Las corralas son edificios propios del siglo XVI que se construían para atender las necesidades habitacionales de los ciudadanos venidos de otras partes. Su particularidad estaba en que en cada vivienda se conectaba con las demás a través de galerías o pasillos que también daban acceso a los servicios comunitarios, tales como los patios o los baños.
Hoy difícilmente uno podría imaginar que la metáfora de la corrala fuese aplicable a la Unión Europa del siglo XXI. No porque se nade en la abundancia material, ni mucho menos, sino porque se están rompiendo todos los lazos solidarios que existen y que dan sentido a cualquier comunidad política. Al fin y al cabo, esta Unión Europea está generando de todo menos sentimiento y vida comunitaria. Dirigida por élites económicas borrachas de dinero, la actual Unión Europea se dirige presta a su propia implosión social y política. Y es que se consolidan los ya extendidos derechos económicos de las grandes empresas y fortunas a la misma velocidad que se aniquilan los ya maltrechos derechos sociales y laborales de la gran mayoría. Más que una corrala, la Unión Europea es un enorme centro comercial donde puede quien tiene, y quien no tiene no es.
Ahora bien, hay que reconocer que hay cierto mérito en lograr someter a la mayoría de la población a esa regresiva transformación social operada por las reformas estructurales y a la vez saber evitar los estallidos sociales que, en teoría, deberían generarse. Ese, y no otro, es el mérito de la troika y de esa élite económica que ha diseñado el oscuro futuro de la Unión Europea. Claro que algunos mecanismos están operando en su favor.
El primero es de índole material, dado que los resortes del menguante Estado del Bienestar aún operan como colchonetas económicas que evitan la severa exclusión social de cada vez más grandes sectores sociales. El segundo es de índole ideológica, pues opera en el imaginario colectivo una cierta sensación de que lo que está sucediendo es una necesidad histórica y que no existe alternativa.
Y el tercero es de índole política, y se refiere al soporte político e institucional que tienen las tesis de la troika. Es decir, los parlamentos se alinean con la estrategia apuntada o, de lo contrario, se convierten en obstáculos.
Pensemos en esto último. ¿Puede la troika implantar sus políticas de reformas estructurales con los parlamentos nacionales en contra? Claramente no. Al menos sin entrar en gravísima contradicción con los más superficiales principios democráticos. De ahí uno deba concluir que el previsto desplome electoral del bipartidismo en España sea un riesgo para la troika.
No lo digo yo. Fue el Fondo Monetario Internacional quien advirtió en su informe sobre España que “la situación política parece estable pero la tensión social podría comprometer el esfuerzo de reforma. El Gobierno tiene una amplia mayoría, no habrá elecciones generales hasta finales de 2015 y solo se ha enfrentado a disturbios sociales limitados”. A lo que añadió que “el contexto económico ha reducido la popularidad de los dos principales partidos, lo que podría hacer que el apoyo público a nuevas y difíciles reformas fuera más complicado”.
Lo anterior es reconocer que el soporte político es requisito indispensable para continuar con la agenda de la austeridad. Pero hay, también, nombres y apellidos. La figura política de “los dos grandes partidos” es una llamada al orden a Partido Popular y Partido Socialista. Son los prolegómenos del Pacto de Estado, es decir, de la Gran Coalición a la Alemana o a la Griega. Es la barrera infranqueable que la troika sitúa entre el bien y el mal. El poli malo y el poli bueno unidos por un bien mayor: la estabilidad política, es decir, el eufemismo que traduce al ejercicio de servilismo frente a la troika.
Estabilidad frente a caos. Rigor frente a populismo. Leyes frente al terror. Viejos ejes identitarios que salen a pasear para asegurar que la agenda de la troika se mantiene en vigor. Dicotomías que permiten a los mortales distinguir entre el bien y el mal, entre los responsables y los irresponsables.
Pero hay algo que falla en España. Una Comunidad Autónoma de ocho millones de personas está confrontando con la troika en diversas materias, generando más de un quebradero de cabeza al Gobierno del PP y a la troika. La Comisión Europea ya ha alertado en un par de ocasiones sobre las políticas de la Consejería de Vivienda de Andalucía, cuyas leyes han sido recurridas por el Gobierno del PP alegando que ponen en riesgo el millonario rescate a la banca. Los fondos de inversión pidieron a Rajoy que evitara más leyes de esa naturaleza, insistiendo en que ahogaban el apetito inversor. En definitiva, un hecho constatable es que la llamada por algunos Aldea Gala ha conseguido poner palos en las ruedas de la bicicleta neoliberal. Y eso es, a ojos de la troika, una brecha a tapar.
Andalucía es el terreno de juego de la próxima batalla, y el PSOE una pieza clave a domar por la troika. La alianza que mantienen PSOE e IU no es en absoluto bien vista por la élite económica, pero tampoco por un sector del PSOE que suscribe sus mismas tesis. Las llamadas al orden se suceden cada vez más, y se recomponen viejas tácticas para desestabilizar el pacto.
Lo sucedido estos días en la Corrala Utopía no es sino una pequeña reyerta situada en ese marco político y económico. Hay elecciones generales en noviembre de 2015, pero antes vienen las europeas y las municipales. El terreno debe estar acondicionado, y las obras han comenzado ya. El objetivo no sólo es expulsar a IU del Gobierno sino también criminalizarla. En última instancia se trata de etiquetar a los comunistas y radicales como populistas e irresponsables, quedando de esa forma el terreno libre. Libre, claro, para ser ocupado por los grandes hombres y mujeres de Estado, responsables y pacíficos con la troika.
Pocos análisis han tenido en cuenta estas cuestiones. La mayoría se han limitado a discutir quién tenía el liderazgo más grande o, en su defecto, a alimentar la dicotomía responsables/irresponsables. Y lo cierto es que nadie puede negar que la personalidad de los diferentes líderes juega un papel relevante, especialmente cuando incluso hemos visto a una presidenta utilizar el Boletín Oficial como un diario personal en el que esbozar sus garabatos políticos. Pero, aún con ello, las principales razones detrás de estas desavenencias hay que buscarlas en otra parte.
El PSOE Andaluz es una impresionante maquinaria electoral y mediática que compagina una retórica izquierdista con una acción de Gobierno fundamentalmente socioliberal. Pero las contradicciones no han venido sólo en la gestión de la vivienda pública, donde los modelos entre PSOE e IU difieren radicalmente. El otro caballo de batalla es la reforma fiscal.
El pacto de Gobierno firmado en marzo de 2012 incluyó el compromiso de elevar la progresividad del sistema fiscal, lo que significaba una subida de impuestos a las grandes fortunas y grandes empresas. Sin embargo, el PSOE ha bloqueado y retrasado todos los intentos por llevar a cabo tal compromiso. Es más, incluso ha prometido públicamente a los empresarios que eso no sucederá. El impuesto a las grandes superficies, anunciado por la Consejería de Turismo y Comercio (IU), y apoyado por los sindicatos y centenares de asociaciones sociales y de comerciantes, también fue bloqueado y paralizado por el PSOE. No obstante, la dirección socialista sabe que no puede alargar eternamente la cuestión. Su mejor arma es, precisamente, desactivar el pacto cuanto antes.
Pero la maquinaria del PSOE es también mediática. Las redes clientelares que han tejido en varias décadas también le han permitido consolidar una enorme capacidad de influencia en los medios de comunicación, que se suma a la confluencia de intereses económicos. Y, aquí, todo vale para confundir a la población y llevarla a los ejes identitarios más favorables para la causa. No de otra forma podríamos responder algunas preguntas. A saber, ¿cómo es posible que la simple acusación de la presidenta Susana Díaz fuera elevada a la categoría de prueba por parte de todos los medios? Incluso aquellos que sistemáticamente niegan la credibilidad del PSOE-A al hablar de los ERE estaban más que dispuestos a suscribir toda opinión beligerante que tuviera como blanco a IU. Pocas veces tantas tertulias, editoriales y reportajes han sido tratados con tanta asimetría informativa. En general la opinión oficial del PSOE-A, que no pasaba de un pobrísimo y facilón argumentario sobre prioridades en la atención social, fue convertida en sentencia. Y después de eso sólo quedaba determinar el castigo.
La crisis política no ha terminado. Más bien acaba de comenzar. Pero no tiene tanto que ver con las pugnas de liderazgos individuales como con un tablero de juego político en el que la colocación de las piezas a tiempo es ya media victoria. Y la troika también juega, incluso haciendo creer a otros que ellos son los jugadores. Es la mejor habilidad del estratega brillante.