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El cambio climático cambiará el vino

Los últimos datos del Ministerio de Agricultura sobre la evolución del viñedo en España muestran una doble tendencia inquietante. Por un lado dejan claro que el cultivo de la vid sigue en caída libre. En 2016 la superficie se mantuvo por debajo del millón de hectáreas. En concreto se cultivaron en todo el país 955.717 hectáreas de vid, lo que representa un 42% menos que en 1980, cuando los viñedos ocupaban 1.642.622 hectáreas.

Pero junto al descenso de la superficie de cultivo, lo que llama la atención es el cambio que está experimentando el mapa de distribución de la viña por comunidades autónomas, con una clara tendencia a desplazarse hacia el norte. Y aquí es donde cabe abrir un paréntesis para hablar de vino y cambio climático.

Hace unos años tuve la ocasión de entrevistar a los mayores expertos de nuestro país sobre este tema, entre ellos el profesor Vicente Sotés, catedrático de Viticultura de la Universidad Politécnica de Madrid. Fue para un documental sobre los efectos del calentamiento global en la viticultura y la vinicultura, es decir: en el cultivo de la vid y la elaboración del vino.

En sus declaraciones el profesor Sotes explicaba que el clima juega el papel más determinante y el más difícil de controlar en la elaboración de un vino. Por eso, como las primaveras tienden a ser cada vez más secas y los veranos más calurosos, el viñedo, tan íntimamente vinculado al ritmo de las estaciones y la evolución de las temperaturas, está actuando a su vez como uno de los mejores bioindicadores del cambio climático en la agricultura.

Un ejemplo. En la Denominación de Origen (DO) Conca de Barberà, una de las más afamadas de Cataluña, durante los últimos 25 años la vendimia de la variedad Macabeo se ha adelantado 25 días, o sea un día por año. Encontraríamos casos similares en todos los territorios y con otras variedades de uva. Y eso es una mala noticia para nuestros vinos.

En las condiciones actuales, para mantener los ritmos de producción de algunas DO, sería preciso adelantar la cosecha y empezar a vendimiar con las uvas prácticamente verdes. Pero eso tendría un resultado nefasto, ya que afectaría de manera directa a las características del vino que, además de resultar falto de color, tendría un sabor muy áspero pues si las semillas de la uva están demasiado verdes en el momento de la recolección liberando un tanino muy amargo y astringente que arruina la calidad del vino.

Para hacer frente a esta situación existen diferentes procesos de adaptación, algunos de los cuales ya se han puesto en marcha: cambio en los sistemas de cultivo, sustitución de variedades, desplazamiento en altura, aportación de riego y otros. Hasta que todo ello resulte insuficiente y no nos quede otro remedio que llevarnos las viñas al norte.  

Aquí es donde vale la pena recuperar los datos del Ministerio de Agricultura sobre la evolución del cultivo de la vid en España. Porque resulta que la comunidad autónoma que ha perdido más superficie en el último año ha sido Andalucía, con un descenso del 4,6% en 2016 y una caída acumulada del 76% desde 1980. Mientras que la que más ha crecido ha sido Asturias, con un aumento del 167% y que en 1980 no tenía ni un palmo de viña.

El cambio climático esta redibujando el mapa del viñedo en España. Adaptación: esa es la estrategia a seguir si queremos competir con nuestros nuevos competidores en la producción de vino. Países como Noruega, Dinamarca o Reino Unido, en los que la producción de vino crece ya a un ritmo superior al 40% anual y se empiezan a obtener altos niveles de calidad. Lo que está fuera de toda duda es que el cambio climático nos va a cambiar incluso el vino.

Pueden conocer los efectos del cambio climático en la viña y el vino en el documental: El vino y el clima: una relación amenazada.