En los crímenes machistas, como el que ha tenido lugar esta semana en Reus, el orden de los factores sí altera el valor del producto. Un chico de 19 años se tira por la ventana tras decapitar a una chica de 17. Un hombre se suicida tras asesinar a una mujer, un patrón desafortunadamente frecuente.
Nadie cree (desde luego yo lo tengo muy claro) que si ese orden se invirtiese esa sería la solución al gravísimo problema de la violencia de género que nos destruye. Es cierto que, de haberse dado esa alteración en la ecuación, decenas de mujeres, niñas y niños seguirían con vida, y que si yo fuera familiar o amiga de alguna de estas víctimas estaría en mi legítimo deseo de que estos factores se hubiesen alterado para que el hombre que asesinó a mi ser querido, si se iba a quitar la vida, lo hubiera hecho antes de matarla. Pero no, no solo es que esa no sea la solución a esta lacra social, sino que la realidad nos dice que los criminales machistas prefieren matar antes de morir. Ese es parte de su ritual de amenazas y violencia contra la mujer, es parte de su culto a un tipo de masculinidad agresiva y vacía que, en vez de pedir ayuda o buscar otras referencias, se alimenta del dolor, infelicidad, miedo y sumisión que provocan a su alrededor. Suicidarse después de asesinar es parte del horror de la violencia machista, pero eso no exculpa a sus autores de sus crímenes y ni mucho menos les convierte en víctimas en otras estadísticas.
Sobre el tema del suicido de los hombres, se pronunció hace apenas unos días una arquitecta y empresaria, constructora de ideas y realidades. Se llama Rocío. No mencionó el tema para reflexionar ni analizar aquellos casos en los que ellos se matan después de asesinar a sus mujeres, sino para victimizar al género masculino frente a lo que una influyente minoría llama, errónea e interesadamente, ideología de género. Esta madre de cuatro hijos (según su perfil de Twitter), usó la cifra de suicidios (ni siquiera correctamente) para, a partir de su prevalencia entre los hombres, hacer eso que tanto le gusta: construir una idea y una realidad.
¿La realidad?, que los hombres están siendo discriminados por las políticas públicas que, en cambio, sí financian medidas y entidades que dicen luchar contra una violencia que ha sido inventada por unas mujeres furiosas y rencorosas con los hombres. ¿La idea? Que si no fuera así, el Gobierno se preocuparía por aprobar un pacto de Estado contra el suicidio que tuviera financiación suficiente y que, además de evitar que los hombres se suicidasen, sacaría a la luz los verdaderos motivos que ahora se ocultan de por qué se quitan la vida; motivos que ella y el partido que la ilusiona asocian (sin tapujos) al acoso que sufren de las mujeres y a la presión que les suponen las denuncias falsas que estas interponen (recordamos que estas representan el 0,0079% del total de denuncias presentadas entre 2009 y 2015 según datos del CGPJ).
Olvida u omite la próxima candidata a la alcaldía de Madrid por parte de Vox (y no sé si porque ignora o manipula) que el pasado mes de julio la ministra de Sanidad anunció la futura aprobación de un Plan Nacional de Prevención del Suicidio. Decisión que fue muy aplaudida por las diferentes asociaciones que trabajan en el ámbito de la salud mental. No sé qué tipo de política quiere hacer alguien que prefiere construir ideas falsas y realidades paralelas, en vez de centrarse en dar seguimiento y aportar a las soluciones y respuestas que viene demandando una sociedad civil poco sospechosa de adoctrinar en lo que ella llama ideología de género.
El hecho de que el suicidio sea cosa de hombres (de los 3.679 suicidios, el 75% aproximadamente fueron varones, según datos del INE del 2017), no significa que la causa sea un matriarcado encubierto. Como bien señala Judith Arrillaga, “el comportamiento suicida es un fenómeno complejo que se ve afectado por varios factores relacionados entre ellos: personales, sociales, psicológicos, culturales, biológicos y ambientales”. O, dicho con otras palabras, recoger y/o conocer las causas por las que una persona se quita la vida es especular sobre una motivación en la que no influye un único factor sino un cúmulo de experiencias y vivencias multidimensionales. Lo que sí está claro es en lo que se debe y tiene que influir: evitar y prevenir que haya suicidios; máxime cuando esta cifra representa la principal causa de muerte externa en nuestro país (es decir, por causas no naturales). De eso iba el Plan que anunció Carmen Montón y que desapareció de la agenda del Gobierno cuando ella dimitió y del que nada debe saber Rocío Monasterio cuando habla de pactos de Estado en vez de preguntarse qué hay de esta iniciativa que, supuestamente, está en marcha. Nuevamente, no sé si por ignorancia o manipulación.
En realidad, poco le interesa a la arquitecta de ideas la realidad de verdad. De lo contrario, sabría que la tasa de intentos de suicidios es mucho mayor entre las mujeres que entre los hombres y que, incluso examinando la prevalencia de suicidios consumados entre los hombres, se están haciendo estudios que detectan cómo el rol de masculinidad (agresiva y tóxica) que se promueve influye en que los varones usen métodos más letales para quitarse la vida y en cómo los hombres, en la ejecución de esa decisión, mal encajan la tristeza en esa idea de masculinidad que se les vende por todas partes.
Tratar de reescribir una realidad tan compleja y delicada malinterpretando unas estadísticas es, sencillamente, ruin. Pero para Vox todo vale con tal de alentar el rechazo y la criminalización de un movimiento que no ataca a los hombres, sino que lucha por la vida y la libertad de las mujeres.