Hace dos días un tipo cogió un cuchillo y se lo clavó a su expareja, la dejó agonizando en un charco de sangre y huyó. Nadie pudo salvarla. Ni años antes de las puñaladas ni después de ellas. No constaban denuncias previas. La mujer, de la que una vez más no sabemos ni el nombre, se había separado de su maltratador sin dejar constancia jamás de la violencia que había recibido. Hemos perdido la cuenta de cuántos casos hay así: mujeres que se separan de su maltratador, mujeres que quieren rehacer su vida y olvidar el pasado, aunque sea sin justicia de por medio. Mujeres que se atreven a huir de la violencia y que quieren creer que la distancia y el tiempo las acabarán salvando. Que él se calmará, que se acabará olvidando de ella, y que todo puede ser diferente a como ha sido hasta ahora.
A ellos, por su parte, les sabe a poco esa macabra oportunidad que les otorgan sus víctimas, no consienten ni por ésas que ellas emprendan sus vidas, aunque le estén perdonando los años de maltrato previo. No lo sienten ni como un perdón porque no hay que perdonar. No reconocen como legítimas las decisiones de sus ex parejas: y no las reconocen porque son mujeres.
La realidad que se esconde detrás de ese “perdón” no es otra que mujeres que tardan mucho tiempo en asimilar (si llegan a hacerlo) que el trato que reciben por parte de sus maridos o novios es motivado por su género. Que si él las trata como cosas que poder estampar contra la pared es porque así las ven: cosas. Cosas que se poseen, cosas que no tiene voluntad propia, cosas que someter si se rebelan. Porque las cosas nunca se rebelan, no tienen voz: las cosas se tiran a la basura cuando no funcionan.
Son mujeres que no se reconocen como mujeres maltratadas porque, aun a día de hoy, se nos vende a las víctimas de violencia de género como seres angelicales, mujeres buenas las 24 horas del día, de mediana edad y con hijos, acosadas constantemente por un marido que bebe y descarga contra ella a golpes día y noche. Mujeres que esconden moretones bajo capas de maquillaje. Mujeres apocadas, tímidas, débiles. Muchos, muchísimos aún, piensan que de hecho son mujeres tontas. Que no ven. Que no saben. Mujeres con una tristeza y una estulticia congénita.
El Gobierno, por su parte, que es quien tiene todo el poder y los recursos para paliar esta lacra, se dedica a otras cosas. A “investigar” por qué será eso de que los hombres matan a sus parejas, a intentar despejar la incógnita, a buscar cuáles son los planetas que se alinean para que algo tan terrible pase. Y no sólo eso, sino que sigue pagando también con nuestro dinero campañas que se centran en culpar a la víctima o a interpelarlas. Como si las mujeres víctimas de esta violencia fueran a reconocerse en ese perfil de mujer triste y llena de moretones que llevan fomentando desde el inicio de la LIVG. Ésta:
Siguen pagando por campañas así, como si alguna hubiera funcionado en todos estos años, como si cualquier mujer en esta situación fuera a entenderlo todo al ver esos vídeos. Como si esos segundos en pantalla fueran la pieza que le faltaba para completar el puzzle, para entender que no tiene la culpa y que ella es como la demás, que su caso no es diferente, que su maltratador es exactamente igual al resto de maltratadores sólo que con otra cara y otro nombre.
En esta línea de pensamiento sigue el Gobierno tantos años después: ellos mismos aceptan que no tienen ni idea de por qué nos matan, pero en vez de escuchar a las que llevan años proponiendo ideas y denunciando el machismo intrínseco en estos vídeos, prefieren seguir agarrados a la linde, aunque la linde ya se haya acabado. Pero como el machismo es así, y ellos siempre saben más que nosotras, siguen haciendo oídos sordos y encargan dichas campañas a hombres. Hombres además que han generado polémicas por un machismo aberrante, como Risto Mejide. Les pareció una genial idea a los señores del Partido Popular pedirle una campaña antimachista a un tipo que juzga constantemente (y en prime time) el físico de sus invitadas.
Y he aquí la campaña resultante, ordenada por unos machistas y creada por otros. A ver si esta vez nosotras, pobres ingenuas, entendemos ya qué es eso de violencia de género, que parecemos tontas (aunque ellos anden aún investigando el porqué de los feminicidios).
Según el Gobierno y los publicistas, un maltratador pone cara de malo de película y te confiesa que quiere controlarte absolutamente en todo. Según ellos, además, con estas palabras + hashtag “Corta a tiempo. El maltrato no llega de repente #haysalida” no sólo has de entender que estás sufriendo violencia de género, sino que tienes que cortar con él. Y cortar ya.
¿Que has desarrollado dependencia emocional? Corta igual, que el maltrato no llega de repente, ¿eh? a ver cuánto más necesitas para entenderlo.
¿Que tu pareja jamás te ha dicho algo así y de hecho no conoces a ningún tipo que lo diga? Bueno, lo que sea que te diga, es un poner, mujer. Tú corta, que el maltrato no llega de repente.
¿Que te sientes responsable del trato que recibes, de los gritos, de las humillaciones, del “estás loca”, del “eso no ha pasado así, te lo estás inventado todo”, del “quién te va a querer si no yo”, del “perdóname, no sé qué me ha pasado, yo no soy así”? ¿Que, al igual que el resto de víctimas, crees que lo tuyo no es exactamente maltrato porque a veces lo provocas, porque tú eres así? Corta a tiem... eh, espera, ¿que crees que lo provocas? ¿que te sientes responsable? Aquí ya no sabemos qué decirte, pero te advertimos de que hay muchas mujeres que acaban poniendo denuncias falsas, y eso es un delito que puede arruinar la vida de tu pareja, así que ojo.
¿Cómo cambiaría el cuento si en vez de interpelar a las víctimas, que ya están viviendo una situación de vulnerabilidad, que ya dudan hasta de su nombre gracias al maltrato psicológico y que creen ser parte del problema, interpeláramos a los agresores, a los violadores, a los maltratadores? Ellos son los que tienen el poderío, son ellos los responsables, son ellos y sólo ellos los que ejercen violencia sobre ellas. ¿Y si, sabiendo esto, las campañas las dirigimos a los culpables en vez de a quienes pueden no tener ya la suficiente fuerza o fe en sí mismas como para entrar en una comisaría?
¿Y si hacemos eslóganes como “Si haces sentir mal a tu pareja y luego la culpas por el daño, eres un maltratador, y ésta es la pena de cárcel que cumplirás”? O “No, no le gritas porque ella te provoque; no, no la haces llorar porque no te deje otra opción; no, no la humillas o la agredes porque 'ella empezó primero': eres un maltratador”. ¿Y si adornamos los vídeos con imágenes de las celdas donde cumplirán condena? ¿Y si mostramos ejemplos de cómo es la vida privado de libertad? ¿Y si añadimos fotos de cómo de avejentado y demacrado sale uno después de cumplir una pena?
¿Y si encargamos estas campañas a feministas, a psicólogas de VG, a personas ya formadas en feminismo que no necesitan preguntar a los asesinos por qué asesinaron? ¿Y si preguntamos a las supervivientes cómo las trataron sus agresores, qué cosas les decían y cómo se comportaban, y usamos ese material para dirigirnos al resto de maltratadores? ¿Y si en vez de hacer sentir a las víctimas tontas e inútiles, las escuchamos para crear campañas útiles que estén dirigidas a ellos?
En definitiva: ¿Y si se callan ustedes, señores, y dejan que sean mujeres con perspectiva de género las que ideen y diseñen cómo crear ese material audiovisual contra el machismo?
¿Saben por qué algo tan sencillo no pasa? Porque los responsables de acabar con la violencia de género son hombres (en su mayoría) y machistas (en su totalidad), al igual que los millones de españoles que los ponen ahí. Al igual que el 40% de la población que piensa que las mujeres son culpables de estar siendo maltratadas. Justamente lo que acaban haciéndole creer a muchísimas de ellas. Y este goteo incesante de mujeres asesinadas que no desciende no se va a detener ni a disminuir mientras nosotros, como sociedad, no consigamos tomar conciencia y echar del poder a los señores que malgastan los recursos y presupuestos que les proporcionamos. Nada cambiará si no cambiamos como sociedad.