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Las cloacas del PP exigen un 'se acabó'

Rajoy y Fernández Díaz en imagen de archivo. EFE.
19 de enero de 2024 22:39 h

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No podemos dejarlo pasar otra vez. Las cloacas del Estado que, según pruebas y nuevos testimonios, puso en marcha el gobierno del PP desde que Rajoy llegó al poder en 2011 hasta 2016 son un auténtico atentado a la democracia que solo en un país como éste pueden andar sobrevolando la actualidad sin que se exijan responsabilidades a sus autores y cómplices. El jefe de la operación –y de los pocos que ha pasado por los juzgados– fue el entonces ministro del Interior Jorge Fernández Díaz. Con dinero de nuestros impuestos pervirtieron a la policía, a la que usaron para sus fines particulares fabricando pruebas falsas contra los rivales del PP (independentistas catalanes y Podemos) y al mismo tiempo a la justicia dado que la operación se usó también para limpiar la corrupción del PP. No se pararon en nada, ni siquiera en investigar fraudulentamente a todo un fiscal jefe de Catalunya o de tratar de inculpar por corrupción al Major de los Mossos Josep Lluís Trapero. Es inaudito que se sepa y se pase página con tal indolencia.

Todo esto lo sabemos desde hace tiempo. Y alguna cosa más. La participación de periodistas corruptos en la trama que trasmitieron a sabiendas las falacias. Y cuantos se sumaron a esa ola sin comprobar las acusaciones y llenaron las portadas de prensa, las radios y hasta los telediarios. Hay pruebas de todo ello.

Es ahora o nunca. Estamos en un año especialmente crítico. Lo siento por los espíritus sensibles a quienes no les gusta la verdad cuando duele, pero precisamente por ello hay que tratar de ponerle remedio: así es como duele menos. Se van a celebrar elecciones en medio mundo -literalmente- y se temen unos resultados muy dañinos para la sociedad. Son muchas las citas con las urnas y algunas resultan de gran trascendencia. Quedémonos con las dos más decisivas, aunque otras varias van a influir en la sociedad internacional.  

La elección en EEUU se presenta como una tragedia para el mundo, de no surgir alguna novedad. Se dilucidará presumiblemente entre Joe Biden, el belicista demócrata atacado de limitaciones seniles y visiblemente manejado por otros en la sombra, y Donald Trump, el gran populista ultra, que ya anunció cómo iba a cambiar la democracia norteamericana a su gusto y fortalecer el papel del presidente.  

En la UE ya se asume que va a subir en votos la ultraderecha -tan apoyada económica y mediáticamente-. Su ideología influirá o gestionará directamente un cuantioso presupuesto. Puede acabar con Europa tal como la conocemos. Demasiado relax y tibieza propicia haber llegado a este punto. Añadan a América Latina, que está seriamente caldeada y las elecciones en Taiwan y otros factores que abren escaladas de tensiones con China y EEUU. Y siguen la guerra de Ucrania y la de Netanyahu con todas sus implicaciones.

Por no ir más allá, ¿imaginan qué supone seguir mirando para otro lado a las cloacas del PP? Porque fue el gobierno de Rajoy pero allí estaban todos, muchos más de lo que parece. La guerra sucia del PP desde el ministerio del Interior supuso en todo su contenido cambiar el curso de la democracia española. El PP se ha dopado habitualmente con trampas en numerosas elecciones pero llegó a las de 2016 con el torpedo completo e incontables colaboraciones.

Lo más preocupante es leer que la justicia se está inhibiendo de meter mano a este gravísimo asunto. Leer que la Audiencia Nacional, el Supremo y cuatro juzgados evitan investigar la guerra sucia de Interior es certificar el problema que asola este país. Esa impunidad que parece verse impregnada de corrupciones. Doblemente desolador porque a pocos parece importarles lo que esto supone, ni siquiera en el contexto mundial que viene.

El CGPJ sería competente -se supone- para estimular a la justicia a cumplir su obligación pero está caducado desde hace cinco años por voluntad del PP casualmente y no pasa nada. ¿Todo esto es aceptable en un Estado de Derecho?

El deterioro va a más cuando el presidente del PP se atreve a cuestionar el papel del Congreso porque en esa cámara legislativa esencial no tiene mayoría. ¿En qué república o dictadura bananera se ha visto tal cosa?

Y siguen haciendo declaraciones como si nada fuera con ellos y sus medios se las recogen como si tanta corrupción y tanto mofarse de la verdad y la decencia fuera lo más natural en política. Quizás porque saben que toda una máquina de corrupción les ampara y un sector de la sociedad que tiene una grave disonancia moral.

¿Cómo se explica lo de Ayuso? Su impune protocolo de la vergüenza para las residencias a su cargo. Sus declaraciones. Plena de ínfulas, sus últimos exabruptos parecen dirigidos en primer lugar a distraer de las noticias de las cloacas de Interior de Rajoy una vez más, pero sobre todo a ser la líder de la ultraderecha en España al calor de los tiempos que vienen. Profundo estupor al escuchar cómo acusaba, sin pruebas, de agresiones sexuales a migrantes de Alcalá de Henares, rematadas con un repugnante clasismo al decir que, además, expanden un brote de sarna. La sarna a veces está en el cerebro y la lengua de quien insulta de tan soez forma a quienes considera -erróneamente- seres inferiores. Y es muy contagiosa. Y llega el PP y por boca de portavoces como Sémper y Gamarra dice que apoyan y comparten lo dicho por Ayuso. A tumba abierta. La campaña es clarísima y... muy preocupante.

No puede ser. No nos podemos permitir volver a dejar semejante atropello debajo de la alfombra. La está pudriendo, pisamos ya putrefacción. Por esa zona al menos. España es uno de los pocos países que, por el voto ciudadano, está aguantando el tipo frente a la ola ultraderechista y de despojo del Estado con un gobierno progresista en líneas generales. Con esas lagunas como dar apoyo a la maniobra de EEUU e Israel en el Mar Rojo que no es de recibo en absoluto. Enfrente tiene la fortísima contestación de la derecha corrupta en todos sus niveles. Esa batalla sigue ahí y nos concierte a todos los ciudadanos decentes. 

No se pueden dejar pasar de nuevo, sin sanciones máximas, las escandalosas cloacas del PP. Y las armas que utiliza. Un nuevo estudio del CIS sobre la democracia concluye que el 89,8% de los encuestados está harto de la crispación y la bronca política y pide a los partidos PSOE y PP consensos políticos. Es innegable que deben guiarse por el periodismo equidistaní porque lo primero que hay que analizar es quién y por qué propicia la crispación -ésas son pruebas de cargo- y cómo es posible consensuar nada con un PP que hace de la trampa y la corrupción su estrategia política. En estos casos el conservadurismo dictaría: ceder, tragar. ¿Aún más? ¿Ustedes qué creen? Pero, sobre todo, ¿es sostenible un país con esa cloaca del principal partido de la oposición y con la justicia evitando afrontarlo? Los 'se acabó' están funcionando en asuntos fundamentales. Honestamente creo que éste lo es. Y que nos va mucho en ello.

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