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Ayusato madrileño: un veneno para la democracia

Isabel Díaz Ayuso con su pareja, Alberto González Amador, en una imagen de archivo
22 de octubre de 2024 22:27 h

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La política española está llegando a unos extremos de degradación inimaginables. Es el PP quien dirige la maniobra con su hambre de poder a cualquier precio aunque no se lo concedan los votos de los ciudadanos ni su escasa capacidad de alianzas. Dentro del PP, la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha establecido una especie de virreinato –como los había en “Indias”– en el que reina por ella misma. No le ha faltado más que compartirlo con su nada ejemplar pareja, crecidos ambos para convertir en escándalo y finalmente en esperpento su relación de poder en la que sin duda cuentan con apoyos de peso en segmentos claves como la justicia o algunos medios. Marca de una época nefasta del PP, una más, el ayusato está tomando el PP. Un problema mayor sería que tomara España, aunque quizás su desmesura lo apee del camino.

Lo último es que Ayuso rechaza ir a una reunión con el presidente del Gobierno de España para hablar de asuntos que afectan a los ciudadanos residentes en Madrid. La muy soberbia presidenta de la Comunidad se cree con derecho a jugar con las instituciones para resolver sus problemas personales. Y lo terrible es que arrastra a todo el Partido Popular a unas dimensiones desconocidas, si bien empieza a haber reacciones. Tímidas, en privado; de puertas afuera se diría que la temen más que a un tornado.

Génova intentó, de entrada, minimizar la increíble postura de su estrella del pop político y soltó, en conversación con ElDiario.es, el asombroso argumento de que el enfado es porque “el presidente del Gobierno no pide la dimisión del fiscal general del Estado, imputado por perseguir a Ayuso”, y porque Sánchez “la ha llamado corrupta a ella que no está imputada por nada”. En todos los oídos asombrados resonaba su insulto en el Congreso cuando llamó a Sánchez “hijo de puta”, que eso fue lo que dijo. 

Hasta ahora no habían dicho de forma tan clara que la investigación –que no imputación, al menos por el momento– es por “perseguir a Ayuso”. De aquí que el guardaespaldas y guardapoltronas de la doña se permitiera amenazar con uno de sus p´alante al Fiscal General del Estado. ¿Por perseguir a Ayuso? El más alto tribunal de la justicia española actuó como Miguel Ángel Rodríguez quería y el brazo mediático colaboró con sus versiones ad hoc, según costumbre. Añadieron, para gusto de medios y personal, el problema de la fiscalidad de Catalunya sin que ni TVE en su Telediario estrella, por ejemplo, informara de que la principal desigualdad fiscal reside en ese Madrid del ayusato, paraíso fiscal para los ricos.

¿Qué está pasando en este país? Ya es gravísimo en sí perseguir al Fiscal General del Estado con estos fundamentos, incluso con los argüidos en primer lugar de los correos que tenía todo el mundo. Pero es que el Partido Popular se pliega ante la ira de esta dirigente henchida de arrogancia y llega a hablar –el valenciano Mazón lo hace– de “persecución implacable” a Ayuso. Por exigir que su novio, consorte en el ayusato, cotice en Hacienda lo que debe, como hace la inmensa mayoría de los españoles. Porque no solo se llevó comisiones obscenas por las famosas mascarillas –dos millones de euros– sino que pretendió no pagar ni siquiera los impuestos correspondientes, según ha confesado él mismo. Y que a nadie se le ocurra repetirlo, porque lo denuncia,

La persecución implacable y el trato despiadado no se ven por parte alguna: la Agencia Tributaria se reunió en 17 ocasiones con el novio de Ayuso antes de denunciarle por tres delitos: dos de fraude fiscal y uno de falsedad documental. Y él aceptó los cargos, el pago de 520.000 euros y ocho meses de cárcel (que no implican entrar en prisión, por carecer de antecedentes).

Es tal la torpeza y arrogancia de la parejita que han conseguido el efecto contrario al perseguido, se supone. Ahora toda España y puede que “parte del extranjero” saben que el pollo intentó desgravarse hilo dental, desodorante, un saxofón, las toallitas para limpiarlo, un Rolex de 8.700 euros, la reparación del Porche que posee y hasta una bolsa camiseta del supermercado de 0,08 euros. Artículos de uso privado, en una “práctica irregular” para “aminorar indebidamente el beneficio” empresarial ante la Agencia Tributaria, destaca el sindicato de técnicos de Hacienda GESTHA, según informa Miguel Ángel Campos en la Cadena Ser. Cuesta contener el sonrojo y la indignación solo de escribirlo.

Baila el PP al ritmo que marca Ayuso, bailan miembros y sectores de la justicia, los medios sufragados por ella son ya una orquesta completa. Sigue el bochorno al leer este martes en esos entrecomillados de El Mundo que rara vez llevan persona que los pronuncie: “Ella se lo puede permitir”, atribuido a barones del partido, para concluir que el PP asume “la singularidad” de Ayuso.

El PP puede asumir lo que quiera, ellos sabrán dónde están metidos, pero es que Ayuso quiere poner en jaque al Gobierno y, por tanto, al Estado. Por cierto, la relación envenenada la inició a Ayuso en la pandemia en efecto, e hizo acudir al presidente del gobierno a su Puerta del Sol, que rodeó de banderas. Otro acto “de Estado” de la megalómana.

Y continúa. Incluso en su situación, Ayuso lanza el órdago de humillar a Pedro Sánchez convocándole a que declare en la Asamblea de Madrid sobre su mujer y la Universidad Complutense. Es demasiado desprecio a las Instituciones. Y más que llegada la hora de que la Fiscalía se tome en serio la amarga muerte de 7291 ancianos en las residencias de Madrid. Igual hay que terminar en Estrasburgo dado el cariz de lo que ocurre en España.

Pero, ¿quién es y qué pinta Ayuso? Un peón, con muy mala baba, sin escrúpulos ni alma, osada y violenta. Va a terminar por hacer más daño que favor al proyecto “empresarial” de esta derecha. Hasta ahora está claro que les ha sido muy útil. El Madrid para ricos ha funcionado y los votantes del PP con menos recursos la aplauden como a una diosa, aunque precarice la sanidad de todos, incluida la de ellos y sus familias, entre otros muchos desgarros. 1.500.000 personas le dieron mayoría absoluta tras la masacre de las residencias de ancianos, tan dolorosa por su protocolo de la vergüenza. No lo hemos comentado, pero da miedo esta comunidad donde la persona más insospechada puede ser una de sus cómplices. La siembra del odio –que tanto une– no puede marchar mejor. Llamó desde la Asamblea de Madrid, la Cámara que representa la voluntad de los ciudadanos, también a una manifestación contra Sánchez. Ella, como las emperatrices, no fue. Pero permitió ver su obra en algunos manifestantes. En ésta –solo la enlazo para evitar el asco– que recogió uno de sus medios de referencia, OkDiario. Ése que recibió más de medio millón de euros en 2023, según informa Público. Losantos y Negre también se vieron bien servidos del remedo de financiación que llaman publicidad institucional y que algunos políticos usan tan sectariamente.

No podemos vivir así. Con un defraudador fiscal confeso que se permite pedir al Tribunal Supremo que acceda al email personal del fiscal general del Estado, como si se tratase de un caso de terrorismo en el que peligra todo un país y todo para certificar quién filtró los famosos emails que tenía todo el mundo sobre su oferta a pactar un arreglo a los delitos fiscales que le imputaban. Que se pare el mundo que habla Alberto González Amador, consorte del ayusato. O con un Tribunal Constitucional que retrasa una sentencia que perjudica a Ayuso (sobre la Ley Trans que modificó), entre un sinfín de añadidos preocupantes de un funcionamiento que cruje por cualquier lado que se le mire. Con la presidenta de una Comunidad autónoma en pie de guerra por motivos y emociones personales.

Por la inacción de unos y la colaboración de otros, la degradación de la política en España adquiere unos extremos temibles. Así suelen avanzar los fascismos y las tiranías, llevando al poder a gente como la muestra de la manifestación o… como la propia Ayuso. Sinceramente, creo que con sus ínfulas se está jugando su futuro, con cuanto implica. Sería lo mejor para la mayoría social, pero cualquiera sabe.

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