Todo ha cambiado en dos años de guerra, menos para Pablo González
Dos años de guerra en Ucrania dan para mucho cambio, y precisamente esa es la idea que más se repite en los especiales periodísticos que estos días hacen balance en el segundo aniversario: “la guerra que lo cambió todo”. En dos años han cambiado las fronteras de un país (por la fuerza), han cambiado de hogar millones de personas (desplazadas dentro y fuera de su país), han cambiado radicalmente las vidas de cientos de miles de ciudadanos (muertos, heridos, convertidos en soldados), han cambiado ciudades y pueblos (destruidos), han cambiado las relaciones entre Rusia y eso que todavía llamamos “Occidente”, ha cambiado Europa, ha cambiado la OTAN, ha cambiado la política de defensa europea, han cambiado los presupuestos de defensa de los países europeos, ha cambiado la industria militar europea, ha cambiado el modelo energético europeo para prescindir del gas y el petróleo rusos, ha cambiado la economía europea, ha cambiado el coste de nuestra cesta de la compra…
¿Sabes lo que no ha cambiado en dos años? La situación del periodista español Pablo González. Está exactamente donde estaba hace ahora dos años. Está exactamente en la misma situación que a finales de febrero de 2022: acusado de espionaje, en prisión provisional, encerrado en una cárcel de máxima seguridad, aislado en una celda 23 horas al día con solo una hora de patio, incomunicado la mayor parte del tiempo, sin apenas contacto con su familia, con el acceso muy limitado a sus abogados, sin información, sin que se conozcan las pruebas en su contra, sin acusación firme, sin garantías procesales, sin fecha de juicio, sin mucha preocupación por parte de las autoridades españolas -que se limitan a enviarle al cónsul de visita-, y sin intervención de las autoridades europeas pese a la violación de derechos humanos y al daño a la libertad de expresión y de información. Y sin ver a sus hijos, ni siquiera en videoconferencia, por decirlo todo.
Nada, ningún cambio. Los mismos artículos, manifiestos y gestos de solidaridad que vimos al cumplirse un año de su cautiverio, valen para este segundo aniversario con solo modificar la fecha, porque Pablo González ha pasado otro año aislado en su celda. Y lo que le queda, pues hace dos semanas el tribunal polaco volvió a prorrogar su prisión provisional otros tres meses.
Ah, un dato importante, que igual se me están despistando con tanto atropello: a Pablo González no lo ha encerrado Putin en una prisión siberiana, sino que está encarcelado sin fecha y sin garantías en una cárcel de Polonia, país miembro de la Unión Europea. Por cambiar, en estos dos años hasta ha cambiado el Gobierno polaco, que ha pasado de los ultraderechistas al europeísta Donald Tusk, sin que eso haya supuesto tampoco ninguna modificación en la situación de nuestro compatriota.
Dicen los analistas que la guerra de Ucrania va para largo, que 2024 será un año perdido, que a lo mejor para 2025 se mueve algo, y mientras toca armarse de paciencia (y sobre todo armarse de munición y ataúdes) porque la guerra se puede cronificar, quedarse estancada en un empate catastrófico durante muchos más meses o incluso años. Esperemos que ese pronóstico no sea extensivo a los efectos colaterales de esta guerra, como el encarcelamiento de Pablo González. Ayudaría mucho que el Gobierno español se implicase, pidiese su libertad provisional y traslado a España a la espera de juicio, y defendiese con fuerza los derechos de un ciudadano español. Y nosotros podemos sumarnos a la campaña #FreePabloGonzález.
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