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Carajal

El presidente de Argentina, Javier Milei, interviene durante un acto junto a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso

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Cada visita de Javier Milei constituye una bendición para el gobierno de Pedro Sánchez. Lejos de recriminársela a Isabel Díaz Ayuso y exigirle a Núñez Feijóo que la llame al orden, deberían enviarle un ramo de claveles rojos y amarillos o un ejemplar de “Gobierno Omnipotente” de Ludwig Von Mises a la presidenta de Madrid y obsequiarle a mi amigo Alberto un bono para un fin de semana de relax y paz total en el balneario de Guitiriz. 

La primera visita ya fue un problema que el Partido Popular gestionó como pudo. Una segunda solo podía resultar aún peor. Si algo queda claro tras la nueva incursión del pequeño león es el enorme carajal en que se ha convertido la derecha española. Alvise no encarna ni una rareza ni una excepción; se antoja la consecuencia lógica e inevitable de semejante desorden. 

Su primera correría en tierra española dejó claro que el presidente argentino era el nuevo mejor amigo del patriota Santiago Abascal, por encima incluso de otro gran aliado de España, Benjamín Netanyahu; obligando al PP a rectificarse a sí mismo varias veces para que no pareciera que su política exterior se guía por los mismos sólidos principios que la política internacional de Vox: cualquiera que se meta con Pedro Sánchez es un amigo de España y si le vincula con terroristas, un hermano de sangre. 

En aquel primer asalto, a Feijóo y al PP, les salvó que venía para un acto electoral ultra en plena precampaña de las europeas. Podía echarle la culpa a Pedro Sánchez. Pero esta segunda incursión ya no colaba como un acto de campaña. Se trataba de un acto institucional organizado por la presidenta de referencia del Partido Popular y para imponerle una medalla. Echarle la culpa de eso también a Pedro Sánchez parecía demasiado incluso para Cuca Gamarra. 

Si se denunciaba como otro acto más en la estrategia secreta de Vox y el PSOE para tratar de impedir la siguiente victoria electoral de Núñez Feijóo no habría quedado otra que reconocer, o la brillantez de la ejecución del plan, o la disponibilidad de Díaz Ayuso para hacer de tonta útil. Así que ahí tienen a Núñez Feijóo yéndose a celebrar el día de la música guardando silencio y al resto de la dirección alegando que se trataba de una cosa de las competencias de la presidenta de Madrid; justo lo que siempre se dice cuando alguien la ha cagado y se quiere dejar claro que fue cosa suya. 

Traer a Milei puede que resulte muy bueno para Díaz Ayuso y su desesperada ansia de protagonismo tras las peripecias fiscales de su pareja y las repetidas mentiras para encubrirlas; ya se verá. Que se lo pregunte a los empresarios que tuvieron que salir corriendo a desmarcarse de la foto de ejecutivos alfa con Milei, para no parecer que venderían a quien fuera por un negocio. Lo único seguro es que no parece especialmente bueno ni para la estrategia del Partido Popular en su competencia con Vox, ni para la autoridad ni la imagen de su líder nacional

Que haya sido Díaz Ayuso la primera autoridad autonómica en saltarse la Ley de Acción y Servicio Exterior del Estado que, en su día y como casi todo lo legislado entonces, aprobó el gobierno de Mariano Rajoy para impedir o ilegalizar que el President de la Generalitat hiciera exactamente lo que ella acaba de ejecutar a plena luz del día y vestida de azul albiceleste supone, además de un acto de justicia poética, otra vuelta más en la espiral de autodestrucción donde se ha instalado la derecha de orden y de toda la vida desde la moción de censura que la desalojó del gobierno central en 2018.

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