Señores diputados, señores ministros, señor presidente del Gobierno: en Madrid, la manifestación contra la caza que convoca cada año la Plataforma NAC (No A la Caza), y que este pasado 3 de febrero hizo su recorrido por más de 40 ciudades españolas y europeas, paró ante el Congreso de los Diputados, máximo órgano político del Estado español, para recordarles que durante los meses que ha durado la temporada de caza las tierras del Estado que ustedes representan se han teñido de sangre inocente, derramada por las víctimas de la violencia sanguinaria de los cazadores. Cazadores que son pistoleros solitarios o pandilleros de las escopetas, maras de los cartuchos, comandos del plomo que siembran el terror en los montes, en los bosques, en los páramos públicos, pero también en fincas y en jardines privados, allanando el espacio por la fuerza como si todo les perteneciera. Cazadores que salen a matar y desatan su violencia con una impunidad que ustedes, señores diputados, señores ministros y señor presidente del Gobierno, les consienten. Ustedes, por tanto, cómplices.
Cuando llega el mes de febrero, esas tierras empapadas por el dolor de los disparos, sobrecogidas por el pánico de la persecución y la muerte, expropiadas de su básico derecho a la vida, contaminadas de plomo, se convierten en escenario de una miseria moral mayor si cabe: perras que fueron utilizadas como máquinas de parir sobre cemento, como oprimidos vientres de alquiler, decenas de miles de cachorros que fueron criados en zulos inmundos y explotados como esclavos hasta la extenuación, programados como máquinas de matar, usados como armas, son a su vez asesinados, abandonados a su suerte, tirados como basura por terroristas legales (solo que se trata de un terrorismo -“Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”, según la RAE- que atenta contra otras especies, excepto cuando cae algún cazador abatido por fuego colega, algún otro humano que osaba dar un plácido paseo campestre o algún niño expuesto de manera temeraria por sus propios familiares, a quienes no se contempla a pesar de ello retirarles la custodia legal de otros menores).
Digan si no infunden terror los cazadores que, según la estadística oficial elaborada anualmente por el Gobierno, solo en 2015 provocaron, tal y como expuso NAC en su Manifiesto, “el asesinato legal de 20.922.143 individuos de las más diversas especies, desde córvidos hasta ciervos pasando por zorros, por lobos o por muflones. A esa hiriente cifra debemos añadir las procedentes de prácticas furtivas, por razones obvias ajenas a la estadística, los incontables perros que corrieron la misma suerte que los del vídeo o los 50.000 que según los datos más fiables se abandonan cada año en campos, montes y carreteras; también los hurones, las aves de cetrería y quienes por caber, según comunidades, en esa infame denominación de ”alimañas“ ni siquiera cuentan para los informes”.
Señores diputados, señores ministros, señor presidente del Gobierno, ustedes saben que ahora mismo esos miles y miles de perros están siendo atropellados en las carreteras al huir de su desesperación y desconcierto, de su tristeza y de su hambre. Ustedes saben que esos miles y miles de perros están siendo ahora mismo apaleados hasta la muerte, vilmente ahorcados en árboles, lanzados vivos a pozos donde agonizarán en soledad, emparedados en cuevas. ¿No les importa tanta crueldad?
Digan que no les importa y al menos harán honor a la verdad. No les importa que hoy vaguen por las carreteras, los pueblos y los campos, aterrados y heridos, decenas de miles de perros que son responsabilidad de ustedes porque nada hicieron ustedes contra los galgueros y los cazadores que los criaron y los maltrataron (debiera ser obligatorio que ustedes vieran el impactante e impecable documental Yo, Galgo, realizado tras una intensa investigación por Yerai López). Digan, para hacer honor a la verdad, que no les importa que la tierra y el agua estén envenenadas de plomo y mueran los peces y se pierdan los humedales. Digan que no les importa que a los niños se les enseñe a acosar y matar a bellos animales acorralados. Digan que no les importa que esos niños mueran viendo cómo matan sus padres pistoleros, pandilleros del plomo, adiestradores en el terror.
Señores diputados, señores ministros, señor presidente del Gobierno, ustedes están fomentando la cultura de la crueldad y la muerte de la que se vanaglorian, escopeta en ristre, los cazadores. Ustedes no hacen nada para combatir esa violencia que contagia a la sociedad. Cuando la senadora Vanessa Angustia, de la Asociación Parlamentaria en Defensa de los Derechos de los Animales’(APDDA), ha solicitado recientemente al Gobierno, en nombre de una amplia mayoría social, la regulación intensa o la prohibición de la caza, el Gobierno se ha desentendido alegando que la Administración central no es competente en materia de caza. Son ustedes cobardes. Déjense de excusas competenciales y piensen en las víctimas que provoca esa brutal actividad.
Si ustedes se desentienden de las víctimas y de la cultura de la violencia, nada les distinguirá de esa ultraderecha que viene a defender, de manera explícita y prioritaria, el fomento de la caza y de la tauromaquia y, no es casualidad, a ser cómplice de la violencia contra las mujeres. Si ustedes no entienden que esas prioridades de la ultraderecha son la semilla del mal, si ustedes no reconocen con NAC que “la caza, hoy, es el ejercicio legal de la psicopatía, matar por matar, y un negocio que según sus propios números factura al año más de 3.635 millones de euros a costa del sufrimiento animal” y que “ni las consideradas presas, ni los seres sintientes empleados como arma (galgos, podencos o cualquier otro animal, con independencia de raza o especie) merecen sufrir por simple diversión humana”, estarán más cerca de esa ultraderecha de lo que les gustaría creer. Serán ustedes, señores diputados, señores ministros, señor presidente del Gobierno, cómplices también de esos pocos violentos electos que han venido a ser la gran vergüenza de este Estado.