Atribuir los graves daños y la lamentable pérdida de vidas humanas que han causado las fuertes tormentas de estos días al cambio climático no es correcto. Hay que diferenciar claramente tiempo y clima. El tiempo es una escena: el clima es la película entera.
La aparición de una depresión aislada en niveles altos (DANA), lo que comúnmente hemos venido llamando gota fría, es una escena clásica de la peli “El clima Mediterráneo”. Una escena que se repite a menudo cuando se acerca el otoño.
Otra cosa es la intensidad y la recurrencia con la que esa escena, ese fenómeno meteorológico concreto, se manifiesta y hasta qué punto llega la gravedad de sus consecuencias. Y eso sí que puede estar llevándonos a cambiar de peli.
Los expertos que siguen la evolución de la crisis climática que estamos padeciendo llevan más de medio siglo alertando de que uno de los efectos del calentamiento global en la región del Mediterráneo (una de las más vulnerables del planeta) será el agravamiento de los fenómenos meteorológicos extremos.
El primer informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés) es de 1990. El IPCC es el órgano internacional encargado de evaluar el estado de los conocimientos científicos relativos al cambio climático, sus impactos y sus futuros riesgos potenciales, así como las posibles opciones de respuesta. Sus informes de evaluación marcan (o deberían hacerlo) la hoja de ruta a seguir para mitigar las causas y adaptarnos a las consecuencias.
En 1990 los expertos ya destacaban, con el prudente 'very likely' que caracteriza sus opiniones, que el cambio climático “pondrá gravemente en peligro los núcleos urbanos próximos al mar, anegará tierras productivas, contaminará el suministro de agua dulce y modificará el perfil de la costa”. Unos efectos que se verán agravados -decían entonces- “a medida que las sequías y las tormentas vayan ganando en intensidad”.
De ése diagnóstico inicial al que se recoge en el último informe publicado, el quinto (el sexto tiene prevista su publicación en 2022) ganan relevancia los hechos confirmados: la intensidad de las lluvias torrenciales y de los períodos de sequía están yendo a más en el Mediterráneo y sus consecuencias son cada vez más severas.
Unos efectos negativos que, como avanzaba el propio IPCC en su informe especial de hace unos meses, irán a peor si no logramos contener el aumento de la temperatura media del planeta por debajo de los 1,5°C respecto a los niveles preindustriales.
El Ministerio para la Transición Ecológica elaboró una interesante guía divulgativa para ayudar a interpretar el contenido de ese informe.
El documento dedica un apartado específico a explicar las consecuencias que tendría para la región Mediterránea un calentamiento descontrolado, que se disparase hacia los 2°C de aumento o incluso superior, escenario hacia el que lamentablemente nos estamos viendo abocados como consecuencia de nuestra incapacidad de reducir las emisiones de gases con efecto invernadero (vapor de agua, dióxido de carbono, metano, ozono y óxido de nitrógeno, entre otros).
Así pues hay que vencer a la tentación de atribuir las graves inundaciones que acabamos de sufrir en nuestro país y la lamentable pérdida de vidas humanas al cambio climático. Porque no, el cambio climático no es esto, pero esto irá a peor si no afrontamos la crisis a la que nos aboca de manera urgente, decidida y global: asumiendo cada uno su responsabilidad, actuando cada cual desde su ámbito. Todos. Ya.