Rajoy tiene un problema. Artur Mas tiene un problema. Los catalanes, los españoles, los canarios, tenemos un problema.
“El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos”, cantaba Pablo Milanés. Y al igual que envejecemos las personas, también lo hacen las cosas que ideamos y construimos. La Historia no es más que una sucesión de cambios, transformaciones y revoluciones. Un no parar de nacer y morir gente, cosas... y Regímenes.
Este Régimen del '78, un sistema operativo programado en un lenguaje y con un código que ya cuenta con algunos cientos de años, se muere. En estos años han acaecido guerras, avances tecnológicos, cambios en los valores culturales, en las conductas, en los patrones de justicia, en definitiva, en nuestra manera de comprender el mundo. El Régimen del '78 y el Régimen del '78.cat (que diría Guillem Martínez) tienen un problema. Paradójicamente, o no tanto, han basado su supervivencia en un enfrentamiento continuo. Los dos viven (o sobreviven) si se pelean, mucho y fuerte, aunque terminen por darse apretones de manos, abrazos y hasta besos a la hora de repartirse el pastel. Cuanto más se gritan y se pelean, más fieles ganan para su causa.
El problema es que los argumentos se acaban y el burro idea nuevas formas de alcanzar la zanahoria, y el palo y la cuerda que sujetan la zanahoria cada vez se hacen más cortos, como las patitas de la mentira... y de los mentirosos. En esta situación, con los otros pilares del Régimen (en todas sus versiones, lenguas e identidades) desmoronándose, el órdago ha llegado a su clímax: “queremos votar”, “volem votar”. Un reclamo jugoso, incontestable, incuestionable, la misma y pura esencia de la democracia. Pero, ojo, no elegir a quien vota por nosotros (el palo, la zanahoria), sino votar de verdad, decir sí o no, esto me gusta, esto no me gusta, por aquí no paso, ¿qué hace usted votando por mí? ¿por qué vota usted por mí?
La zanahoria ha transmutado en consulta y se ha disfrazado de voto, que no son lo mismo. Bajo un discurso de radicalidad democrática se esconde un mero sondeo de opinión, pero aquí entra el Guardián de la Constitución, para recordarnos que eso de consultar sólo lo puede hacer el Gobierno, el Régimen'78.es, que tiene registrada la marca Referéndum y sucedáneos. Y como el Régimen'78.cat no quiere, bajo ningún concepto, pensar fuera del recipiente, sacar los pies del tiesto, se ha empecinado en meter un gol con la mano, a sabiendas de que el árbitro lo va a anular, pero con la esperanza de que, en los debates posteriores, tan sólo se hable de si la mano era voluntaria o no, de si el árbitro estaba comprado o de si es “justo” que en el fútbol esté prohibido darle al balón con la mano.
Artur Mas y el resto del Régimen'78.cat han renunciado a meter un gol de verdad, optando por una opción que tenía las de perder desde el principio, con la intención de jugar, una vez más, con las esperanzas de muchos catalanes. Al Régimen'78.es eso le viene de perlas, porque puede hacer lo propio con sus tifosi.
Si a Artur Mas le importase de verdad el derecho a decidir (sobre todo) y no, simplemente, recibir palmaditas en la espalda, o una oferta de renovación de su contrato laboral, o un sitio en el Cielo de los Próceres de la Patria Catalana, no hubiera planteado una Ley de Consultas, condenada a muerte antes de nacer, sino que hubiera buscado otras fórmulas que, de verdad, pusieran en un aprieto al árbitro. Quizás, meter un gol con el hombro, esa parte del cuerpo que no nos atrevemos a decir si es brazo o si es torso. De habérselo planteado en serio, el Régimen'78.cat no habría atacado el tema a través del referéndum, una herramienta inútil en nuestro ordenamiento, sobre la que las Comunidades Autónomas no tienen nada que decir. Si de verdad quisiese que los catalanes decidieran (pero sobre todo), se habría hecho fuerte en el búnker del Estatut y en las competencias exclusivas que su blindaje constitucional le otorga.
Así, la jugada lógica, pragmática y funcional sería reformar el Reglamento del Parlament para introducir unas pocas líneas más de código que permitieran a los catalanes votar las leyes que allí se proponen, algo que ya se hizo, por ejemplo, en la Comunitat Valenciana, para permitir a sus señorías votar desde casa, a través de Internet, en caso de encontrarse indispuestos para acudir a trabajar. Los Reglamentos que regulan el funcionamiento de los Parlamentos Autonómicos son competencia exclusiva de las Comunidades, que tienen potestad absoluta para determinar su funcionamiento. De esta forma, si Artur Mas hubiese desenganchado la zanahoria del palo y se la hubiera dado a la gente, a modo y en forma de derecho a votar, de verdad, en el sitio donde se aprueban las leyes, el Tribunal Constitucional y el Régimen'78.es no lo tendrían nada fácil a la hora de anular el gol. Pero esta jugada es demasiado peligrosa, primero, porque acaba con el fantasma de España como opresor, segundo, porque la gente votaría todo, no sólo lo que le conviene al Régimen y tercero, por consiguiente, porque esto significaría acabar con el Régimen en sí, en cualquiera de sus formas. El Régimen tiene un problema, se llama Democracia.