El pasado fin de semana y por segundo año consecutivo, más de 10.000 voluntarios del Proyecto Libera, gente de todas las edades y colectivos, repasamos 450 espacios naturales de todo el país para limpiarlos de basuraleza, que es como nombramos a la basura abandonada en la naturaleza.
Libera es una iniciativa ciudadana auspiciada por SEO/Birdlife y Ecoembes que tiene un triple objetivo: recoger toda esa basuraleza, caracterizar cada objeto recogido para promover el conocimiento y la prevención y explicárselo a la sociedad para ver si, entre todos y de una vez por todas, tomamos conciencia del grave problema que estamos causando y arrimamos el hombro para resolverlo.
Hasta ahora se han clasificado 45.000 residuos. Y el más común y más ubicuo es con diferencia la colilla de cigarrillo. Un desecho que resulta especialmente abundante en las playas. El sábado llenamos varios vasos grandes en apenas unos minutos en la playa barcelonesa de Garraf: una pequeña cala que cada atardecer, cuando se retiran los bañistas, aparece sembrada de colillas.
Pero a pesar de estar convirtiéndolas en gigantescos ceniceros y de acumular todo tipo de residuos sobre su arena, la naturaleza sigue empeñada en reclamar su titularidad sobre las playas. Y en ocasiones lo hace de una manera asombrosa.
Curiosamente, en la madrugada de ese mismo pasado, el día elegido por Libera para llevar a cabo la citada acción de limpieza, una inmensa tortuga boba (Caretta caretta) emergió del mar en la concurrida playa de Sant Simó de Mataró, en la costa barcelonesa del Maresme, más arriba de Garraf, con la decidida intención de desovar en la arena. Y lo hizo.
Al parecer la tortuga intentó excavar un primer agujero cerca del agua, pero no le acabo de convencer el sitio, por lo que siguió dando aletazos en la arena avanzando en línea recta hacia un popular chiringuito. Hasta que, convencida de que aquel era el lugar idóneo, ajena a las luces y la música del local, la tortuga empezó a cavar de nuevo un agujero en la arena y a depositar en su interior hasta un total de 173 huevos blancos, algo menores que los huevos de gallina.
El lugar de la puesta se situó a escasos metros del popular chiringuito de playa “El Xiringuitu”, ante la perplejidad de sus clientes y bajo la atenta mirada de su propietario: un amante de la naturaleza que actuó con la máxima responsabilidad, avisando a la guardia urbana y custodiando el lugar hasta su llegada para que nadie molestara al animal.
Tres horas más tarde, sobre las cuatro de la mañana y cumplida ya la puesta, el extenuado reptil enfiló de nuevo hacia la orilla y regresó a las profundidades del mar desapareciendo bajo las olas.
Para entonces, las autoridades ya habían montado un dispositivo de seguridad alrededor del nido evitando la proximidad de los curiosos. A la mañana siguiente, y tras analizar la situación, los agentes rurales y los responsables de fauna de la Generalitat decidieron dejar la mayor parte de la puesta en el propio nido, custodiado día y noche por un equipo de voluntarios que velan por su seguridad.
No obstante, y para garantizar parte del éxito, alrededor de cuarenta huevos fueron trasladados a las instalaciones de cría en cautividad del cercano Centro de Recuperación de Animales Marinos (CRAM) de Premià de Mar, donde se procederá a su incubación. Tras la eclosión de los huevos y la cría de los alevines, los animales, que llegaron a este mundo entre colillas, pilas de hamacas y bajo las luces de un chiringuito, serán devueltos sanos y salvos al mar.