¿Cómo se relaciona que una mujer sea quemada viva por su acosador en un autobús del transporte público en Lima con las esterilizaciones forzadas a miles de mujeres indígenas ordenadas por el gobierno de Fujimori? ¿Cómo de intrincados están los degollamientos de tres mujeres refugiadas en la frontera de Turquía y Grecia con el artículo de un periódico español que da cuenta de ello recordándonos que esto ocurre en el contexto de la inmigración “clandestina” (¡clandestina!) a Europa? ¿Cómo no va a tener que ver que Dilma Roussef haya terminado expulsada del gobierno de Brasil a través de un documento en el que se menciona a Dios un centenar de veces, y que a Judith Buttler la recibieran en el aeropuerto de Sao Paulo con un cartel que decía: “Menos Buttler, más familia”?
¿No vienen de la misma fuente las desapariciones y los asesinatos de mujeres en Juárez, los crímenes de mujeres indígenas defensoras del agua y los territorios en el sur de América y las violaciones masivas y públicas de mujeres por los ejércitos en Guatemala? ¿No viola el Estado, los Narcoestados, las leyes de intangibilidad, los acuerdos con las comunidades indígenas y a la propia Pachamama cuando construye, por ejemplo, una carretera en el Tipnis, esa zona virgen del Chapare, para seguir transportando cocaína? ¿No violan como violan los patrones a las temporeras marroquíes de la fresa en los campos de Huelva después de explotarlas y amenazarlas con despedirlas si no acceden a ser sus botines sexuales?
¿Cómo no va a tener que ver con lo mismo que Kavanagh haya sido confirmado como magistrado de la corte suprema de Estados Unidos después de haber sido acusado por una mujer de tocamientos indebidos y el que por dinero un juez supremo en el Perú, el corrupto Hinostroza, negocie con la violación de una niña una reducción de pena para su violador haciendo gala de su influencia ante sus amigotes? ¿Están tan lejanos el hombre que asesina a sus hijos para castigar a su esposa, y el juez especialista en feminicidios que llama malbicho e hijaputa a una mujer víctima de malos tratos que pelea por la custodia de sus hijos? ¿No nos pone, como dice Paul B. Preciado, el sistema de justicia una polla en nuestra boca contra nuestra voluntad, no nos penetra sin nuestro consentimiento, no son nuestras violaciones las pelis porno de los jueces?
¿Acaso hay una pizca de azar en que Trump y Bolsonaro coincidan tantas veces en que hay mujeres tan feas “que no merecen ser violadas” y en que una manada de amigos salga a las calles para cometer violaciones en grupo y que compartan los videos de su hazaña por el chat? ¿No tiene todo que ver con los insultos que nos lanzan los trolls sin parar a las mujeres en las redes sociales que los jefes del mundo sean también trolls, megatrolls defendiendo la barbarie?
Todo está conectado y se llama patriarcado.