Los ataques a la AEMET, ¿estupidez y/o maldad?

0

La DANA ha dejado, por ahora, cinco muertos, tres desaparecidos e innumerables daños en infraestructuras públicas y viviendas, especialmente en Toledo y pueblos de la Comunidad de Madrid. El fenómeno climatológico ha sido histórico, pues en algunas zonas de España las precipitaciones nunca habían sido tan intensas (desde que se tienen registros), llegando a superar los 200 litros por metro cuadrado en varias regiones. 

Aun así, los daños, sobre todo personales, podrían haber sido mucho mayores si la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) no hubiera anticipado el evento y avisado públicamente a las autoridades y a la población, con una alerta roja en Madrid y Toledo. 

A pesar de la correcta previsión de la AEMET, la agencia ha recibido incontables ataques por, supuestamente, haber provocado una “falsa alarma”. Las críticas provenían tanto desde las redes sociales como desde medios de comunicación y figuras políticas de la derecha. El 3 de septiembre a las 10 de la noche, cuando lo peor de la DANA estaba aún por caer, Juan Manuel Moreno, Presidente de la Junta de Andalucía, pedía “prudencia” y “rigor” a la institución: “Si un organismo público alerta de ”peligro extremo“ debe estar muy seguro, porque eso tiene consecuencias sociales y económicas”, afirmaba en X (Twitter). 

Al día siguiente, lunes por la mañana, cuando ya varios pueblos de la Comunidad de Madrid estaban en situación catastrófica, el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, respaldaba las palabras de su compañero del PP para poner en duda, otra vez más, la credibilidad de la AEMET: “Creo que en la medida de la posible hay que afinar las previsiones cuando hay una proximidad temporal por los perjuicios y la credibilidad que tenemos que tener desde las instituciones”.

La ofensiva de estos días a la agencia meteorológica no es un suceso aislado. La AEMET lleva aguantando meses de ataques recurrentes, hasta el extremo de que sus trabajadores han recibido acoso, insultos e incluso amenazas de muerte. La portavoz de la agencia, Estrella Gutiérrez reconocía el pasado mayo que “Nunca habíamos recibido estos insultos, ya nos llegan hasta por teléfono”. Informar acerca de los “chemtrails”, las consecuencias del cambio climático y sobre que la sequía que padecía España no iba a llegar a su fin por entonces generó reacciones airadas hacia la agencia.

La previsión del tiempo meteorológico es una labor con una gran incertidumbre, pues se trata de un sistema caótico. Las ecuaciones no lineales que se utilizan para determinar precipitaciones son extremadamente complejas (entre las que destacan las ecuaciones de Navier-Stokes) y ofrecen resultados que distan mucho de ser precisos. Como explican varios investigadores de la Fundación para la Investigación del Clima (FIC) para Science Media Centre España: “Los modelos meteorológicos han mejorado mucho en las últimas décadas, pero nunca serán cien por cien precisos. Saber comunicar la incertidumbre y no alimentar la desconfianza de los ciudadanos sobre la fiabilidad de las predicciones es importante para no sembrar dudas sobre los sistemas de alerta ante próximas emergencias como la DANA que afectó a España estos últimos días”.

Precisamente, el papel de la AEMET será cada vez más relevante y vital con el previsible aumento de eventos climatológicos extremos debido al calentamiento global. Lo que estamos viendo estos días es un anticipo de lo que está por llegar. Fomentar la desconfianza hacia los trabajadores de dicha agencia es poner en riesgo, de forma indirecta, la seguridad de las personas que pueden no seguir las recomendaciones porque piensan que los anticipos de la agencia no tienen valor. 

En esta última DANA la AEMET acertó con gran precisión, pero podría no haberlo hecho, porque maneja probabilidades y no certezas. Si hubiera ocurrido este escenario, hubieran sido muchas más las personas que hubieran criticado a la agencia y, además, con mayor intensidad, pero tendrían la misma razón de su lado: ninguna. Ante una elevada probabilidad de daños por tormentas fatales, el deber de la agencia era avisar, independientemente de que después la previsión realmente se cumpliera o no.

No puede esperarse que la AEMET sea infalible, como tampoco que se puede exigir que lo sean los profesionales que se dedican a áreas con mayor o menos incertidumbre como aquellos expertos en Salud Pública que estiman la evolución de epidemias o pandemias o como los médicos a la hora, por ejemplo, de establecer diagnósticos y pronósticos. Lo que sí podemos exigir de ellos es que pongan todos los conocimientos y las herramientas a su alcance para hacer el mejor trabajo posible. Ni más, ni menos.

En particular, comunicar la incertidumbre a la hora de prevenir daños es una tarea realmente ingrata: Si aciertas en las previsiones y avisas con antelación del peligro y se toman medidas para que finalmente no ocurran desgracias, muchas personas pensarán que se ha sobreactuado o no llegarán siguiera a valorar la importancia del aviso porque no son conscientes de lo que hubiera ocurrido si no se hubiera alertado. Sin embargo, si el desenlace resulta diferente de las predicciones, entonces muchos individuos se quejarán por haber alarmado a la población innecesariamente o por no haber avisado cuando se debería haber hecho, sin entender que nunca existirá una certeza absoluta.

 En cualquier caso, ¿los ataques recientes desde la derecha a la AEMET son principalmente fruto de la ignorancia sobre los conceptos más elementales de estadística y probabilidades o están motivados principalmente por un sucio juego político? Según el principio de Hanlon, nunca deberíamos atribuir a la maldad lo que se pueda explicar adecuadamente por la estupidez. Sin embargo, resulta imposible no extrañarse de cómo la estupidez en esta área de las matemáticas se ha vuelto tan visible de forma reciente entre figuras políticas y mediáticas de la derecha. Haya maldad o no, lo que está claro es que se dan enormes dosis de estupidez, porque poner en tela de juicio a una agencia que vela por la seguridad de todos es como tirarse piedras al propio tejado.