¿Dónde está la mosca? ¿Aquí o aquí? En este tiempo trilero que vivimos, asistimos a querellas, juicios y condenas por contar chistes, mientras los grandes corruptos y los causantes de la crisis se nos ríen a la cara. La opinión pública ya no se escandaliza por Gürtel, Pujol o el caso Bankia, sino que anda debatiendo sobre tuits y comentarios de Facebook que hablan de Carrero, del Valle de los Caídos y demás lacras franquistas. Ojo al parche, nunca mejor dicho, porque la campaña de criminalizar el humor también tapa problemas mayores.
Mediáticamente, los grandes protagonistas judiciales de la semana ya no son Rato, Beltrán Gutiérrez o Pedro Antonio Sánchez, sino Cassandra, El Gran Wyoming y Dani Mateo. Es la pescadilla que se muerde la cola, porque el interés que despiertan los “peligrosos” contadores de chistes está desplazando el maloliente atractivo de las corrupciones patrias. Para alivio de los corruptos y de quienes les apoyan, claro, que no tienen precisamente mucha intención de ventilar la casa. Si acaso, pasarle un paño. Y la alerta roja del chiste izquierdoso y canalla corre un tupido velo y levanta una cortina de humo al grito de fuego a discreción.
Por eso, ya no nos preguntamos dónde estará pasando estas nuevas vacaciones Rodrigo Rato, después de haber esquilmado las arcas públicas, las de Bankia, Hacienda y lo que le echaran. Por eso no pienso pasar por alto, por mucho que Aznar nos advierta del apocalipsis, que Rato y otros como él siguen en la calle mientras seguimos conociendo parte de la información de todo lo que nos han robado. Por mucho que sus casos se retrasen, prescriban o aquí no lleguen las condenas más que para los contadores de chistes.
Un chiste malo es oír a “Josemari” decir que todo lo hacía por el interés de España cuando, más allá de la Gürtel o la invasión de Irak, la última es que privatizaron las grandes empresas públicas y, además de poner al frente a unos cuantos amigos, Rato ponía el cazo para, según relata la Guardia Civil, facturarles millones de euros a través de un entramado de empresas familiares. Luego tampoco declaraba a Hacienda.
Como diría Eugenio, “saben aquel que diu”, que Aznar posaba para la foto disfrazado de Rodrigo Díaz de Vivar, “el Cid”, pero tuvo a otro Rodrigo, el del “milagro español”, que multiplicaba el pan de los españoles en forma de millones que se metía a la saca. Por aquel cepillo también pasaron, indica la benemérita, la Telefónica de Villalonga, la Tabacalera de Alierta, el BBVA de Francisco González o la Endesa de Pizarro. Por cierto, la eléctrica que pagó la cifra más abultada y enchufó también después al propio Aznar. Amigos para siempre (means you'll always be my friend).
Estos tejemanejes indignan. Y que sigan impunes más. Pero qué malo es contar chistes. Y si son sobre el franquismo, ni te cuento. Por eso, si tanto molestaba la indignación, solo faltaba que dejásemos también de reírnos. Con lo español que es reírse hasta de nuestras miserias. Y bien que lo saben los guardianes de la españolidad. Riámonos. Al mal tiempo, buena cara. Aunque solo sea porque el miedo sería un síntoma de que nos las están partiendo y ponemos la otra mejilla.