La presidenta de la Comunidad de Madrid le ha puesto un chiringuito de español a Toni Cantó, o esa impresión da. Es un chiringuito fetén, de 75.000 euros de sueldo. ¡Quién los pillara!, dirá más de uno.
Pues es muy fácil, prepárate adecuadamente, estudia la lengua de Cervantes como Dios manda, haz un máster, por ejemplo el de Literatura Española de la Complutense o el de la Universidad de Salamanca, y ya está. Ah, ¿que para eso hay que ser previamente licenciado universitario? Pues va a ser un problema, pero, hoy en día, todo tiene arreglo.
En el caso de Cantó ya está más que arreglado. Ayuso nos confirma que es un perfecto candidato. El propio Cantó dice querer “frente al arrinconamiento del español, utilizarlo como una herramienta más para que los madrileños se enriquezcan y puedan tener más empleo.” Resulta un poco sorprendente esto de unir el chiringuito madrileño del español con la creación de más empleo, a no ser que se refiera a su propio nuevo empleo, que tanto ha perseguido en público y en privado en los últimos tiempos.
Para la defensa del español ya está, con los poderosos recursos del Estado, el Instituto Cervantes, que fue creado “para promover universalmente la enseñanza, el estudio y el uso del español”. El instituto cuenta con más de dos mil trabajadores y colaboradores. Pero Ayuso y Cantó parecen considerar que esa labor no es suficiente y que el actor valenciano, dados sus amplios conocimientos en la lengua de Baltasar Gracián, podrá dar un impulso definitivo al español, muy por encima de las posibilidades del Cervantes.
Los 600 millones de hispanohablantes estaban esperando, como agua de mayo, la oficina del español abierta ahora gracias a la impagable colaboración de Ayuso y Cantó. Este Cantó es un buen ejemplo de los que engrandecen la política. Cambia de partido como de moquero, y denuncia los chiringuitos cuando son de otros, pero aprueba el suyo, con 75.000 euros del ala. Se queja de duplicidades de gobiernos contrarios, cuando él, patrocinado por Ayuso, monta un negociete para competir con todo un Instituto Cervantes. Sería de risa, si no fuera de llorar. Un ejemplo de alta política.
Ayuso ha explicado que esta oficina madrileña servirá también para contrarrestar la inmensa campaña contra el español iniciada en territorios que cuentan con una lengua propia, como Catalunya, Valencia, Galicia, Euskadi o Navarra.
Le voy a decir algo tanto a Ayuso como a Cantó, al que imagino con enormes conocimientos al respecto, por lo que le pido anticipadas disculpas.
No sé en los otros casos, pero por lo que respecta a Euskadi y Navarra, Ayuso se debe referir al idioma vasco, vascuence o euskera. En época de la dictadura franquista, este idioma estuvo prohibido, aunque a pesar de ello era hablado en círculos familiares, “en la intimidad” como diría el gran maestro José María Aznar. En aquella época estuvo prácticamente en vías de desaparición. El número de vascohablantes era mínimo. Con la llegada del sistema democrático y la creación del Gobierno Vasco, se le dio un impulso importante a esta lengua que fue implantada, por primera vez, en la educación obligatoria.
Hoy, la televisión autonómica vasca, Euskal Telebista, tiene dos canales principales, uno de ellos en euskera y otro en castellano. La audiencia media de la televisión en euskera, ETB1, durante todo el pasado año 2020 fue de 1’6%, y la del canal en castellano, ETB2, 12’6%. Es decir, tiene ocho veces más audiencia la televisión pública vasca en castellano que la de euskera. Excuso decir que el resto de la programación de televisión en Euskadi es prácticamente la misma que la que puedan ver Ayuso y Cantó en Madrid.
Es verdad que en la educación se utiliza mayoritariamente el modelo D, con enseñanza vehicular en euskera, pero es cierto también que la pujanza del castellano hace que, de hecho, el euskera quede relegado en múltiples situaciones. La lengua de Cervantes se usa, y mucho, en Euskadi, como lo comprobará cualquiera que visite las calles de Bilbao, Vitoria o San Sebastián. Es decir, hay una lengua potente y con muy buena salud, el castellano, y otra un poco viejita y debilitada, el euskera. Y no es un problema de una lengua contra otra, lo bueno es conocerlas, amarlas y utilizarlas, pero para el conocimiento y el desarrollo personal, no para el enfrentamiento y la bronca, como quieren hacer Ayuso y Cantó.
Vamos a ver si esta pareja es capaz de comprender algo más allá de sus soflamas madrileñas de terraza y cerveza, o de horchata de chufa valenciana en el caso de Cantó, aunque lo veo difícil. Y para ello me permito utilizar argumentos de un personaje libre de sospechas, no como el que firma este artículo, con un apellido vasco sonoro, lo que le hace ser especialmente sospechoso para esta labor.
Como seguramente conocerá el licenciado Cantó, dados sus amplios conocimientos lingüísticos, Antonio Tovar fue un reconocido lingüista de fama internacional. Aunque quizá no con los suficientes méritos como para optar a la plaza de Cantó en el chiringuito madrileño, caso de que siguiera vivo.
Antonio Tovar era vallisoletano y fue falangista de primera hora. Cuando el 1 de abril de 1939 se leyó el último parte de la Guerra Civil del bando franquista en Radio Nacional, Tovar era su director. El 23 de octubre de 1940, con motivo de la entrevista entre Franco y Hitler en Hendaya, Tovar era uno de los asesores del dictador, y traductor, porque dominaba el alemán. Tiempo después, con todas las posibilidades de medrar en el régimen, cosa que entonces y hoy hacen muchos, Tovar se fue apartando del franquismo. Fue rector de la Universidad de Salamanca, y en ella creó la primera cátedra de euskera del mundo.
Pues bien, Tovar explicaba que el euskera es una de las primeras lenguas ibéricas. Anterior al castellano. De hecho, cuando aparece el primer escrito castellano, romance, en las Glosas Emilianenses, en San Millán de la Cogolla, el fraile copista que escribe las glosas en el siglo X, se permite hacer unas reflexiones en euskera al margen. Es decir, el fraile que inicia la escritura en castellano, tenía ya como lengua vieja el euskera. Tiene gracia, visto desde el alocado gallinero de hoy que fomentan personajes como Ayuso y Cantó, que las primeras palabras en euskera recogidas en un documento estén precisamente en la obra que hizo lo mismo con el castellano, hace de esto mil años.
Antonio Tovar, hombre íntegro que tenía, como digo, todo para medrar en el franquismo, se retiró a sus investigaciones filológicas, del español y de otras lenguas, y fue también un estudioso del euskera. Tovar dejó dicho: “La pervivencia de la lengua vasca es también la de un trozo de tradición, de mi tradición propia de español total. Tradición por este lado más profunda y misteriosa que la que tenemos en la lengua de Cervantes, que continúa en forma moderna la de la lengua de Virgilio, una lengua que hace dos mil años era aquí ajena.”
Qué suerte poder contar en este mundo con personajes como Tovar y sus obras, que compensan la enorme y creciente lista de futilidades que nos rodean.