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¿Qué es el 'hembrismo'?

El machismo se reinventa para seguir vivo. No solo en actitudes, sino también en el lenguaje. Ya pocos dicen eso de “mujer tenía que ser”. Ahora se usan técnicas igual de misóginas pero más políticamente correctas como, por ejemplo, no poner a mujeres al mando de nada y ya está. Por eso quizás hayan oído hablar de “neomachismo”. Es lo mismo de siempre pero con un nuevo diseño.

Pero ante el argumentario feminista, reflexionado y colectivo, que profundiza en las causas de esa misoginia y las analiza parte por parte, el machismo necesita salvar el cuello intentando hacer lo mismo. Ahora que el feminismo vuelve a estar en auge, este neomachismo se activa incluso en gente que antes no había dado demasiadas señales de ser un hombre de las cavernas. Es normal que hayan estado dormidos, todo sea dicho, antes nadie les cuestionaba. Ahora la cosa se les complica, y sacan motivos y razones de donde haga falta para contrarrestar el empoderamiento de todas aquellas que quieren rebelarse contra un sistema que las oprime. Y que las mata.

Podrían haber seguido dormidos (muchos siguen estándolo porque no tienen pululando aún a ninguna feminista a su alrededor), pero muchas han despertado y eso ha hecho que muchos se levanten de un respingo. A medida que el término “feminista” va perdiendo la falsa percepción de que es lo contrario de machismo, y que muchos ya saben que usarlo como insulto solo los retrata a ellos, ha aparecido no hace mucho el término “hembrismo”.

No sé si llamarlo neologismo, porque lo cierto es que antes de que el neomachismo adoptara esta palabra como antónimo de machismo, ya tenía su propio significado. Se usaba dentro de ciertos círculos académicos de la sociología y la psicología para referirse a patrones considerados como sumisión femenina extrema. Pero este término ya significa otra cosa para la gran mayoría de sus usuarios. Ahora significa algo como “movimiento femenino que busca la supremacía de la mujer. (No se rían, que va en serio).

La insistencia con el uso de “hembrismo” es un intento desesperado de desprestigiar los movimientos feministas que pelean por la igualdad (ésa que todavía no tenemos, recuerden). Una “hembrista” puede ser cualquier mujer feminista que, a ojos de su interlocutor, lucha por la igualdad de una forma que a él, pues mira, le incomoda. Es decir, es un término completamente subjetivo que puede abarcarnos a cualquiera dependiendo exclusivamente de los ojos del machista que tengamos delante.

El término tiene todo un argumentario detrás para justificar su existencia. Un argumentario muy débil, eso sí, desmontable en dos párrafos. Pero esto es como la fe en dios, da igual cómo intentes defenderte en tu postura de atea, el creyente siempre podrá decir: pero yo lo creo así. Y punto.

Para que el hembrismo pudiera existir realmente, tendrían que darse en nuestra sociedad unas causas materiales (que no hay) y un sistema que las respaldase (que tampoco), además de mecanismos que favorecieran las relaciones de poder de las mujeres sobre los hombres (que otra vez tampoco).

Sabemos que el machismo existe objetivamente porque se dan tanto las causas materiales como los mecanismos que favorecen las relaciones de poder de ellos sobre las mujeres. Por poner un ejemplo: existe objetivamente la violencia económica sobre las mujeres, la violencia sexual, la violencia física y la violencia psicológica. Existen, además, mecanismos que favorecen estas violencias y, no solo eso, sino que los parches que se ponen para evitar la sangría (miles de mujeres maltratadas, violadas, cientos de asesinadas...) no sirven de mucho. Hace poco asesinaban a una mujer porque la policía no consideró que necesitara escolta. Esto no es un fallo humano. Es solo otra prueba más, de muchas, de que el sistema favorece, por ejemplo, los feminicidios. La Policía y la Guardia Civil que valoran el grado de riesgo no solo no están formadas muchas veces, sino que carecen de perspectiva de género. Al igual que muchas otras instituciones que existen, supuestamente, para protegernos.

Estos parches que se le ponen al sistema para intentar contrarrestar la discriminación que él mismo produce, no pueden servir porque no se está atacando al centro del sistema en sí. El hecho de que la clase política mire hacia a otro lado, además de que el Gobierno recorte en los presupuestos para la igualdad, es solo otra prueba más de que el sistema no funciona para eliminar la desigualdad de género. O de que funciona perfectamente, pero para que todo siga igual.

En esta coyuntura, que un hombre use la palabra “hembrista” para intentar desacreditar a una mujer feminista, es como si la llamara “feminista” con ánimo de insultar, o como si la llamara “feminazi”. Un sinsentido. Como poder, puede llamarla como quiera, pero de ahí a que tenga lógica en una sociedad patriarcal donde el hombre sigue cobrando más, donde son ellos quienes ocupan la gran mayoría de los espacios en los gobiernos y cúpulas directivas, y donde 70 mujeres siguen siendo asesinadas cada año... va un trecho.

Lo que sí consigue una persona que usa este término es dejar claro qué interés tiene él en acabar con las desigualdades.