En el año 2000 la ONU fijó una serie de medidas, los llamados Objetivos del Desarrollo del Milenio (ODM), en los que los 189 países miembros firmaron un acuerdo para cumplir ocho objetivos globales que consiguiesen el desarrollo del mundo en el nuevo milenio. Entre ellos se encontraba la erradicación de la pobreza extrema y el hambre, educación básica para todos o avanzar en la lucha contra el VIH y otras enfermedades. En 2015 se hizo una revisión de tales objetivos para revisar la eficacia de éstos. Desgraciadamente se comprobó que no se estaban cumpliendo y que la forma de llegar a conseguirlos quedaba muy lejos de ser la adecuada. En ese mismo año se desarrolla una agenda para 2030 en la que los ODM se amplían a 17, y pasan a denominarse Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) por el matiz de cumplirlos de forma que sea realmente sostenible para el medioambiente y continuada en el tiempo.
Además, se exigía también acciones concretas para los países del norte de occidente en sus territorios y no sólo quedaban enfocados estos objetivos para los países del sur en vías de desarrollo. Un objetivo concreto de esta nueva agenda 2030 es el número 10 dirigido a la reducción de las desigualdades. De nuevo por desgracia, observamos que no se está consiguiendo llevar a cabo estos logros teniendo en cuenta las políticas utilizadas para ello.
Vivimos en tiempos abiertamente injustos, en donde la acumulación de riqueza por parte de unos pocos cada vez se hace más notoria y abultada. Actualmente, según un estudio para Oxfam, ocho personas (ocho hombres en realidad) poseen la misma riqueza que 3.600 millones de personas, esto es, la mitad más pobre de la humanidad.
Pese a la recesión del ciclo económico, las fortunas de los más ricos han ido aumentando mientras que el patrimonio de los más pobres ha ido duramente menguando. ¿A qué se debe esta tendencia? Podemos decir que se debe a la siguiente serie de sucesos.
En primer lugar, la lógica capitalista responde exclusivamente a la maximización de beneficios como principal objetivo a conseguir. Es decir, en el proceso económico generalmente dividido en dos partes; producción y venta de bienes y servicios, se antepone unas condiciones adecuadas para la parte de producción, en favor de un beneficio final más alto en la venta.
Haciendo uso de esta práctica, las empresas consiguen ser más productivas realizando recortes en salarios y plantilla, dando lugar a que con menos personas consigan el doble de rendimientos que hacen crecer los ingresos. Hagamos también un apunte en la brecha salarial que sufren las mujeres ante un mismo desempeño laboral con respecto al de los hombres. Las empresas se aprovechan de esta discriminación para obtener más ingresos. Esta desigualdad entre géneros alcanza un 20% de disparidad en los salarios. Insisto, por realizar la misma tarea laboral.
La incapacidad de negociación por parte de los trabajadores ante tales condiciones es fruto de otra desigualdad: el crecimiento de las rentas del capital y el hundimiento de las rentas del trabajo a la hora de aportar al Producto Interior Bruto (PIB, que es la suma de bienes y servicios finales producidos por un país durante un año).
Actualmente Carrefour llega a obtener más beneficios por su gestión financiera a los productos de compra de sus clientes, que por la producción y venta de los mismos. Por consiguiente, a las grandes empresas ya no les hace falta exclusivamente que sus ganancias, a la hora de producir y vender bienes y servicios, sean óptimas y mantenidas en el tiempo para continuar con el negocio. Es decir, siguen siendo rentables sobre el papel gracias a sus inversiones financieras internas aunque en su actividad económica lleguen a sufrir graves pérdidas. Como resultado, a corto plazo obtendrán beneficios elevados y a largo plazo estarán al borde de la quiebra. Lógicamente, la quiebra de una gran empresa no perjudicará a los propietarios del capital de la misma, que han estado multiplicando en el sector financiero sus beneficios obtenidos (los dividendos a repartir de la venta de acciones), sino que perjudicará a sus miles de trabajadores que quedarán en paro.
Tendencia a la acumulación
Un claro ejemplo de este comportamiento puede observarse en lo sucedido con el gigante automovilístico General Motors. El estadounidense William Lazonick, economista experto en administración de empresas, calculó que si la compañía General Motors no se hubiera gastado 20.400 millones de dólares entre 1986 y 2002 en recomprar sus propias acciones, y en vez de eso los hubieran ingresado en el banco con sólo una rentabilidad del 2,5%, para 2009 habría acumulado los 35.000 millones que necesitaba para evitar la quiebra y su posterior rescate por parte del gobierno de EEUU.
Como vemos, se produce una tendencia de acumulación y estancamiento de la riqueza en unos pocos. Las grandes compañías utilizan dinero para generar dinero sin producir bienes y servicios a cambio, y sin necesitar mano de obra para su dejada actividad económica original.
Cuando se dice que las empresas no necesitan trabajadores, se asocia a que éstos no son su única fuente de producción de beneficios, por lo que carecen de incentivos para mantener unas condiciones laborales dignas y justas. Sin duda, lo más lamentable de esta estrategia es que da paso a la temporalidad y la precarización de los empleos en detrimento de los ingresos y la calidad de vidas de las familias. Por consiguiente, obtenemos la figura del trabajador que pese a tener trabajo sigue siendo pobre ya que ni éste le garantiza unos ingresos suficientes.
El siguiente paso en la cadena de la acumulación y estancamiento de la riqueza radica en la ingeniería financiera de los beneficios de las grandes fortunas hacia paraísos fiscales con el fin de eludir el pago de los impuestos. El secretario de economía de la UE estimó en enero del año pasado que, tan sólo en los países de la Unión, las grandes empresas consiguen evadir entre 50.000 y 70.000 millones de euros al año. Esta práctica es más lesiva cuando además se lleva a cabo en países en vías de desarrollo. En estos países, debido a que tienen una legislación laboral más laxa, son utilizados por las grandes empresas para la deslocalización de su mano de obra hacia estos territorios con el afán de poder maximizar más si cabe los beneficios, ya que hacen frente a unos costes salariales mucho más bajos a los que encontrarían en el país de origen de las marcas.
Como resultado, estos lugares son explotados laboralmente y sin apenas contraprestación por la empresa que lo realiza. Sus elevadas cifras de facturación llegan a ser más elevada que el PIB de estos países, lo que les permite ejercer fuertes presiones políticas en el territorio para verse favorecidas. Estas presiones para que se legisle en favor de un lobby empresarial, también se dan en países desarrollados.
Puertas giratorias
Es ya sabido por todos la existencia de las puertas giratorias entre puestos de administración de empresas del IBEX-35 y altos cargos públicos del estado español. De esta forma, consiguen que el país que más horas de luz tiene de Europa sea a su vez el país donde la tarifa de la luz tiene un precio más elevado y donde existen fuertes impedimentos por parte de las grandes eléctricas de cara al desarrollo de la energía solar (entre otras fuentes renovables). Para que se hagan una idea, durante el primer semestre del 2015, el presidente de Iberdrola llegó a ganar 44.000 euros al día.
Los sectores económicos en general (telecomunicaciones, eléctricas, petroleras, automóviles, telefonía, etc.) van tendiendo a aglomerarse de forma oligopolística (pocas empresas oferentes y muchas personas demandantes). Como consecuencia de ello, resulta casi imposible que las ganancias de tales sectores cambien de manos. Sus dueños cada vez se hacen más poderosos y ricos, en parte gracias a que cuentan con el favor de las administraciones públicas.
Rápidamente hemos dado un repaso crítico a la realización de la actividad económica por parte de las grandes fortunas. Se observa cómo con estos métodos mencionados anteriormente, los ricos no dejan de ser más ricos en el tiempo y la situación de los pobres es cada vez más indefensa. Esta situación se traslada a futuras generaciones, aumentando más en el tiempo la desigualdad de las partes.
No se trata del orden natural de las cosas, por lo que no debemos permitir que sigan ahogando la economía quedándose sólo unos pocos todo el excedente de ésta.
Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión del autor.