Cuando los únicos periódicos eran en papel y los lectores escribíamos “Cartas al director”, un clásico del subgénero eran las cartas de pacientes o familiares dando las gracias tras un trance hospitalario. Todavía se pueden leer en algunos medios, aunque hoy sobre todo se publican en redes sociales. Ya saben de qué les hablo, las hemos leído muchas veces, incluso las hemos escrito: ese mensaje cálido en que comienzas contando que recientemente sufriste un problema grave de salud, o alguien de tu familia, y una vez pasado el susto quieres agradecer el trabajo y entrega de las y los médicos, enfermeros, auxiliares, administrativos, ambulancias, etc, del hospital tal, la planta cual, que te atendieron, trataron, cuidaron y hasta sanaron. Suelen ser cartas muy emotivas, pues pocas veces estamos tan agradecidos como cuando nos han salvado la vida o dado un trato humano en nuestras peores horas.
Me acordaba de esas cartas estos días, con la huelga que los médicos y pediatras de la atención primaria madrileña acaban de suspender temporalmente tras más de un mes, además de salir a la calle, intentar un encierro en la consejería, y todo tipo de acciones de protesta. Y se me ocurría que quizás deberíamos escribirles cartas de agradecimiento como si hubiesen salvado la vida de nuestra hija enferma o nos hubiesen hecho más soportable un postoperatorio doloroso. Total, sus acciones no dejan de ser una forma de mantener con vida e impedir que empeore o cronifique sus males un paciente especialmente crítico: la sanidad pública. En este caso, la sanidad pública madrileña, que cada poco tiempo se presenta en urgencias medio desangrada por unas cuantas puñaladas neoliberales.
Pero en vez de cartas de agradecimiento, leo en comentarios de noticias y redes sociales lo contrario: críticas y mofa porque levanten la huelga unas semanas, coincidiendo con las navidades. Unos flojos, eso es lo que son, claro: después de dos años agotadores y anímicamente devastadores por la pandemia, y tras muchos meses con la atención primaria desbordada, las consultas saturadas, y los muchos problemas que ya arrastraba el sistema, hacen una huelga de más de un mes (que implica importantes pérdidas económicas), saboteada por el piquete gubernamental con unos servicios mínimos máximos y sometidos al ninguneo de Ayuso (que confía en que se agoten y se dividan y cedan a la presión política y mediática y acaben por rendirse), y no les permitimos ni una tregua para coger aire y decidir próximos pasos.
Unos flojos y unos desagradecidos, que por lo visto ya se les pasó el efecto de los aplausos pandémicos y ahora esperan algo más, no sé, condiciones dignas de trabajo, un pago justo a su mayor carga de trabajo, que no tengan que estar todo el día tapando con las manos las vías de agua que sus gobernantes abren a hachazos en el sistema.
Ahora que toca hacer resúmenes del año y elegir a los protagonistas del 2022, yo voto por las trabajadoras y trabajadores de la sanidad pública, médicos y no solo médicos, en Madrid y en otras comunidades donde el malestar también está calentando los ánimos del colectivo. Soy de los que piensan que la sanidad pública no “se defiende” sola, sino que hay que defenderla. Y no podemos dejar esa defensa en manos de sus profesionales, que bastante tienen con defender sus derechos laborales. La defensa de la sanidad pública es cosa de ellos, pero también o sobre todo nuestra, de los ciudadanos. Y no sé si les estamos dando todo el apoyo necesario para sostener un pulso como el que han echado a Ayuso. Y mucho más que van a necesitar después de las navidades.
Así que, a la manera de las clásicas cartas, yo sí quiero agradecer a todas aquellas trabajadoras y trabajadores de la sanidad pública que atienden, tratan, cuidan y hasta intentan sanar nuestro sistema sanitario. Muchas gracias.