Con amenazas no hay democracia

18 de marzo de 2024 14:10 h

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Porque no es el periodista sino el medio. Porque la amenaza no tiene cabida en democracia. Porque la advertencia afecta a toda la redacción. Porque había alusiones a terceras personas ajenas alDiario.es. Y porque ¡basta ya! del maltrato y la descalificación sistemática contra el periodismo riguroso, honesto y que busca la verdad. 

Por todo ello este periódico y yo misma decidimos denunciar las intimidaciones de Miguel Ángel Rodríguez sin desvelar que las canalizó a través de una impetuosa conversación que él mismo inició por WhatsApp a mi número de teléfono el pasado martes por la noche sin que yo contactara con él en ningún momento. Ha sido él quien en un mensaje masivo a otros medios de comunicación en los que alude a mi vida personal ha desvelado mi nombre, reconocido la conminación al medio y alegado que fue una “riña con una amiga” que se ha convertido en noticia.

Conocí a Miguel Ángel Rodríguez allá por el año 2000. Hacía años que él había dejado el Gobierno de Aznar. Yo trabajaba en La Razón como cronista parlamentaria. Ambos éramos colaboradores del programa que Cristina López Schlichting tenía en las tardes de Cope. Con puntos de vista radicalmente distintos, nos respetamos siempre. Jamás compartimos ni cenas, ni copas, ni juergas. Cuando falleció mi padre, estuvo en el entierro, un gesto que le agradeceré de por vida. Cuando él sufrió un infarto en 2014, lo visité en su oficina a los pocos días de salir del hospital. Después, durante años perdimos el contacto, que recuperamos cuando Pablo Casado designó a Isabel Díaz Ayuso candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid y él se encargó de su campaña electoral. Desde entonces hemos mantenido varias conversaciones profesionales y exactamente cuatro comidas de trabajo, una de ellas con el director de elDiario.es, Ignacio Escolar y otra con un amigo común que aún trabaja en Cope.

Antes de que el pasado martes entrara abruptamente en mi WhatsApp a las 22.52 de la noche con los mensajes que ha reproducido este diario y en los que amenazó e insultó al periódico –“Os vamos a triturar, vais a tener que cerrar”–, se dirigió a mí por el mismo canal y en similares términos, el 15 de noviembre de 2023. Fue la tarde que Ayuso llamó al presidente del Gobierno hijo de p…. porque yo había colgado en Twitter el vídeo en el que se podían leer los labios de la presidenta con tan elegantes palabras. Les ahorro el desarrollo de la conversación que termina con un ¡sois unos dictadores!

El anterior es del 19 de julio de 2023. En esa ocasión, la conversación la inicié yo para comentar una información que se había publicado en otro medio sobre su implicación en la preparación del debate electoral que protagonizó Feijóo con Sánchez en campaña electoral. 

El 24 de mayo estando en directo en La noche en 24 horas de RTVE me escribió otro WhatsApp para afearme que hubiera dicho que Ayuso era la única presidenta regional que se había negado en campaña a debatir con sus adversarios, excepto en la cadena autonómica. 

El anterior es del 14 de noviembre de 2022 de las 10 de la mañana mientras yo estaba en directo en el Programa de Ana Rosa de Mediaset para negar que en los centros de salud de atención primaria se estuviera citando a los pacientes a quince días vista. Me envió un pantallazo de su centro de salud y yo le respondí con otro del mío que demostraba los plazos que yo había mencionado durante el programa.

No entraré en el significado de la palabra amistad, que cada persona entiende de modo distinto. La mía desde luego no concibe que entre dos amigos pasen meses sin verse, llamarse o interesarse por sus respectivas vidas. Mi relación con MAR ha sido estrictamente profesional, ocasional y la habitual entre político y periodista. Pese a que él ha hecho alusiones a mi vida familiar y personal en un mensaje que ha difundido a varios medios, jamás he coincidido con él en espacios que no fueran estrictamente profesionales, salvo las dos ocasiones antes mencionadas. 

En la conversación que inició el pasado 12 de marzo hay dos partes claramente diferenciadas. La primera es íntegra la publicada y supone una explícita amenaza al diario. Hay una segunda en la que Miguel Ángel Rodríguez me insulta directamente a mí y vierte otra amenaza, ésta velada, sobre mi futuro profesional.

Incluye también alusiones a mi trabajo hace años en otro medio de comunicación. He entendido que este asunto trascendía a elDiario.es e incluía alusiones a terceras personas que ya no están en la política activa. Por eso, de acuerdo con Ignacio Escolar, decidí que no se hicieran públicas porque nada tienen que ver con el momento actual, ni con el escándalo de la pareja de Ayuso, ni con este periódico.

Tengo amigos con los que discuto, con los que discrepo, con los que nos cruzamos palabras gruesas y con los que en ocasiones nos mandamos a pastar. A-mi-gos. Amigos a los que, tras un episodio de bronca, llamo o me llaman al cabo de las horas. Casi siempre para reír sobre nuestra confrontación, que zanjamos con un beso, un te quiero, un emoticono o una broma. Quizá soy yo la que no entiende la amistad como algo utilitario o circunstancial. Pero lo que, en ningún caso, permitiré, como le dije a Miguel Ángel Rodríguez en el final de la conversación, tras acusarme de ser “una activista a sueldo”, es que se ponga en duda mi trayectoria profesional de 30 años.

Cuántas veces la política ha tratado de amedrentar al periodismo, lo he denunciado incluso pagando un alto precio. Miguel Ángel Rodríguez sabe bien de lo que hablo. Y así seguirá siendo. 

Ni hay “una amistad de 20 años”, como ha pretendido justificar Rodríguez, ni tampoco una “relación de confianza de 30 años”, como ha declarado Isabel Díaz Ayuso. Y, aunque la hubiera habido, nada justifica una amenaza explícita a elDiario.es, de cuyo equipo de dirección formo parte, ni tampoco a un particular. Por eso y porque en democracia no cabe la amenaza a ningún medio de comunicación, este periódico decidió denunciar las agresivas formas del jefe de gabinete de la presidenta de la Comunidad de Madrid.

P.D. Seguimos esperando una disculpa.