Si se piensa bien era lógico que el PP acabase con el período abierto por la Transición. Fraga Iribarne, aunque con reparos al reconocimiento de la existencia de nacionalidades dentro del estado, apoyó la Constitución, pero sus sucesores paradógicamente eran más ignorantes y radicales que aquel ministro de Franco.
Aznar venía directamente de Falange y había combatido la Constitución y Rajoy venía del grupúsculo de Fernández de la Mora y también había sido contrario a la Constitución y los estatutos de las nacionalidades. Aunque Aznar en algún momento escuchó las indicaciones que se le hacían y hubiese llegado a hacer guiños y a citar a Azaña y aunque Rajoy sea un señor de modales educados, era inevitable que cuando tuviesen la oportunidad, una mayoría absoluta, realizasen la España que les era natural. La de la “gente normal”, “un país como Dios manda”. El proceso que llegó hasta aquí es más complicado, claro, por debajo están los intereses de los poderes económicos y de la corte, empotrados en el Estado, los florentinos, pero todo tiene su coherencia política e ideológica.
Finalmente el Estado y el PP se identifican uno en el otro, desde el Consejo de Estado, presidido por el padrino de Rajoy, el procurador en cortes de Franco Romay Beccaria, pasando por el Tribunal de Cuentas que pretende embargar a dirigentes políticos elegidos democráticamente, hasta la institución de la Justicia de arriba a abajo: el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Supremo, la Audiencia Nacional que le pone un trono a Rajoy o el mismo Tribunal Constitucional que se reúne y falla al toque de silbato del Gobierno. Todo es del PP. Y, desde luego, los servicios de espionaje que difaman a Trías para que pierda una alcaldía decisiva o a Podemos, que ocultan información a los Mossos hasta el punto de que hoy no sepamos si el tal imán de Ripoll era o no confidente de la policía o qué tratos tenía con el Estado.
Que el resto de los partidos estén atrapados en la estrategia de Rajoy, a los catalanes ni agua, sólo demuestra que todo el poder político, el Estado y el consenso social español está en un callejón sin salida. La sociedad española está encerrada y ahogada en el miedo a romper los tabús.
El PP antes utilizó el terrorismo vasco como instrumento político contra sus adversarios y para crear un consenso centralista y españolista y volvió utilizar la misma arma ideológica contra Zapatero aprovechando la renovación del estatut catalán. No estuvieron solos pues en la Corte y en el partido socialista había interesados en cepillarse tanto a Zapatero como al autogobierno catalán. Y se le fue tanto la mano a Rajoy reuniendo firmas, nada menos que 500.000 españoles, luego de leerse el estatuto aprobado por el parlamento catalán, refrendado en referéndum y, luego de humillado y cepillado en las cortes, firmaron respaldando a Rajoy para que lo denunciase ante el Tribunal Constitucional. Un tribunal al que le quitaron un magistrado catalán y con otros fuera de plazo, luego de que algunos de sus miembros buscasen inspiración en un lugar apropiado para comprender una España diversa, moderna y plural, la plaza de toros de Sevilla, falló lo que falló. Todo siguió su curso, el curso que ejecutó con mano de hierro el Gobierno porque entendió que no había que negociar ni siquiera dialogar porque pensaban ganar por 10 a 0. Y éste es el resultado.
Resultó que Catalunya “no té por”, es una sociedad que no tiene miedo y un hueso tan duro de roer que se le atragantó no sólo al Gobierno responsable de esta situación sino al Estado español y al statu quo. No servirá de nada volver a mandar, como ya han hecho, a la Guardia Civil al Parlament y a la Generalitat, no servirá de nada que amenacen a fabricantes de urnas o a imprentas de censos electorales y papeletas de votación, no servirá de nada que embarguen o encarcelen a los gobernantes de ese país. Todo eso solo aumenta la decisión de votar de un país que está fuera de la esfera del miedo y los tabús, que no tiene miedo. Que no os tiene miedo, franquistas y posfranquistas.
Sí esa mayoría de catalanes y catalanas que está decidida a votar, y va a hacerlo de cualquier modo aunque los encierren, no sólo son ciudadanía libre también nos liberan a todos. Y cada uno se retrata y escoge bando.