La derrota del Partido Socialista en las elecciones de Galicia y del País Vasco es incuestionable. Es un resultado muy malo para nosotros, se mire por donde se mire. Y efectivamente, vamos a reflexionar sobre ello. Como hemos dicho públicamente, vamos a hacerlo sin buscar excusas, pero sin perder la serenidad.
Dicho esto, un par de observaciones para dar a las cosas su verdadera dimensión:
a) En España hemos adquirido el mal hábito de hacer que en cada elección autonómica se ponga en juego toda la política nacional. Es una tentación en la que todos hemos caído muchas veces, pero no es así en los países con Estados descentralizados (federales o no), y no es sano que sea así. Los ciudadanos al votar tienden cada vez más a responder a la pregunta concreta que les hacen las urnas, y se atienen al contenido específico de la elección. Bueno sería que los políticos y los medios de comunicación empezáramos a hacer algo parecido.
b) Perder las elecciones en el País Vasco y en Galicia ha sido históricamente lo más habitual para el Partido Socialista. En 2005 pudimos gobernar en Galicia en una coyuntura política excepcionalmente favorable para nosotros, e igualmente excepcional fue el resultado del PSE en las autonómicas de 2009. Con el resultado de este domingo se vuelve, de alguna forma, a la situación que se ha producido en más ocasiones: el PP gana en Galicia y el PNV en Euskadi.
En todo caso, es cierto y está claro que en esta elección y en el retroceso socialista han pesado no sólo la política vasca y gallega, sino factores de política general, y no podemos ni queremos ignorarlos.
Lo cierto es que lo ocurrido este domingo en Galicia y Euskadi no es sustancialmente diferente a lo que viene ocurriendo en España desde que las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2011 iniciaron un nuevo ciclo electoral, en el que aún estamos.
El PSOE ha recibido un duro castigo electoral durante la crisis, y sobre todo durante la última fase de la anterior legislatura, cuando el espejismo de una incipiente recuperación económica se convirtió en una recaída gravísima. Muchos ciudadanos que habían venido votando socialista dejaron de hacerlo. En las elecciones generales, más de cuatro millones y medio de votantes del PSOE se distanciaron de nosotros. Una crisis electoral que nació de una crisis de confianza hacia nuestro partido.
¿Esa confianza se puede restablecer? Claro que sí; de hecho, muchos de esos votantes están deseando que les demos buenas razones para volver a confiar en nosotros. ¿Se puede conseguir en unos pocos meses? Claro que no: exige tiempo, mucho trabajo y, sobre todo, mucha sinceridad y mucha lealtad hacia ellos, especialmente hacia los que lo están pasando mal, que por desgracia son cada vez más.
Seamos honestos, no hay atajos. Lo que la sociedad quiere ver en nosotros es un triple compromiso: un compromiso con el interés de España (que en este momento pasa sobre todo por la salida de la crisis), un compromiso con las personas y las familias que sufren la crisis y un compromiso con un proyecto socialdemócrata renovador y renovado.
Recuperaremos el voto de la mayoría cuando la mayoría vuelva a desear que el PSOE vuelva al Gobierno; y sabemos que para eso no es suficiente que el PP lo haga tan mal como lo está haciendo; nosotros tenemos que hacerlo bien.
Vamos a reflexionar sobre la derrota; pero haría bien el PP en reflexionar sobre su victoria en Galicia y no caer en la fácil tentación de tomar ese resultado como un cheque en blanco para seguir haciendo sufrir a la gente sin que nada mejore.
Las responsabilidades no se toman para abandonarlas en cuanto aparecen los problemas. Este es un tiempo difícil, lo sabíamos desde el principio. Pero trabajamos para reconciliarnos con la España progresista y ganar las próximas y trascendentales elecciones europeas, que abrirán en 2014 un nuevo ciclo electoral.