Aunque aún quepan sorpresas, algunas fuertes dinámicas en curso indican que avanzamos hacia la investidura de Mariano Rajoy y un gobierno del Partido Popular, al no haber otra posibilidad de alternativa, salvo desastrosas nuevas elecciones, dada la crisis del PSOE (o mejor dicho, cómo la compleja alternativa ha provocado esta crisis en los socialistas).
El gobierno tendrá que buscar su mayoría día a día en un Parlamento que querrá a su vez marcar la agenda. Van a tener que coexistir, que cooperar, un gobierno ejecutivo con mucho poder, con un gobierno parlamentario con más poder que antes. Para esto, nos podríamos haber ahorrado las segundas elecciones. Pero llegados a este punto, la estabilidad sólo se logrará a través de los cambios en el sistema. Hay que sacar lo mejor de la situación. Esta puede ser una ocasión, una oportunidad para reformar, transformar, España en profundidad. Nada fácil, sobre todo si cada cual mira a sus propios intereses a corto, y no los generales a largo plazo.
Las reformas que necesita España son conocidas
Para empezar, las institucionales, para la mal llamada “regeneración democrática”, que van desde el sistema electoral al Tribunal de Cuentas, y al Constitucional, entre otras. Ello implica la despolitización de algunas instituciones y la politización de otras. Y, como poco, las medidas contra la corrupción que exige la ciudadanía –todo esto viene escandalosamente a coincidir con la vista oral del caso Gürtel, entre otros– y que nos pide Europa. Junto a otras transformaciones que van más allá del pacto suscrito entre el Partido Popular y Ciudadanos.
Muchas de estas reformas, no todas, requerirán una reforma de la Constitución. Como lo necesitará el encauzar la cuestión catalana –tranquilidad con el o los referéndums, pues llegarán–, y en general la renovación y racionalización del Estado de las Autonomías. Reformar la Constitución en profundidad no sería posible –ante su actitud– con el PP en la oposición. Es así, aunque resulte frustrante. Hay que aprovechar la situación y comenzar por constituir una Subcomisión, incluso una Ponencia Constitucional en el Congreso, por la que desfilen expertos. En esta reforma deben participar todos, desde Podemos a los independentistas catalanes de uno u otro signo ideológico.
Los tiempos del bipartidismo imperfecto se han acabado, al menos for the time being. Aunque las nuevas fuerzas no lo tengan fácil, pues, por ejemplo, es siempre complejo transformar un movimiento, o una serie de ellos, como era Podemos, en un partido político, o crear el de los Comunes en Cataluña.
También Ciudadanos debe decir qué quiere ser, el Partido (¿o los?) Socialista, refundarse superando su guerra civil interna, y el PP cambiar en profundidad. Estamos en periodo de cambio. Con la ventaja para España, en comparación con otros muchos países occidentales, de que aquí no hay (con algunas excepciones) movimientos significativos de extrema derecha, xenófobos o eurófobos.
En el terreno económico y social hay también mucho que hacer entre todos. Tendrá que haber ajustes –no es lo mismo que recortes– para cumplir en la Eurozona. Guindos ha citado la cifra de 5.500 millones. Y son necesarias más liberalizaciones en un país en el que no gusta la libre competencia a los intereses creados de todo tipo. Hay, por ejemplo, que desandar las penalizaciones a la energía solar privada. Este es el único de los países europeos de cierto peso que ha recortado en educación, es decir, en futuro, durante la crisis. El famoso Pacto por la Educación es ahora posible, y debe abordar no sólo la formación inicial, sino a lo largo de toda la vida. Como debería serlo preocuparse más –rápido– por los efectos de la digitalización y la automatización en el empleo, y en las necesidades de preparación profesional de los mercados.
Habrá también que reformar, valga la redundancia, la reforma laboral, dado el caos que ha creado ante su mala hechura, como han puesto de relieve numerosas sentencias, incluida una europea. Ahora bien, no nos creamos que vamos a recuperar el terreno perdido en materia de sueldos –la que más está afectando a las clases medias y trabajadoras– pues, aunque la “devaluación interna” ha sido más dura en España que en muchos otros países, lo ocurrido es un fenómeno casi global, en un mundo en el que los sindicatos han perdido capacidad, aunque el propio Obama, desde la tribuna de las Naciones Unidas, hiciera un llamamiento a su recuperación. Es necesario hacer frente al preocupante fenómeno y a la percepción del desclasamiento, con políticas activas.
España necesita ser mucho más dinámica en política exterior, y muy en particular en política europea. Nos jugamos mucho en ello, pues la UE es nuestro marco para muchas cosas, incluido cómo aprovechar la globalización en sus aspectos positivos y defenderse de ella en sus aspectos nocivos. Y en este terreno es necesario y posible un consenso activo.
Una vez haya gobierno vamos a asistir a una carrera de iniciativas legislativas, aunque no todo sea legislar. De hecho, tal dinámica ha arrancado ya. Es buena, aunque hay que encauzarla, y reflejará mayorías variables, incluso con el PP. Es necesario aprovechar el tiempo perdido ¿Demasiado optimista? Puede. Pues lo más probable es que todos miren sus intereses a corto y no los generales, con lo que se habrá desaprovechado otra legislatura. Pero con estos mimbres se ha de trabajar. La política es a menudo, no siempre, gestión de males menores.