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OPINIÓN | 'El consenso más difícil', por Elisa Beni

El consenso más difícil

El canciller Olaf Scholz deposita flores en el lugar del atentado de Solingen. EFE/EPA/CHRISTOPHER NEUNDORF / POOL

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El encuentro con el migrante es también un encuentro con Cristo

Papa Francisco

No es un tema sencillo aunque sea de los más relevantes para la Unión Europea. Coinciden esta semana el viaje de Pedro Sánchez, unas palabras del Papa y una queja de Feijóo y, de alguna forma, entre todos han escenificado la pléyade de posturas que existen dentro de nuestro país, pero también en la propia UE, sobre la gestión de la inmigración hacia el paraíso europeo. Ser maximalista en esta cuestión puede que sólo indique simplismo. El problema es endiabladamente complicado y la cogestión de los derechos humanos, los intereses económicos y los intereses políticos o estratégicos y de seguridad no son nada que se resuelva con un eslogan o un tuit. ¡Ojalá! Lo que sí parece claro es que resulta inadecuado, imposible e inútil intentar afrontar la cuestión desde una barricada, desde el enfrentamiento o desde la demonización de unos u otros.

No todos vemos la cuestión de la misma forma. Asumamos que todas las posturas pueden tener aunque sea una pizca de verdad en sus argumentos. Digamos que el abanico es amplio y abarca desde la postura de máximos del Papa —no deja de ser graciosa la repercusión que tuvo ayer en ateos y anticlericales sólo porque lo que decía reafirmaba sus posturas— hasta la cerrazón y el manejo del miedo y la xenofobia de Vox. En el intermedio, entre asumir que el mundo lo hizo Dios para que lo habitaran sus criaturas iguales en derechos y dignidad, todos hijos de Dios, y, por tanto, no es ni de unos ni de otros —“Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla” Génesis 1:28— y pensar que los muros y las armas de guerra y las concertinas y las devoluciones tienen que mantener la pureza étnica europea, caben muchas posturas intermedias. Lo estamos viendo incluso en la UE, cuando líderes de signo progresista se ven abocados a escuchar los argumentos de sus votantes para no perderlos en favor de la ultraderecha. Pensar sobre las migraciones es también desarmar los argumentos simples de los neofascistas.

Entre crear barcos-prisión, subalquilar la obligación de asilo y refugio a países pobres y abrir las fronteras a los hermanos de toda la humanidad como Cristo predica hay, desde luego, mucha tela que cortar. Nadie tiene la solución perfecta porque no existe. Las cuestiones de recursos, geopolítica, económicas y políticas se entremezclan con las humanitarias de forma compleja e imposible de deslindar. De ahí el viaje de Sánchez a los países que están conteniendo o pueden contener el incremento de migrantes que huyen del recrudecimiento de la guerra de Mali y de las consecuencias del abandono europeo del Sahel. París cortó el hilo de la unanimidad y dejamos el terreno del que se nutre el yihadismo en manos de los Wagner. La presencia de China y Rusia en la zona africana, su afianzamiento como socios prioritarios, supone también un problema no de menor entidad. La lucha entre las esferas de poder de las potencias se libra también en ese continente, además de en Sudamérica. Muchas personas consideramos innoble e inaceptable pagar a terceros países para contener los flujos migratorios aunque dudo que todos aceptemos la idea de fronteras abiertas con franco paso a todo el que crea que puede vivir mejor en Europa que en su país. Son tantos millones que resulta imposible pensar que podrían tener cabida en nuestro territorio sin convertirlo, a su vez, en un territorio fallido en materia de estado del bienestar.

El problema es muy complejo y no tiene solución unívoca, perfecta y menos fácil. Además de esos motivos de sostenibilidad de nuestro propio sistema de vida y de la posibilidad de asumir llegadas libres y masivas está la cuestión de la seguridad que tampoco es baladí. Esto no va de criminalizar o no criminalizar a los inmigrantes respecto a los delitos comunes que se cometen en el territorio. No entro por innecesario en ese argumento manipulador y xenófobo de la ultraderecha. El problema es otro y Scholz lo acaba de vivir en sus carnes. Un migrante sirio sobre el que pesaba una orden de expulsión mató a tres personas e hirió a otras ocho en un atentado firmado por Daesh. No hay duda de que entre los migrantes se cuelan yihadistas. Sin ir más lejos, en el grupo de sirios refugiados en España en los años 80 tras ser expulsados por sus revueltas contra el régimen, surgió la célula de Barakat Yarkas que colaboró en los atentados del 11S en Estados Unidos y está en el germen de los del 11M en Madrid. El canciller alemán va a reunirse con todos los partidos y todas las regiones para estudiar qué medidas se adoptan. El pueblo alemán se lo pide, como el español quiere ese control de los posibles ataques que los yihadistas podrían repetir en nuestro territorio. Es humano y es racional.

Los intereses económicos dan forma a otra parte de la ecuación. Por una parte porque necesitamos mano de obra para mantener el PIB y el crecimiento de nuestras sociedades y para cubrir puestos de trabajo que de otra manera quedarían vacantes. No menos intereses económicos contrapuestos tienen las mafias dedicadas al tráfico de personas que son los que de toda esta madeja se lucran sin ningún escrúpulo. Así que Sánchez ha ido a intentar frenar los flujos inasumibles mediante la promesa de contratos de trabajo con viaje a Europa fijo-discontinuo, es decir, lo que se ha llamado “migración circular” por la cual los migrantes llegan a nuestro país, trabajan como temporeros legalmente y vuelven al suyo con dinero hasta el próximo contrato. Es una idea. No sabemos si exitosa porque ignoramos cuántos una vez en la tierra prometida volverían a la suya. Algo hay que probar. Feijóo no comparte esta solución pero se va de caña cuando le critica por ir a promocionar España como destino de los migrantes. Hay muchas cuestiones para hacer oposición sin pisar charcos.

Aquí surge otro de los graves obstáculos, la guerra permanente entre partidos en una cuestión que debería ser nacional -miren la reunión de Scholz- a la par que europea. Consensos y no disensos es lo que hace falta adoptar. Así que no está bonito que Feijóo acuse a Sánchez ni que en respuesta Albares acuse a Feijóo. A ver si queda claro que para decir burradas como que “los españoles tendremos que defendernos por nosotros mismos de esta invasión”, ya está Abascal en perfecta sintonía con los Orban y los Trump del mundo. Hablar y llegar a un denominador común sostenido en el tiempo es la mejor forma de afrontar el fenómeno.

Y luego está la urgencia de los territorios. Ni Canarias ni Ceuta con su extensión territorial isleña o casi pueden seguir asumiendo con sus infraestructuras las arribadas continuas de personas migrantes. Andar con cupos y con miserias politiqueras es infame por parte de todos. De este problema de humanidad no se puede querer sacar tajada electoral, dejémosle tal infamia a los infames. Entre tanto movilícense los medios necesarios para aliviar la presión. Este país tiene hospitales de campaña, medios suficientes, capacidad para alimentar y acoger provisionalmente a miles de personas. Úsense. Nadie va a sentirse agraviado porque nuestros impuestos se destinen en parte a auxiliar a los que llegan y de esta forma ayudar a nuestros conciudadanos de esos territorios. Su Santidad ya les ha dicho a los Meloni, a los Abascal y a todos los meapilas de los golpes en el pecho que lo que propugnan es pecado. Ahora los demás hagamos algo más positivo y que no se borre con una confesión rápida. 

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