Dice el humorista y presentador Andreu Buenafuente: “Si el mundo fuera normal, la mayoría sería de izquierdas, sin acritud. Buscarían la justicia social, oportunidades para todos, salud, educación”. Pues sí, eso es ser de izquierdas, ni más ni menos. “Pero el mundo”, añade, “nunca fue normal”. Tan poco normal es este mundo que, por el contrario, ataca a quienes tienen esas justas aspiraciones. De hecho, una mayoría de derechas ha inventado para esas personas un término de intención ofensiva: buenista. Como deja claro la escritora Elvira Lindo en un reciente artículo, lo que esa derecha gusta de ridiculizar es a quienes quieren un mundo que combata la xenofobia, la guerra, la destrucción del medio ambiente, la codicia, el exterminio de especies y de sus individuos, la desigualdad económica, la exclusión social…
“Ay, estos buenistas que no comprenden que la única vía es el ataque militar”, dice Lindo, y pareciera que transcribe a esa Cospedal que ha ido a hacer un mal negocio a Washington. Malo porque es el negocio de la guerra: la ministra de los ejércitos se ha comprometido a doblar en siete años el gasto español en Defensa, hasta alcanzar el 2% del PIB, el mayor presupuesto militar desde que el jefe era el Caudillo. Y malo también porque es el negocio de Trump: James Mattis, su secretario de Defensa, amenazó con “rebajar el apoyo” de Estados Unidos si “no se respalda el sistema de defensa común”, y ella le dijo sí, bwana. Sin más; sin arte ni para la guerra. Nombrándole embajador, el PP había enviado de avanzadilla a Morenés, ex ministro de Defensa, que seguro que también llama buenistas a quienes repudian el que siempre ha sido su negocio: el de las armas, incluidas las bombas de racimo que arrasan poblaciones y matan a civiles, incluidas las minas antipersona que arrancan brazos y piernas a los niños más pobres. Estos buenistas…
En las filas de la patológica obsesión de Trump por aumentar las dotaciones y el presupuesto militar ya se han cuadrado sin rechistar –siniestros, esperpénticos- Cospedal y Morenés (a quien Unidos Podemos ha solicitado que comparezca en el Congreso para dar cuenta de sus trabajitos). Para algo que debiera honrarnos, que es el hecho de ser el tercer Estado europeo, tras Luxemburgo y Bélgica, que menos recursos destina a la paranoia defensiva, nos sumamos a la carrera armamentística del matón Trump: este Gobierno es un chiste de un humor tan negro que ya lo quisieran Cassandra o Zapata para sí. A Trump no le tiembla el pulso del botón rojo para recortar en programas que alimentan en escuelas a 40 millones de niños de países pobres (consiguiendo, por ejemplo, escolarizar al 100% de los niños de algunas zonas de Etiopía) y desviar esos fondos a Defensa. A Trump no le tiembla el pulso del botón rojo para recortar las partidas presupuestarias destinadas al arte, la cultura y los medios públicos como radio y televisión, y desviar esos fondos a Defensa. Ese es el perfil del monstruo.
Y los nuestros no solo se arriman al monstruo sino que ratifican su monstruosidad. A quienes hayan llegado leyendo hasta aquí me veo en la obligación de advertirles de que las palabras con las que la ministra defendió al salir del Pentágono el aumento del presupuesto bélico español pueden herir la sensibilidad, a poquita que se tenga: “Si no tenemos garantizada nuestra defensa y nuestra seguridad da igual tener garantizado el subsidio de desempleo o la sanidad pública o la mejor educación porque lo primero que necesita un país es seguridad”. No, no han leído mal: es Mariadolores a saco, Mariadolores a lo loco, Mariadolores a la diferida y a la simulada, Mariadolores trabajando para seguir saqueando el país, Mariadolores la filósofa castrense, la política comprometida con esos Estados Unidos que bombardean civiles en Mosul.
Por supuesto, si el mundo fuera normal se escandalizaría con las palabras de Cospedal. Considerar que una discutible, si no falaz, seguridad -que además conlleva un elevadísimo gasto público y no se caracteriza precisamente por la transparencia en sus ya de por sí repugnantes transacciones- es prioritaria frente a la educación, la sanidad o el desempleo, da cuenta de la catadura política y moral de esta ministra y del modelo de sociedad que defienden ella y los suyos: el PP, Morenés, el amigo americano Trump y Mattis, brazo armado del amigo americano. Si el mundo fuera normal consideraría que una sociedad que cubre derechos básicos como la educación, la sanidad y el empleo necesita menos armas porque sabe también defenderse con la fuerza del conocimiento, la energía de la salud y el vigor del trabajo. Estos buenistas…
España necesita esos 14.000 millones en gasto militar que Cospedal, encomendándose al diablo, ha comprometido con Trump. Pero a Mariadolores la españolista las necesidades de España le dan igual. Como le da igual alistar a nuestro país en las peores, más chusqueras y más peligrosas filas del mundo. La derecha es así. La derecha, que saquea las arcas públicas desde la más escandalosa corrupción, no quiere, sin embargo, ser gorrona en la OTAN. Qué honesta es la derecha. Qué mundo propone tan distinto a ese otro de paz y justicia social, de oportunidades para todos, de salud y educación, que Buenfuente llama, simplemente, “normal”. Estos izquierdistas… Estos buenistas…