Los cafres de Vox y la corbata de Bardella

27 de diciembre de 2023 22:43 h

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El portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Madrid, Javier Ortega Smith, es tan impresentable como parece. No solo por haber agredido a otro concejal sino por no haberse ido inmediatamente a su casa. Es tan impresentable con traje como con toga, como le vimos en el juicio contra los líderes independentistas, un proceso en el que la extrema derecha ejerció de acusación particular y él de letrado. Tan impresentable como cuando se encaró con los policías que controlaban las manifestaciones frente a la sede del PSOE apelando a su condición de diputado. El ‘usted no sabe con quién está hablando’ de toda la vida. 

En una imagen digna del Mundo Today, hace un tiempo presumió en redes de haber colocado una bandera española en Gibraltar, como recordaba la compañera Carmen Moraga en este perfil de un personaje que aunque ha caído en desgracia en su partido sigue siendo uno de sus rostros más conocidos. 

Ortega Smith es fan de Primo de Rivera, como su compañero Jorge Buxadé, vicepresidente de Vox y uno de los que le han apartado de la cúpula. Ambos representan una extrema derecha maleducada y trasnochada aunque probablemente Buxadé, por sus contactos con partidos similares en el resto de Europa, tenga más clara la estrategia. Que Vox y la mayoría de sus dirigentes sean así de cafres es una buena noticia para aquellos que consideramos que la extrema derecha hay que combatirla y que argumentamos que darle entrada en las instituciones, como ha hecho el PP, va en contra de la salud democrática. Que los discursos y actitudes de Abascal, Buxadé y Ortega Smith huelan a naftalina es mucho mejor que el perfume y la corrección que transmiten ahora sus homólogos franceses y cuyo rédito, por desgracia, es evidente.

El Reagrupamiento Nacional (RN), de Marine Le Pen, sigue subiendo en las encuestas. El 43% de los franceses ya lo ve como un partido capaz de gobernar, según un sondeo publicado este mes de diciembre por el Instituto Ifop. La extrema derecha superaría en nueve puntos al Renacimiento, el partido de Macron, en unas elecciones legislativas. Además, todos los sondeos publicados hasta ahora dan por segura una clara victoria del partido de Le Pen en las próximas europeas. Ya las ganó en 2019 pero entonces se impuso por menos de un punto.

Muchos analistas franceses coinciden en subrayar que el acierto de la extrema derecha para seguir ganando apoyos ha sido el de mostrar una cara más afable, que asuste menos. Esa estrategia tiene un nombre: Jordan Bardella. Con solo 29 años y la imagen de un joven moderno, preside el partido, es eurodiputado y supera en valoración a su mentora, Marine Le Pen. 

La ‘desdiabolización’ para blanquear a la extrema derecha está dando sus frutos, en parte gracias a la que se ha denominado como “la estrategia de la corbata”, o lo que es lo mismo, ofrecer un aspecto institucional y de formación que está preparada para gobernar. ¿Significa que Reagrupamiento Nacional ha abandonado su discurso xenófobo? No. Lo que está pasando en Francia, como en el conjunto de la Unión Europea y aquí en comunidades como Catalunya, es que la derecha 'tradicional' ha endurecido su discurso respecto a la inmigración y eso permite a la extrema derecha apuntarse victorias ideológicas como la de la ley que ha impulsado Macron.

El presidente francés ha aceptado y ahora defiende algunas de las medidas de las que incluso él había dudado en público y niega que haya virado a la derecha para lograr la aprobación de un texto que endurece el acceso de los migrantes a ayudas sociales. Por ejemplo, se establece una distinción intolerable entre los extranjeros “que tienen empleo” y los que no para acceder a la ayudas no contributivas (como las que se dan a las personas con discapacidad o las ayudas familiares): los primeros podrán acceder tras dos años y medio de residencia demostrada, el resto deberá acreditar cinco años. En el caso de las ayudas para acceder a una vivienda, se condicionan a una residencia demostrable de tres meses para los extranjeros con trabajo y de cinco años para los que no tienen empleo demostrable. Además se complican los procesos para permitir el reagrupamiento familiar de migrantes.

La ley francesa, como el pacto migratorio aprobado por la UE son fruto del miedo y nos convierte en una sociedad menos tolerante y más insolidaria. Justo lo que pretende la extrema derecha. Sea la de Abascal, Meloni o Bardella.