Derecho a techo
No, señoras y señores de las derechas, el mercado no lo arregla todo. Con la vociferante Ayuso a la cabeza, pontifican ustedes que la intervención pública en el mercado de la vivienda no lograría contener o reducir los desorbitados precios del alquiler o la compra de un piso por parte de nuestros hijos. Auguran que, al contrario, los subirían. Y yo me digo: ¿ha conseguido la política de Laissez faire, laissez passer, le monde va de lui-même de la señora Ayuso rebajar o, como mínimo, moderar esos precios? La respuesta es obvia excepto para los sin duda numerosos fans de la reina del vermú: un no clamoroso.
Las derechas se jactan de gobernar la mayoría de los ayuntamientos y comunidades autónomas de España, pero no he leído en ningún lugar que en Madrid, Málaga o Valencia hayan bajado los precios del sector inmobiliario. Más bien al contrario. Y son, precisamente, los ayuntamientos y las comunidades autónomas los encargados de gestionar directa y casi exclusivamente este asunto, algo que a mí siempre me ha parecido arriesgado. No veo incompatible la descentralización y hasta el federalismo con que el Gobierno central se reserve competencias ejecutivas ante crisis en la sanidad, la educación y la vivienda.
Ayuso se pavonea incluso de no aplicar en Madrid la Ley de Vivienda aprobada por el Parlamento español el pasado año. ¡Caramba, un partido de los de la ley y el orden jalea la insumisión, el desacato, la rebeldía ante los representantes de la soberanía nacional! Supongo que será porque aquello de “la ley es la ley y todos estamos obligados a cumplirla” solo vale para los catalanes.
Participé el domingo en la manifestación ciudadana que reunió a decenas de miles de madrileños en defensa del derecho constitucional a una vivienda digna a precios accesibles. Soy padre de dos hijas que, pese a tener empleo fijo y un sueldecillo decente, no pueden alquilarse un apartamento de 30 metros cuadrados en la capital de España, ya no digamos comprarlo. Así que, a la altura de Cibeles, saludé con cariño a una joven que caminaba con la cabeza cubierta con una especie de caseta de perro hecha con cartón. “El único techo que me puedo permitir”, decía la pancarta con la que se explicaba la chavala. Pues sí, les he escuchado frases semejantes a mis hijas en los últimos años.
Señoras y señores de las derechas, el mercado no está remediando la crisis de la vivienda en España, ni lo va a hacer. Y, créanme, este sí que es un problema muy real a la par que muy grave, una angustia que afecta a la vida cotidiana de millones de jóvenes y a la de sus padres. La crisis de la vivienda no es una de esas trolas ideológicas, imaginarias, absolutamente fantasmales que ustedes ponen sobre la mesa del debate público. Como que ETA está más viva que nunca -menuda majadería- o la amnistía va a romper España.
Esta crisis es de las que afectan a las cosas del comer y precisa de una intervención urgente y masiva del Estado español. Para combatir la epidemia de pisos turísticos. Para poner límites a los alquileres. Para promover la construcción inmediata de cientos de miles de viviendas sociales. La premura y la intensidad de tal intervención debe corresponder a la de un estado de emergencia nacional. Porque si el covid amenazaba de muerte a nuestros compatriotas de más edad o vulnerabilidad, la imposibilidad de conseguir un techo propio arruinará las vidas de nuestros jóvenes y amargará el último tramo de la de sus padres. ¿Quién puede salir de casa de los viejos, quién puede compartir su vida íntima con su pareja, quién puede tener hijos si un zulo cuesta más de 1.000 euros?
Ahí es donde el Gobierno de Pedro Sánchez se la está jugando. No es descartable que la indignación de la manifestación del domingo termine dando paso a un nuevo 15M de huelgas de alquileres, sentadas en las plazas y marchas continuas, una protesta que apuntillaría la tambaleante mayoría gubernamental. Hablé con bastantes de mis compañeros de marcha y no esperaban nada de las derechas. Sabían que su naturaleza es estar con los multipropietarios, con los fondos buitres, con los millonarios venezolanos. Por eso son las derechas, ¡carajo!
Pero de un Gobierno que dice compartir la idea de que la vivienda no es solo un negocio para algunos, sino también un derecho para todos, esperan más, mucho más. No meros bonos de ayuda al alquiler que terminen embolsándose los arrendadores a la par que siguen subiendo las tarifas. Esperan, por ejemplo, el impulso de un colosal parque publico de viviendas dignas a precios justos. Lo decía uno de los mensajes del domingo: “Sois Gobierno, dejad de tuitear”.
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