Hasta la constitución de las Cortes, el 17 de agosto, todo lo que se diga y se oiga, incluso todo cuanto se haga o parezca que se hace, será champán y confeti; muy divertido, tremendamente vistoso y vistosamente colorido, pero tan banal como irrelevante y al día siguiente, además, te duele la cabeza y hay que limpiarlo. Ese día en mitad de la canícula, en la Carrera de San Jerónimo, sabremos de verdad de qué va cada cual y hasta dónde están dispuestos a llegar. Hasta entonces, relax y disfruten del espectáculo. El momento de la “política Amazon” -quiero un gobierno para esta tarde- pasó. Es la democracia, amigo.
En medio de tanto jolgorio y tanto esfuerzo por ver si colocan un titular, si no quiere que le coman la cabeza, manténgase fiel al principio Grissom (CSI): lo que digan las pruebas y sólo lo que digan las pruebas. Aunque muchos políticos crean que no, las leyes de la matemática y la física también rigen en política. Hay algunas certezas que no van a cambiar de aquí al 17 de agosto.
Alberto Núñez Feijóo ha ganado las elecciones pero tiene casi imposible sumar mayoría para gobernar, ni dentro ni fuera de la Constitución. Eso no afecta a su derecho a intentarlo y ser el primero en hacerlo. Se equivocaría Pedro Sánchez si intentase forzar el orden de la investidura. La decisión corresponde al ganador. Es una ley de la democracia.
Pedro Sánchez ha quedado segundo a 16 escaños y un punto en voto, pero sí puede llegar a tener los apoyos y los socios para resultar investido presidente. Si Feijóo fracasa o renuncia, la obligación democrática del candidato socialista es intentarlo. Es otra ley de la democracia. Si el ganador no suma mayoría, el siguiente tiene derecho y debe intentarlo. El primer resultado de una investidura fallida no puede ser repetir elecciones. Los ciudadanos ya hemos votado. Corresponde a nuestros representantes pactar mayorías, no devolvernos el problema para que se lo arreglemos.
Nadie tiene la llave de nada y todos tienen la llave de todo. Todos los votos de sus señorías cuentan y todos son necesarios. Todos afrontan la misma elección: bloquear o gobernar con o dejar gobernar a Pedro Sánchez. Las razones de cada uno para elegir serán legítimas, pero esa es la elección, no hay otra, y las decisiones de cada uno tienen consecuencias, que diría John Wick.
Siendo la cuarta fuerza política de Catalunya y sumando menos de 500.000 votos, tras haber perdido más de cien mil respecto a 2019, Junts no puede sentarse a una mesa reclamando negociar la autodeterminación. Le falta legitimidad democrática porque no le respalda la mayoría social necesaria. Al otro lado de la mesa se sienta un PSC que le triplica en votos. Puede decirlo, pero no puede hacerlo. En política la realidad importa y los resultados definen los límites, no la voluntad de quien los gestiona.
Coalición Canaria ha gobernado con el PP y con el PSOE. Su contradicción con Vox es existencial, mientras que con Sumar es solo ideológica. Asignarla automáticamente al lado del PP porque gobiernan juntos en Canarias es simplemente desconocer la historia de CC. Escogerá lo que más le convenga. Seguramente librarse de su socio en Canarias para, quién sabe si gobernar en solitario con el apoyo socialista sea una tentación difícil de resistir. Nada personal, sólo política.