Defender la alegría como una trinchera

16 de agosto de 2024 22:10 h

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Avanzo por los gritos de los medios y las redes sin mayor detenimiento y recalo en un estudio que se está realizando para “desentrañar los secretos de los superancianos”. Dicho sea con todo el cariño, el sumario tiene ese punto habitual de paternalismo con el que se habla de “nuestros mayores” sin tener relación alguna con la inmensa mayoría de ellos. A saber: “Un equipo de neurocientíficos estudian qué tiene de especial este privilegiado grupo de mayores de 80 años que, sin embargo, tienen una memoria similar a la de una persona de 50: un fenotipo raro que puede ser clave a la hora de comprender qué ocurre en nuestro cuerpo con la edad”. Ese equipo está en Madrid y forma parte de esa tendencia investigadora del envejecimiento en busca de mejoras para la salud. El cerebro se atrofia con la edad, dicen y con otros factores, claro está. “La hormona del estrés es muy tóxica para el hipocampo” (...) “Altos niveles de estrés producen disminución de la habilidad de memoria”, añaden y esto es un factor interesante.

Así que hoy, en el fin de semana más en blanco del año, en medio de agosto, en las ciudades del interior sobre todo, habrá que hacer una pausa para reflexionar sobre ello o ni siquiera para eso. En las ciudades digo, porque en los pueblos hay muchas fiestas según nos cuentan en las teles.

Constatemos, de entrada, cómo el modo de vida actual atrofia el cerebro desde los primeros estadios a poco que no se espabile para librarse de ese manto de frivolidad regido por la ley del mínimo esfuerzo. Pero no dudamos en absoluto que el estrés empeora cualquier diagnóstico.

El odio diseminado sobre la sociedad -abrazado con fruición por grandes capas- hace estragos ya también sobre el bienestar. Es difícil sustraerse a la indignación que producen múltiples atropellos en torno a nosotros. Aquí y más lejos frente a nuestra impotencia, y la falta de respuestas.

No podemos ignorar males que nos aquejan pero sí afrontarlos de otra manera. Dejar la mente en blanco, o llena de música y belleza, un rato al menos para retomar fuerzas, suele funcionar. Priorizar. Relativizar. Saber por qué te levantas cada mañana, para quién o para quiénes. Para ti, también. Si el cuerpo duele es porque estás vivo, a partir de cierta edad lo recuerda a menudo. Incluso para los periodistas y personas dotadas de conciencia, las noticias han de abordarse con cierta distancia y sin agotar las reservas de energía disponibles.

En breve regresarán todos con el espíritu habitual, hasta quienes se han quedado de guardia para abofetear nuestra inteligencia seguirán en la tarea. Hay que fortalecerse, ensayar otro nivel de análisis cuando se pueda. Imposible con las grandes tragedias, empezar con las que todavía tengan remedio. Hay vocablos que disparan los nervios hasta hacer saltar los cables: Ayuso, madrileños, Cuca y el resto de los más innombrables aún, y no digamos ya los grandes depredadores internacionales de la moral. Exigen otro tratamiento. Si es posible.

A modo de ensayo atendamos no ya a un diamante en bruto, sino a un tormo de lignito en bruto del periodismo y quién sabe si en su día, de la política del PP. Se quedó trabajando en la capital una muchacha para informar en Telemadrid del gran acontecimiento de la festividad de la Virgen de la Paloma.

Se llama Mónica García e inicia la entrevista a Ayuso con un saltito de gusto mientras inquiere de la mandataria una sagaz cuestión: “Qué le pide la presidenta regional a la Virgen de la Paloma”. Ayuso, con el mismo arrobo y todo su cinismo, responde que le preocupa la soledad de las personas mayores. Una oportunidad de oro para buscar respuesta al papel de Ayuso en lo ocurrido con 7291 ancianos en las residencias. Pero la reportera García no está para eso, sin inmutarse, pasa a preguntar por la repercusión de la política fiscal en Catalunya. Alguien le ha chivado que era oportuna y no el dumping fiscal de Madrid para favorecer a los ricos. Luego los trenes, vale. Y después lo lleno que está Madrid. Que por cierto es mentira. Ejemplar.

Resulta que yo misma he incumplido mi propia norma de palabras innombrables. Todo sea porque ni “ella”, ni la reportera de Telemadrid alcancen mayores cometidos en la vida pública, que ya vamos servidos.

Del racismo social y periodístico desatado contra el padre de Lamine Yamal también habría que hablar un poco. Le llamaron “sujeto” a la víctima al detallar sus heridas en la misma noche de los hechos. Ha sido masivo recordar antecedentes de “su mal carácter y ”de su violencia“ por atacar una carpa de Vox donde se insultaba a su hijo. Al final resulta que los españoles de bien, después de tirarle agua desde el balcón cuando paseaba, le citaron en encerrona por la noche para apalearle y apuñalarle, según informa La Vanguardia. Está vivo y se recupera, le han dado ya de alta hospitalaria. Tiene un hijo envidiable, envidiado. Felicitémonos con la esperanza de que, siquiera unos cuantos racistas de mierda, recapaciten.

Pero ya vamos mal. Es difícil sustraerse a las reacciones que desatan las injusticias y, sin embargo, hay que seguir intentándolo.

Tengo toda la mañana en la boca el poema de Mario Benedetti al que recurrir cuando se necesita. Es perfecto:

“Defender la alegría como una trinchera

defenderla del escándalo y la rutina

de la miseria y los miserables

de las ausencias transitorias

y las definitivas

 

defender la alegría como un principio

defenderla del pasmo y las pesadillas

de los neutrales y de los neutrones

de las dulces infamias

y los graves diagnósticos

 

defender la alegría como una bandera

defenderla del rayo y la melancolía

de los ingenuos y de los canallas…

 Completa aquí. https://www.poemas-del-alma.com/defensa.htm

 

 A veces la alegría está en una llamada, en una mano, una música, un propósito, un logro, en la esperanza…