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Ningún calculador saldrá indemne

Vecinos y voluntarios limpian los estragos ocasionados por la DANA, a 1 de noviembre de 2024, en Utiel, Valencia, Comunidad Valenciana (España).
2 de noviembre de 2024 22:47 h

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"En política sucede como en las matemáticas: todo lo que no es totalmente correcto, está mal"

Ted Kennedy

Voy a hablar de política. Es compatible con la conmiseración que me embarga. Quiero decirles a los llamados políticos que si, como el pueblo ha percibido, se han entregado a un cálculo táctico de su posición antes de volcarse en la ayuda a las víctimas, están jodidos. Los unos y los otros. Nadie que haya establecido un cálculo sobre las consecuencias políticas de actuar de una u otra manera estará a salvo. Todos los que hayan calculado si les resultaba beneficioso o perjudicial avisar antes o después, pedir ayuda antes o después, enviar ayuda antes o después, todos sin remisión llevan vidas humanas en sus espaldas. No hace falta que se lo diga yo, los valencianos, los españoles lo saben, lo sabemos. 

Voy a hablar de política porque no le vamos a dejar el espacio a las jaurías. No, ni el pueblo es el único que salva al pueblo ni vivimos en un Estado fallido. Los que estén utilizando esta horrible desgracia para su nefanda batalla cultural tampoco saldrán indemnes. Los que buscan argumentos absurdos, los que defienden a capa y espada a los suyos, los que acusan a sangre y fuego a los contrarios, los que todo lo ven mal, los que lo disculpan todo, ninguno saldrá indemne.

No hay dos orillas ni dos Españas ni dos realidades blancas y negras en este dolor. Los muertos, los supervivientes, los arruinados no son de uno u otro bando. Nadie ha preguntado a los miles de personas que se agolpan para ayudar si son de un color o de otro o a quién votan. No hay tiempo. Lo importante es auxiliar y rescatar y ayudar. Esto lo ha sentido toda la población. El lodo de las redes, tan denso como el que asuela Valencia, no tapa el sentido común de un pueblo que está aterrorizado, que confiaba en que nuestros recursos de primer mundo serían eficientes ante toda catástrofe y que han visto anonadados cómo el cálculo derribaba toda su confianza. Porque ha habido cálculo y de eso no me apea nadie.

Mazón, el presidente valenciano, es un cadáver político, pero no será el único. Un comité independiente tendrá que analizar, cuando todo pase, qué falló, dónde y cómo hacerlo mejor. Antes de llegar a ese paso todos sabemos que el presidente de la Comunidad Valenciana actuó tardíamente y que mientras una parte de la población –la que trabajaba, por ejemplo, en la Diputación o en la Universidad de Valencia– fue enviada a su casa, la mayor parte no recibió el aviso o las instrucciones para resguardarse en altura a tiempo. No hay vuelta de hoja, eso sucedió así. También pasó que la magnitud del desastre superó a las instituciones valencianas. No era raro. Se trata del mayor desastre natural que se recuerda en España al menos desde que yo tengo memoria, porque hubo otros, pero el número de víctimas de este los dejará empequeñecidos. ¿Se empecinó Mazón en no elevar el nivel del desastre para conservar el mando? ¿Lo hizo pensando en la lectura política que tendría para el PP que tuvieran que pedir sopitas al gobierno “sanchista”? ¿Fue eso lo que llevó a Feijóo a interpretar esa primera aria desafinada que el tiempo ha dejado fuera de la realidad?

Sánchez tampoco puede sacar pecho. Desde el martes por la tarde hasta el sábado por la mañana no sólo ha llovido mucho, sino que se ha muerto demasiado. El presidente pronunció una frase demoledora: “Si necesitan más recursos, que los pidan”. Sólo un creyente le puede aplaudir esa expresión que contiene en sí toda a vergüenza de los días pasados. ¿Ha calculado que era políticamente interesante que los dirigentes del PP se cocieran en su propia ineptitud antes de salir no en su ayuda sino en la de los ciudadanos? Suena horrible, mas es una pregunta que debe hacerse y que en el fondo late tras las alusiones de muchos españoles a la necesidad de que el gobierno hubiera tomado las riendas de tamaño desastre mucho antes. Valencia es un pequeño territorio, como la mayoría, mientras que la fuerza de todos viene de la integridad de la nación. ¿No es eso en el fondo lo que una y otra vez se les indica a los independentistas, que lo suyo es un sueño porque solos no podrían? 

No voy a pontificar aquí sobre si Mazón era el que tenía que decretar el Nivel 3 de Emergencia o si el Gobierno podía proclamar la Emergencia 3 por sí mismo, al afectar a varias comunidades, o si la solución era el estado de alarma. Eso es señalar el dedo. Lo que todos sabemos es que si esto no es un nivel máximo de emergencia que dios nos tenga confesados para cuando las autoridades consideren que deben proclamarlo. Hasta el jueves por la tarde, cuando a las 17.27 Mazón por fin admitió que necesitaba al Ejército, que estaba efectivamente alertado y preparado para su despliegue, es más, anhelando su despliegue, ¿qué tenemos que pensar que pasó por la cabeza de unos y de otros? ¿Qué pensó Mazón para tardar dos días en hacer la solicitud? ¿Qué hacía el Gobierno central y sus ministros aguantando mecha, viendo pasar las horas y los cadáveres, a la espera de que se bajara del burro? Es muy difícil salir indemne de tanta villanía. 

Fueron unas horas decisivas y unas horas para la infamia. En el extranjero debieron pensar que no podíamos reaccionar, así ofrecieron bomberos y medios, y no que pudiendo y teniendo los medios los habíamos retenido a la espera de un quítame allá esas competencias. No podremos nunca saber cuántas personas que aguantaban un hálito de vida, encerrados en coches o locales o aplastados por un derrumbe podrían haber salido adelante si se hubiera acudido a rescatarlos de una forma masiva, inmediata, explosiva, con toda la potencia del estado español, una de las economías potentes de occidente. Allá cada uno con su conciencia si la tienen. 

La comparecencia del presidente el sábado fue tardía. Las explicaciones del ministro Torres sobre el gabinete de crisis fueron escasas, poco comunicativas e insatisfactorias. La no reunión inmediata del Consejo de Ministros para declarar la zona catastrófica, un error político. Todos sabemos que esa declaración sirve para vehicular ayudas y que estas no se van a dar antes del martes, pero que si vemos cómo esto se pudo dilatar al martes que viene mientras que el decreto de los consejeros de RTVE se publicaba de forma urgente el sábado en el BOE, comprenderemos la falta de oportunidad de la decisión.

De las autoridades valencianas se puede decir todo o nada. Su actuación fue un gran vacío. Es la muestra de que en épocas débiles acaban elegidos para las responsabilidades los afectos, los correligionarios, los menos protestones, pero que estos no tienen por qué ser los más adecuados para gestionar la vida de las gentes y mucho menos para responder a retos de esta magnitud. Feijóo, con las prisas, hizo mal los cálculos y pensó que era buena idea ir a respaldarlo poniendo en solfa las previsiones de los científicos. Tampoco le saldrá gratis esta pésima idea que, como otras, también responde al cálculo político de no darle ni una burbuja de oxígeno al gobierno de Sánchez para no aliviar su debilidad.

Una especial referencia a todos los que no tienen nada que calcular: los integrantes del ejército y la policía, los ciudadanos voluntarios, los donantes, los afectados llenos de coraje y de solidaridad con sus cosufrientes vecinos. Nadie calculó nada que no fuera el caudal inmenso de la solidaridad y de la humanidad que nos une en la desgracia y que debería ser capaz de unirnos también en la esperanza. 

Los cálculos políticos, si los hubo, no estarán bien hechos. No hay relato posible ante la fuerza de la naturaleza, la pequeñez de los humanos y el enorme sufrimiento de nuestros compatriotas. No renta ni rentará. Lo verán. La realidad les ha anegado.

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