Lo confieso: yo, Isaac Rosa, he pagado comisiones ilegales. En negro, a veces en metálico, otras enmascaradas como donaciones o con factura falsa. En sobres y en cuentas suizas. He contribuido generosamente a la financiación ilegal de un importante partido. Y puedo señalar a amigos catalanes que han pagado mordidas para financiar a otro partido. Digo más, no solo he pagado comisiones: también viajes, vacaciones, comidas, regalos, fiestas. Hasta “volquetes de putas”. Lo confieso, fui yo.
Tú también. Sí, tú, no mires para otro lado. Venga, confiesa: entre todos hemos pagado hasta la última comisión, mordida, financiación ilegal y juerga que llenan periódicos y sumarios judiciales. Dice la prensa que fueron las constructoras, los beneficiarios de concursos públicos, las grandes empresas, pero nada de eso: hemos sido nosotros, todos, yo el primero.
Por lo que ya sabemos, las comisiones por conseguir grandes concursos han sido una rutina en ciertas administraciones. No es que una empresa se presente a un concurso y luego por sorpresa tenga que soltar un pellizco extra bajo la mesa: es que ese pellizco ya debía de estar contemplado en el presupuesto inicial. Es la costumbre. En las grandes obras hoy bajo sospecha, las mordidas deben de ser un apunte contable más: “15% para cemento, 30% de mano de obra, 8% de gastos financieros… y un 3% para mordidas, regalos y putas”. Como además la costumbre es incumplir lo presupuestado por la vía del alegre sobrecoste, aquel 3% lo acabas recuperando. Si firmas una obra por 100 millones, y al final la entregas por 150 o 200, la mordida se diluye hasta desaparecer.
Ahí está el caso de Convergencia: dicen que Ferrovial pagó comisiones del 3% y hasta el 4%, pero nada de eso. Las pagasteis los catalanes, todos. El dinero que iba y venía era siempre dinero público: concesiones de obras que pagasteis hasta el último euro y más allá, porque en todos los casos había sobrecostes. En el juicio del Palau han salido a la luz dos grandes obras, la Ciudad de la Justicia y la línea 9 de metro, concedidas a Ferrovial. La primera iba a costar 266 millones y acabó en 380. En cuanto a la línea 9, mejor no hablamos. Como para dolerse de una comisioncilla inicial.
Si miramos al PP, lo mismo. Ya lo vimos en su día con las constructoras de los papeles de Bárcenas: FCC, OHL y Sacyr. Entre las tres, 6.600 millones de euros en concursos ganados mientras “donaban” al PP. Obras públicas que pagamos nosotros (comisiones incluidas), y que sin excepción acabaron en sobrecostes, porque en España la obra pública funciona así: te presentas al concurso con una oferta temerariamente baja, te la conceden, empiezas a mover tierra y al año le pasas a la administración un “modificado” porque vaya por dios, el presupuesto inicial se queda corto, y no vamos a dejar la obra a medias. Al final la mordida no es que te salga gratis: es que te sale a devolver.
Otra más: los hospitales madrileños, el pelotazo de la sanidad donde también se sospecha financiación ilegal. Construías el hospital y te quedabas con la concesión. Y después de que Aguirre lo inaugurase, te aprobaba de tapadillo un extra por sobrecostes de obra y una subida del canon.
De modo que no, ni Ferrovial ni las otras constructoras pagaron comisiones a Convergencia o al PP. Iban incluidas en el presupuesto, eran un gasto más, como las grúas, las cotizaciones sociales o el material de papelería (sobres incluidos). Todo lo pagamos nosotros. Lo confesamos.