Tres consecuencias de las primarias de Podemos

El pasado uno de abril se proclamaron las candidatas y candidatos de Podemos a las elecciones autonómicas de mayo. Es la última etapa de un largo proceso de primarias internas en el nuevo partido, que comenzó con la Asamblea Ciudadana “Sí se puede” de otoño, en la que las personas inscritas en la web de Podemos eligieron el modelo organizativo y los cargos internos estatales del partido. Después se celebró el proceso de constitución municipal y autonómico y las primarias para formar la lista que se presentó a las pasadas elecciones andaluzas. Es la primera vez en la historia de nuestro país que un partido elige mediante primarias tanto sus candidaturas electorales como las personas que ocupan los cargos internos de la organización e incluso sus Estatutos. Además, las primarias de Podemos están abiertas a toda la ciudadanía, es decir, puede participar cualquier persona que se inscriba en la web de la organización. Más del 70% de los votantes del PP y más del 80% de los del PSOE querrían que sus partidos también eligiesen a sus candidatos mediante primarias abiertas a militantes y simpatizantes, pero las cúpulas de ambas organizaciones no parecen estar por la labor. Más allá de los resultados concretos de cada votación, se pueden señalar tres efectos que las primarias de Podemos han tenido sobre la política española.

Primero, se ha puesto una gran atención pública y mediática en el funcionamiento interno de los partidos, unas instituciones que, pese a tener carácter semipúblico porque desempeñan un papel fundamental en el sistema político democrático, hasta ahora han estado muy poco reguladas legalmnete y en general han sido opacas. Recordemos que uno de los elementos principales de la crisis política que estalló en 2011 era (y es) la enorme desconfianza de la mayoría de la población en los políticos y en los partidos. Podemos ha tomado la arriesgada decisión de crear una estructura partidista innovadora, en la que las primarias son la norma. Sin duda hay elementos criticables en las dinámicas creadas en los últimos meses dentro del partido, pero es innegable que el mero hecho de innovar en la organización interna ha puesto en el centro del debate político la necesidad de que los partidos tengan un funcionamiento democrático, principio olvidado en las últimas décadas a pesar de que está plasmado en la Constitución.

En segundo lugar, la apuesta de Podemos por las primarias ha elevado los estándares democráticos del sistema de partidos español. Mientras en otros países es normal hacer primarias abiertas (en Argentina son obligatorias para todas las candidaturas electorales, por ejemplo), en España apenas se hablaba del tema hasta hace poco. Ahora ha calado en la sociedad la idea de que para que un dirigente o un candidato de un partido tenga toda la legitimidad necesaria, debe haber pasado por un proceso de primarias. Esto explica la elección de Pedro Sánchez mediante votación directa de los militantes del PSOE (pero no los simpatizantes), algo inédito en la historia del partido, o el empeño de Alberto Garzón por celebrar algún tipo de proceso participativo que lo ratifique como candidato a la presidencia del gobierno por Izquierda Unida, aunque ya lo es oficialmente porque nadie consiguió los avales necesarios para disputarle la candidatura. Lo que es más difícil de entender en este marco son episodios como la ruidosa defenestración de Tomás Gómez de la candidatura madrileña, un folclórico ejemplo de vieja política difícil de justificar en un PSOE que quiere hacernos creer que lleva haciendo primarias desde el siglo XIX.

La tercera y probablemente más importante consecuencia del método de funcionamiento interno elegido por Podemos es que se ha erosionado la idea de que un partido eficaz debe ser un partido monolítico, en el que las críticas internas son silenciadas e ignoradas. Desde el debate y la votación de los documentos que rigen el funcionamiento de Podemos, en otoño del año pasado, han sido evidentes las diferencias entre varios sectores del partido sobre el modelo organizativo y la estrategia política, que han producido agrios debates. Como no podía ser de otra manera, muchos medios de comunicación han presentado estas discusiones como irresolubles divisiones internas que, con un poco de mala suerte, llevarían a la destrucción prematura del nuevo proyecto político. Sin embargo, según las encuestas, la ciudadanía percibe a Podemos como el más unido de los grandes partidos. Los enfrentamientos por el liderazgo en el PSOE protagonizados por Susana Díaz y Pedro Sánchez no escapan a los ciudadanos, que sitúan a este partido como el menos unido. Los politólogos suelen decir que una imagen de división interna perjudica electoralmente a los partidos pero estos datos invitan a precisar que los electores castigan las luchas personalistas por el poder, no los necesarios debates políticos que se producen en cualquier organización.

La apuesta de Podemos por la democracia interna es arriesgada. Todo el tiempo, dinero y esfuerzo que se ha dedicado a la organización de esta serie de votaciones se ha quitado de otras tareas más rentables electoralmente a corto plazo, como la difusión de las propuestas del partido. Esto prueba la sinceridad del compromiso de la gente de Podemos por democratizar la política. Para algunos amantes de series como Juego de Tronos o House of Cards y malos intérpretes de Maquiavelo la política es una actividad sucia y despiadada por naturaleza, en la que pisotear a adversarios y compañeros es inevitable. Para esta gente el proyecto de democratizar el funcionamiento de los partidos políticos es ingenuo. Pero creo que dentro y fuera de Podemos somos mayoría quienes pensamos que lo ingenuo es pretender cambiar la realidad haciendo las cosas de la misma manera que se han hecho siempre.