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Opinión - ¿Misiles para qué? Por José Enrique de Ayala

La cabra al monte tira

“En la casa del rezaor no pongas tu trigo al sol”, dice un refrán bastante común en  los pueblos andaluces. Y es que en Andalucía conocemos bien a los “rezaores”. No por casualidad tenemos la mejor definición que se ha hecho jamás del “rezaor” en el Don Guido de Antonio Machado. Don Guido es el arquetipo del “rezaor”. Únicamente en Andalucía se podía haber creado esa figura.

No es fácil encontrar un tipo humano tan despreciable como el del “rezaor”. Tan farisaico, tan taimado, tan falso, tan dañino. El “rezaor” es la síntesis de lo que en Andalucía calificamos como una “mala persona”, de la que nadie se puede fiar. “En casa del rezaor…”

Es más que probable, por no decir que seguro, que un ministro  como Íñigo Méndez de Vigo no estuviera al tanto de lo que se piensa en Andalucía de los “rezaores” antes de desplazarse a Málaga en Semana Santa, para asistir junto a tres de sus compañeros de gobierno y el Delegado del Gobierno en Andalucía a la procesión del Cristo de la Buena Muerte. (¿Se entiende por qué un delegado de Gobierno no puede hacer un máster?). Es también más que probable que tampoco estuvieran al tanto María Dolores de Cospedal y Rafael Catalá. Pero lo que resulta inexplicable, es que no lo estuviera Juan Ignacio Zoido.

Es verdad que Juan Antonio Zoido no es andaluz, sino extremeño, pero no lo es menos que ha hecho prácticamente toda su vida en Andalucía, aparte de que no creo que en los pueblos extremeños se tenga una opinión sobre los “rezaores” distinta de la que se tiene en los pueblos andaluces. No debería habérsele escapado, en consecuencia, que estaban cometiendo un error político mayúsculo al presidir la procesión entonando, además, sin disimulo “El novio de la muerte”, legendario himno legionario.

¿Cómo es posible que no se le ocurriera al ministro de Interior y al delegado del Gobierno, que sí es andaluz, que no es posible en Andalucía caer por debajo del “rezaor”? No hay un listón que esté más bajo en la escala de valoración de los andaluces, porque el pueblo andaluz conoce muy bien a ese tipo humano desde hace siglos  y lo reconoce en cuanto lo ve.

No se a quien se le habrá ocurrido en el PP que la imagen  de una cuadrilla de “rezaores” entonando el himno de la Legión, emulando a Millán Astray en su enfrentamiento con D. Miguel de Unamuno, puede resultar atractiva en la España del siglo XXI. ¿De verdad hay alguien en el PP que piensa que con la imagen de unos ministros “rezaores” y belicistas se puede recuperar la sintonía con el pueblo español, que, de acuerdo con lo que dicen las últimas encuestas, parece haber perdido?

La imagen de los cuatro ministros con el Delegado del Gobierno cantando el himno de la Legión delante del Cristo de la Buena Muerte lo dice todo. Es una expresión de la inmensa desorientación en la que se encuentra el PP. Si alguien piensa que con banderas a media asta el Viernes Santo y con Ministros “rezaores” en las procesiones va a salir del círculo vicioso en el que él mismo se ha encerrado, no va a necesitar mucho tiempo para salir del error.

Como después de la Semana Santa viene El Rocío, todavía tendremos una nueva expresión patriótico-religiosa o religioso-patriótica, que aquí el orden de los factores tampoco altera el producto, con un nuevo desembarco de una cuadrilla de ministros. Es posible que la ministra de Trabajo, confesada devota de esa Virgen, en cuya capacidad de hacer milagros cree firmemente, acabe convenciendo al mismo presidente del Gobierno para que acuda a la Romería. Obviamente, sin himno de la Legión. O ya veremos, que con Mariano Rajoy no se puede estar nunca seguro de nada.

El diccionario de la RAE define desorientación tanto de manera transitiva como intransitiva. Como “acción y efecto de desorientar y desorientarse”. En ambos sentidos parece que es aplicable a la acción del PP. Preocupado por el ascenso de Ciudadanos, como muy bien explicaba Enric Juliana, en La Vanguardia ayer domingo, “El PP, en el Barranco del Lobo”, el PP ha decidido desorientar a la formación naranja con un repliegue hacia el nacional catolicismo en plena Semana Santa, sin darse cuenta de que es él mismo el que está profundizando en su desorientación.

Y ya se sabe que, cuando se desorienta y no sabe que hacer, la cabra al monte tira.