Hace unos días, los mandas se reunieron en Biarritz para tratar el tema del reparto del mundo. El acuerdo fue el de siempre, es decir, que los pobres de los países ricos continúen pagando a los ricos de los países pobres, siendo los pobres de los países pobres los que terminen cuadrando la caja a favor de los ricos de los países ricos. Nada nuevo. Como la economía de la globalización, a tiempo real, requiere velocidad, los mandas decidieron empezar pronto; madrugar con prisas.
Desde muy temprano, y desde la superficie, los del Canal Único de Información emitieron noticias al respecto. Se habló de cosmética y de los trapitos de ellas, sí, de cómo iban vestidas. Las gachís de los mandas sirvieron de atrezzo. Como era de esperar, desde el Canal Único de Información se habló poco del reparto del mundo. Lo paradójico es que la quedada nos la vendieron como una reunión para impulsar la igualdad de género.
De la misma manera que hacen con la ecología, la igualdad de género sigue siendo tapadera para ocultar las sombras que habitan el inframundo de la política. Por decir no quede que hubo un documento gráfico con carga frívola. Me refiero a la foto donde Melania Trump pone “boquita” a Justin Trudeau, primer ministro canadiense e hijo de su madre: Margaret Sinclair, una mujer libre que dio mucho que hablar en su tiempo.
Hay una leyenda urbana que, de ser cierta, no sorprendería. Lleva música de los Rolling Stones y tiene a Margaret Sinclair como protagonista. Ocurrió a principios del año 1977, cuando Keith Richards, de los Rolling Stones, fue detenido en Canadá por posesión de heroína. El asunto pintaba mal para el guitarrista, que solo podía restar años de trena si obraba el milagro. Al final, el milagro llegó en forma de chantaje. Tal y como dice la leyenda urbana, fue Mick Jagger el que se lió con Margaret Sinclair, en aquellos tiempos la esposa de Pierre Trudeau, primer ministro canadiense y hombre con el que Margaret había tenido tres hijos: Justin, Alexandre y Michel.
Parece ser que la primera dama y el cantante de los Stones establecieron contacto carnal en una habitación preparada para la ocasión con grabadoras, cámaras y todo el material que permitiese a Mick Jagger dejar constancia del momento “político”. Ella no lo sabía. Al final el material filmado nunca vio la luz y Keith Richards salió de la trena. De inmediato.
Cuando he visto a Justin Trudeau en las fotos, me he acordado de la leyenda urbana que mezcla mentiras, drogas y cintas de los Stones, y donde la única persona que se salva es la madre de Justin; una mujer libre que amaba demasiado. Por algo tan cierto, Margaret Sinclair aguantó poco como mujer florero.