“Lo arrastraría con una cuadriga hasta que se le vieran los huesos” fue el mensaje que me mandaron en Facebook hace unos días por decir unas frases en galego en unas jornadas sobre memoria histórica a las que fui invitado por la Diputación de Pontevedra. No es fácil sorprender con el odio a alguien como yo, acostumbrado a recibir muestras diarias por parte de los fascistas, pero esa virulencia ante un acto tan inocente como pronunciar unas frases de concordia y agradecimiento en un idioma oficial de España me dejó atónito.
Entiendo la educación y la cortesía como una muestra fundamental de las buenas gentes. Si alguien te recibe en su casa y te trata con cariño, lo lógico es devolverle con gratitud ese proceder. Me han enseñado así. Llevar un vino o unas pastas o aprenderse una breve intervención en galego para mostrar respeto por una bella lengua y por el trato dispensado. Por eso pedí ayuda a una amiga y repetí varias veces durante el viaje en tren una introducción en galego para mi charla sobre Franquismo S.A y la represión económica. Esta fue la frase: “Boa tarde. Moitas grazas por convidarme a estar hoxe aquí en Pontevedra. Gustaríame saber falar galego para dirixirme a vostedes na lingua de Castelao mais lamentablemente non teño ese coñecemento. Ogallá algún día poder remedialo. Así que prego desculpas por ter que falar en castelán”.
Los nacionalistas españoles entienden como una rendición que un madrileño pida disculpas por hablar en un idioma diferente al del lugar al que se acude, ven como una afrenta comenzar una charla en galego y continuarla en la lengua materna. Entiendo perfectamente el galego, aun sin saber hablarlo, pero aún así todas las personas que se dirigían a mí y a las que se les escapaba su lengua materna se disculpaban conmigo y se pasaban al castellano. Una muestra de fraternidad que les devolvía diciendo que no había nada de qué disculparse, que les entendía perfectamente y, si no, haría el esfuerzo. Porque eso es el respeto y el cariño cuando tratas con alguien que te recibe con sonrisas y atenciones. Educación de bien nacido.
Antes de la pandemia fui a A Coruña a presentar el libro y un nacionalista gallego me regaló Sempre en Galiza, de Castelao. Su idea era que intentara conocer más los nacionalismos como el suyo para que no fuera tan crítico. Siempre lo he sido y seguiré siéndolo cuando vea actitudes que no me gustan, porque no soy nacionalista, pero media un abismo entre la actitud respetuosa y dialogante con la que me reciben aquellos gallegos, vascos y catalanes a los que he criticado con la rabia, la ira y el odio que muestran los que quieren imponer su lengua al resto. Ojalá hablara galego, asturiano, euskera y catalán. Porque no se es un español completo sin amar las lenguas de tu tierra.
Cómo no voy a respetar a su lengua y sus gentes si cuando me han visto y hemos coincidido han hecho todo lo posible para que me sienta como en casa, hablando en el idioma que sea. Me une mucho más a quien me habla en una lengua diferente a la mía que a quien, compartiendo idioma, quiere despedazarme por estrechar lazos de fraternidad chapurreando una lengua tan hermosa como la de Castelao y Rosalía de Castro, como la de los versos de Olga Novo.
Compartimos territorio con nacionalistas españoles que quieren arrastrarnos hasta que se nos vean los huesos por mostrar sensibilidad hacia la cultura de quien nos recibe. Con bestias sin razón que no saben ni lo que es la educación.