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El bucle eterno

El nuevo gobierno andaluz se pondrá en marcha esta semana después de un surrealista y vergonzante proceso de negociación que ha servido, sobre todo como gran altavoz de propaganda de la ultraderecha de Vox con sus dirigentes encantados de pelearse con los periodistas por todas las televisiones.

Vox sigue el modelo Trump y confía en seguir creciendo al calor de sus shows mediáticos que le dan todo el protagonismo. Mientras nos enzarzamos con ellos, sus mentiras van ocupando el escenario y además condicionan el discurso y el mensaje de un PP débil y desesperado.

Dicen todos los que tienen acceso a él que Pablo Casado vive obsesionado con la masiva fuga de votos que tiene por la derecha más dura. La dirección del PP maneja encuestas que le dicen que el 70% de los suyos están de acuerdo con la línea de Vox y ellos han decidido arrimarse a los de Abascal para intentar neutralizarles. Eso explica el perfil de los candidatos en Madrid aunque de momento, esa estrategia no funciona según los sondeos por mucho que hayan logrado la presidencia de una comunidad tan importante como la andaluza.

Ciudadanos ha tenido que pagar también finalmente un precio, veremos en las encuestas si muy elevado por aceptar los votos de la ultraderecha para tomar el poder en Andalucía. Evitó la foto con Vox, pero ahora tendrá que conseguir su apoyo para sacar adelante cada proyecto del gobierno y ya no podrá decir que es solo un problema del PP.

El PSOE andaluz no se ha recuperado todavía del shock: “están como si hubieran sufrido un accidente nuclear y no saben si salir del refugio” decía esta semana alguien que conoce muy bien el partido en Andalucía. Como era de esperar, Susana Díaz ha decidido quedarse al frente de la oposición y del partido a espera de que Pedro Sánchez decida si se lanza al asalto del socialismo andaluz ahora o después del 26 de mayo.

En la Moncloa se ha vivido con indisimulada frialdad la caída de Susana Díaz y han celebrado las penurias del PP y de Ciudadanos con Vox. Cuanto más se hable de los de Abascal, menos se habla de Cataluña. Y además, los evidentes peligros de la ultraderecha, en especial para los derechos de las mujeres, los homosexuales o los inmigrantes son el nuevo motor para intentar movilizar a una izquierda que sigue alicaída en las encuestas.

La misma bandera feminista la ha enarbolado en su potente reentré Irene Montero. La portavoz parlamentaria de Podemos tiene la misión de levantar la moral en Podemos durante la baja paternal de Pablo Iglesias en plena precampaña para las decisivas elecciones de mayo en donde se juegan, sobre todo las alcaldías de Madrid y Barcelona.

Casi cerrado el capítulo del gobierno andaluz, el foco volverá también a Cataluña porque va a comenzar el juicio del procés y porque los independentistas tienen en su mano la continuidad del gobierno de Sánchez con su voto sobre los presupuestos.

Así que nos disponemos a entrar en un nuevo bucle con la izquierda agitando los peligros de la ultraderecha rampante y la derecha envuelta de nuevo en la bandera española. Un escenario político muy polarizado y que nos aboca a unas elecciones a las que los españoles llegaran teniendo que elegir entre dos bloques casi empatados y aparentemente irreconciliables: el que forman el PP, Ciudadanos y Vox y el del PSOE con Podemos y los nacionalistas e independentistas vascos y catalanes. La tercera opción, la única transversal, la del PSOE con Cs no suma, de momento en ninguna encuesta.

Un panorama favorable a los extremistas y que aleja de momento cualquier consenso mayoritario para hacer frente a las grandes crisis y reformas pendientes en nuestro país: la primera, la territorial, la de Cataluña, pero también la del empleo de calidad, la reforma fiscal, el futuro de los jóvenes, la educación, las pensiones y el Estado del Bienestar. Cuando nos demos cuenta, igual es demasiado tarde.