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Los derechos perdidos y el Gobierno progresista

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.

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La constante vigilancia es el precio de la libertad"

G.K. Chesterton

Las libertades y los derechos se pierden en un santiamén y recuperarlas se convierte en una batalla sin cuartel. Ese es el motivo por el que la ciudadanía debe resistirse como gato panza arriba a los ataques a sus derechos fundamentales encubiertos con la piel del cordero de la seguridad u otra aparentemente benéfica. 

Viene esto a cuento por la campaña que las derechas están estableciendo para acusar a Sánchez de haber vendido y humillado a la policía y la seguridad para pagarle un peaje a Bildu y conseguir su anuencia en una votación de los presupuestos. ¡Ja! Miren que he sido y soy crítica con los vaivenes ideológicos del actual Gobierno y con los virajes de 180º en sus afirmaciones o promesas cuando tocaba conseguir unos votos —¡aún me da lástima Montero negando ningún cambio en la financiación de Catalunya una semana antes del acuerdo!—, pero en este caso es una manipulación decir lo que se está diciendo. En esto de la abolición de la nefasta reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana aprobada por Rajoy —bautizada con motivo como Ley Mordaza— Sánchez no se ha plegado a nada, a Sánchez le han arrancado sus socios lo que motu proprio debería haber dado nada más llegar al Gobierno contando con una mayoría para ello. Así lo llevaba en su programa electoral el PSOE hasta las últimas elecciones en las que desapareció. Toda huella de la malhadada reforma de Rajoy debiera haber desaparecido hace años.

Una de mis primeras decepciones con el Gobierno progresista fue esta y así se lo conté ya hace seis años —Los principios no tienen precio— porque me parecía y me parece que no había prisa bastante para que se recuperaran los mínimos de libertad y respeto a los derechos humanos que habían sido recortados por los gobiernos de Rajoy y que tanto se habían atacado, con razón, desde la oposición. No fue así. No sé si por la nefasta decisión de agraciar con el ministerio del Interior a un tipo como Grande-Marlaska, ni progresista ni demasiado respetuoso con ellos en su actuar anterior, o porque cuando uno llega al poder se le pasan las ganas de retrotraer las cosas al estado anterior. 

Veamos el caso de la prohibición de las devoluciones en caliente que el Gobierno Rajoy intentó legalizar en una reforma realizada en 2015. El TEDH condenó a España por ello en 2017 y, siendo que el Gobierno progresista de coalición PSOE-Podemos se constituye en junio de 2018, ¿no podían haberse puesto manos a la obra para enmendar el paso de la derecha por este campo que afectaba al derecho de asilo? No lo hicieron. No sólo no lo hicieron sino que Marlaska mantuvo el recurso de España para defender las devoluciones en caliente hasta que la Gran Sala del TEDH varió su doctrina, en una controvertida sentencia, para de alguna forma avalarla. ¿Significa ese espaldarazo que el Gobierno más progresista de la historia estaba en el buen camino? No deberían de haber seguido por esa vía, cuando en la oposición decían lo contrario, cuando las organizaciones de derechos humanos o CEAR siguen propugnando la ilicitud de tales devoluciones que no permiten comprobar si hay merecedores de asilo entre los llegados. Que tenga que ser ahora Bildu quien arranque la promesa de volver a donde se estuvo no habla mal de Bildu precisamente. 

La derogación de las partes de la ley mordaza más sangrantes, ni siquiera de todas, también ha tenido que ser arrancada por Sumar a los socialistas que la denostaban. No veo ahí cesiones sino vuelta a unos principios de los que no se debió salir. Muchos pensábamos que precisamente ese regreso a las libertades y derechos perdidos sería la primera tarea tras la llegada de las izquierdas al poder. 

Otra cuestión de la que ni siquiera se debate: la prisión permanente adjetivada “revisable”. Cuánto no nos batimos contra lo que nos pareció una aberración de la derecha que inhabilitaba el mandato expreso del artículo 25 de la Constitución. No sé si se acuerdan pero fue el propio PSOE el que presentó el recurso de inconstitucionalidad contra la norma. A pesar de que en 2021 un TC de mayoría conservadora la ratificó ¿qué pasó que no se derogó en esos cuatro años o incluso después? ¿Qué ata a un gobierno progresista con una pena que ataca el principio de resocialización y de reinserción? ¿Cómo es que ahora se sienten tan cómodos con ella? Supongo que porque les parece impopular quitarla y entonces deberíamos perdonar que al PP le pareciera popular instaurarla. Populismo punitivo en ambos casos. 

Con todo esto sólo quiero denunciar que una vez se produce el avance hacia un estado más policial, su reversión es muy compleja. Por eso me preocupa ese decretazo obtenido, de nuevo, por Grande-Marlaska que obliga a hoteles, apartamentos, alquiladores de coches y otros a recabar un número ingente de datos de los ciudadanos para incluirlos en bases de datos policiales. Que la policía tenga que tener nuestros teléfonos, el número de nuestra tarjeta, nuestro email, el número de cuenta, el número de soporte de nuestro DNI y tantas otras cosas reunidas es una pasada pero que además se obligue a los hoteles a guardar ellos mismos esos datos, de forma no segura, durante tres años puede dar lugar a una desprotección gigantesca de unos ciudadanos a los que se dice querer proteger contra el terrorismo y el crimen organizado. Mal papel hace el ministro del gobierno socialista en pretender restringir el derecho a la intimidad en un país que ha acabado con el terrorismo sin necesidad de tales desmanes y peor papel en la lucha contra el crimen si da pie a que un hackeo a una cadena hotelera ponga en manos de los criminales datos tan sensibles. Ahora parece que han frenado la entrada en vigor porque desde el sector turístico, incluido el europeo, estaban escandalizados. Yo no sé que sirocos le dan a Marlaska, mas no debe extrañarse de que pidamos no la paralización sino la derogación de tamaño ataque a las libertades individuales. Si mañana se lo tiene que arrancar alguno de sus socios, que no diga nadie que es un chantaje cuando no es sino justicia. 

Las libertades y los derechos se van con facilidad y vuelven con pelea si es que vuelven. Una de mis mayores esperanzas en el cambio se cifraba en esa reversión. No fue así. A Sánchez se la están arrancando sus socios con tenazas y no era preciso si los principios sirvieran para algo o si los gobernantes sirvieran a los principios. 

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