derechos constitucionales en juego ahora mismo son los de Torra a que se le respete el derecho a una segunda instancia penal y a la representación política.
-“Si no lo hace, le recuerdo que podría estar incurriendo en una prevaricación”. Esta frase ya no es de que te hayan regalado el título de Derecho sino de no haber escuchado siquiera una exposición de alguien que sepa algo. La prevaricación consiste en el DICTADO de una RESOLUCIÓN injusta a sabiendas. Pero ¿qué resoluciones dicta o dictaría un presidente del Gobierno en este caso? Casado inventó ayer la prevaricación por omisión de dictado de lo que no te compete dictar. No se puede ser más perverso o más idiota.
Por otra parte, es obvio que el presidente del Gobierno no puede prevaricar. Nadie ha discutido tal cosa hasta ahora, dado que el principio de legalidad impregna todo el ordenamiento jurídico. El presidente del Gobierno como ente individual solo está llamado a: nombrar y cesar ministros, presentar la cuestión de confianza o disolver el Parlamento, todos ellos actos POLÍTICOS en los que no tiene cabida la prevaricación. También le compete dirigir un órgano colegiado cual es el Consejo de Ministros. En la dirección de tal órgano colegiado no cabe tampoco la prevaricación. En una democracia las Cortes no prevarican y el presidente del Gobierno hace actos políticos, pero no prevarica tampoco.
Si Casado ignora todo esto, que no es difícil, sí estoy segura de que está rodeado de muchas personas que lo saben perfectamente. Por eso cuando el líder de la oposición afirma en un parlamento “actuaremos (judicialmente) contra usted” está haciendo una declaración de lawfare, de guerra jurídica, sin precedentes y sin paliativos. Por eso me quedé helada.
Así que esa es la amenaza. Y uno no declara la guerra si no cree que tiene las armas. Y dado que las armas de la legalidad constitucional no juegan en su favor ¿qué otras armas tiene el señor Casado? ¿Cómo se atreve a amenazar en la sede de la soberanía popular al presidente del Gobierno que saldrá de ella con destituirle usando otros métodos que no sean los parlamentarios o las urnas?
Dedicado a todos aquellos jueces y fiscales y juristas de oposición que se molestan cuando alertamos de la batalla sucia en la que les utilizarán de peones.
Desde aquí pido al gobierno surgido del abrazo de la izquierda que esté alerta y que guarde la templanza. Las amenazas no se olvidan pero hay que gestionarlas con toda la inteligencia que sobra en este gobierno que se avecina.
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