La pasividad alemana ante el hundimiento de la eurozona no es sólo motivo de queja entre los países periféricos de la UE. Esta semana The Economist ha propinado a Berlín una patada con mucho sentido del humor con su portada: el barco mundial se hunde y alguien pide a Merkel que se decida de una vez a encender los motores.
El diario económico aleman Handelsblatt respondió con la imagen de la derecha. Es otra broma, pero que dice mucho de la psicología política alemana: la culpa siempre es de los otros. El buque de la economía mundial se hunde sin remedio por culpa del peso muerto de España, Italia, Francia, Grecia y EEUU. En la superficie, el ministro de Hacienda Schäuble pregunta a Merkel: “¿Dónde están nuestros amigos, Angela?”. “Demasiado profundo para tirarse”, responde la canciller (un doble sentido con la frase “too big to fail”). more
Berlín continúa negándose impertérrita a aceptar una idea muy extendida en el resto de Europa y EEUU. La obstinación germana en no aceptar que los problemas de la eurozona provienen de su fallido diseño estructural (y no tanto del supuesto carácter manirroto de esos perezosos del sur) sólo está contribuyendo a agravar la crisis.
El que no sepa nadar que se hunda. No cuenten con nosotros para salvarles. El que 'no hable alemán' (es decir, el que no se comporte con la tradicional austeridad alemana a la hora de gestionar las cuentas públicas) que pague por sus pecados. ¿Eurobonos? Inaceptable, los manirrotos volverían a su adicción al dinero fácil.
Nuño Rodrigo, de Cinco Días, plantea en este artículo una hipótesis preocupante. Alemania no está preocupada ante el peor escenario posible de la ruptura de la eurozona porque cree que saldrá bien parada de ese caos. Por eso, en este 'chicken game' en que se ha convertido la política europea (todos retan a los demás a ser los primeros en girar el volante y evitar el choque frontal), Berlín se limita a dejar que el tiempo vaya pasando a la espera de que sus socios entren en razón.
El problema es que los alemanes parecen renunciar a cualquier idea de culpabilidad. Han pasado muchas décadas soportando acusaciones de todo tipo sobre su responsabilidad en las dos guerras mundiales del siglo XX y ahora creen que se ha acabado el tiempo de pedir disculpas por ser el país más poderoso económicamente de Europa.
Y como el matón del colegio que cree que son los demás chicos los que le provocan con su simple existencia, se extiende en Alemania la idea de que son los demás los agresores. El columnista conservador de Der Spiegel Jan Fleischhauer escribe que Alemania es en realidad una víctima de los manejos de países que no se han acostumbrado a dejar de vivir por encima de sus posibilidades:
Lo que de verdad molesta a Fleischhauer, como a toda la derecha alemana, es que Francia continúe a su ritmo sin verse aquejada por la crisis con la misma dureza que otros países de la UE y sin haber atravesado la cura de austeridad que los alemanes se autorrecetaron en la década pasada.
Para mayor descaro, Hollande acaba de recuperar la jubilación a los 60 años. En realidad, no es una medida general. Sólo afecta a menos de 200.000 personas, aquellos que han trabajado desde los 18 años y cotizado durante 41, pero el problema es que Francia es ya un mal ejemplo para los países mediterráneos a los que se está exprimiendo para que retrasen la jubilación.
Si al menos Francia entrara en razón, los demás países periféricos se quedarían sin opciones de perturbar a Berlín. ¿Creerá Alemania que la eurozona sólo sobrevivirá si todos interpretan su partitura y que en cualquier caso si se rompe, no sería un drama porque siempre puede formarse una eurozona del norte con una Francia reformada como única invitada? Es una posibilidad que habría que empezar a considerar.