Hacer un balance post-electoral de este 24M es un ejercicio agridulce. Hemos avanzado, en algunos sitios de forma decisiva, pero no todavía lo suficiente para desalojar a la mafia y a sus maquinarias expropiadoras de la riqueza colectiva. Esa contradicción atravesará todo nuestro análisis y también la pregunta fundamental: ¿Y ahora qué?.
Resumiremos los resultados para fijar el marco de la siguiente forma: la derecha post-franquista representada por el Partido Popular sufre un hundimiento contundente, el PSOE no consigue recuperarse, Podemos se asienta como actor político aunque no consigue ser la fuerza hegemónica de las clases populares, Ciudadanos no cumple las expectativas que habían puesto las finanzas en ellos y en ciudades clave, las Candidaturas de Unidad Popular (CUP) consiguen resultados históricos.
Hay varias constataciones que debemos desatacar, porque forman parte de un análisis que va más allá de lo coyuntural. La primera es el hecho objetivo de que el 15M fue un Acontecimiento, en el sentido que decía Alain Badiou: un Acontecimiento que dejó una nueva normatividad política, con la que los sujetos se relacionan en tensión. Una parte de la población muy significativa ha apostado por el cambio y lo ha venido expresando a través de múltiples formas (manifestaciones, huelgas, la PAH, las Mareas, Podemos), en torno a demandas de más democracia, recuperación de derechos y un cambio radical en las prioridades políticas: las personas y el bienestar público antes de los beneficios privados. La lucha de clases, la lucha entre ruptura y continuidad, la lucha entre los que desde variadas posturas y composiciones ideológicas aspiran a conquistar esas demandas y los que aspiran a que no se puedan hacer realidad, también se ha expresado en estas elecciones. En ese sentido, hay una situación de “empate” (el cambio ha llegado pero no termina de imponerse) dentro de un panorama multiforme, en donde las élites, por desgracia, siguen disponiendo de los poderes fundamentales y de la capacidad efectiva para continuar aplicando sus políticas.
La segunda constatación es que por primera vez en mucho tiempo, el “movimiento real” hacia la transformación social cuenta con herramientas lo suficientemente fuertes como para enfrentarse a los partidos de las clases dominantes. No es un hecho menor: se abre ante nosotros la hipótesis del “ciclo largo”, estamos en una situación volátil, en donde “guerra de posiciones” y “guerra de maniobras” (que se traduce en construir pacientemente desde abajo, impulsar la lucha social más allá de lo institucional y en golpear con audacia en el terreno electoral) y afrontamos ese ciclo en mejores circunstancias de las que estábamos hace un año. No lo olvidemos, estas herramientas (CUP's, Podemos) no son sólo las que nos permiten afrontar el ciclo, son las que permiten que haya ciclo, porque en las batallas siempre hay dos bandos y el de los de abajo también necesita sus expresiones organizadas. Resaltamos esto para destacar la necesidad de cuidar nuestras herramientas políticas, para que no se infecten de los vicios del sectarismo, la moderación o la burocracia. Evitar que las instituciones nos absorban, que los miles de activistas que entran en las instituciones se conviertan en “políticos profesionales”. Para eso hace falta mucha calle, estar siempre en los conflictos, con nuestra gente, mucha asamblea y mucha decisión y control colectivo.
El reto que se abre tiene dos caras. Por una parte, comienza la acción a través las instituciones (“sus instituciones”, no olvidemos que las reglas las siguen poniendo ellos) y por otra, la preparación de una “rápida marcha” hacia las elecciones generales. En el primera caso, el mandato popular parece claro: echar al Partido Popular sin permitir que el PSOE asuma el relevo y recomponga el régimen. Para ello, es necesario mantener la cabeza fría y evitar que nos pase lo que le ocurrió a Izquierda Unida cuando entró a gobernar con el PSOE en Andalucia. Nuestras herramientas políticas no deben ser nunca subalternas, deben aspirar siempre a ser hegemónicas, desde la pluralidad y la transparencia. Concederle un cheque en blanco al PSOE, co-responsable del proyecto neoliberal en el Estado Español, sería firmar nuestra sentencia de muerte. Los apoyos sólo deben ser contra el PP (explicar pacientemente que votamos contra el PP, nunca a favor del PSOE), en investiduras, a cambio de mejoras concretas para la clase trabajadora, sin entrar nunca en minoría a gobernar con el PSOE. Esta es una decisión estratégica de la que depende el futuro del movimiento: si queremos acabar como IU, siendo la pata izquierda del régimen y por lo tanto, descomponiéndonos con él, o ser SYRIZA, tomando el relevo de la social-democracia liberal como herramienta de las clases populares y planteando una alternativa de conjunto al régimen y las políticas de recortes y austeridad.
Hay en algunas ciudades donde las Candidaturas de Unidad Popular han conseguido resultados espectaculares y tienen opciones de encabezar gobierno de cambio: Barcelona, Madrid, Compostela, A Coruña, Zaragoza, Cádiz. No va a ser fácil. Los aparatos del Estado no son neutrales, e impulsar el cambio a favor de las clases populares no consiste entrar en una institución y pulsar el interruptor de “gestión eficiente y honesta”. Toca superar muchas ingenuidades y prepararnos para nuevas batallas que sólo podremos ganar si involucramos a la gente, si convertimos a los ayuntamientos instrumentos para que las clases populares organicen la gestión de lo político, lo económico y lo cultural. Los privilegiados se resistirán a perder sus privilegios, las grandes empresas a dejar de vivir de los impuestos de los ciudadanos y por qué no decirlo, los tecnócratas que se creen que saben más que la gente se resistirán a la democracia y al mandato popular. Por eso, las tareas fundamentales son asumir con valentía medidas que sólo requieren voluntad política, como parar los desahucios, auditar la deuda y establecer planes de emergencia social para parados y los sectores más depauperizados, así como establecer mecanismos de control sobre lo público y asambleas barriales para controlar los municipios. Así, pondremos por delante el apoyo de los vecinos y vecinas a los de aparatos como el PSOE y acumularemos fuerza social para gobernar con y para la gente.
Toda esta fuerza debe ponerse al servicio de impulsar una gran marea que arrase al régimen de los recortes y la corrupción en las próximas elecciones generales, una marea rupturista que supere al régimen del 78 y a sus consensos austeritarios sostenidos por el PP y el PSOE. Aún estamos a tiempo y tenemos la fórmula que ha creado el propio movimiento: la unidad popular. Una formula que tiene una orientación de clase determinada. Porque estas elecciones también han dejado claro que, frente a los que profesaban una adoración fetichista hacia las clases medias como sujeto de cambio, son las clases populares y trabajadoras las que hacen historia. Hace falta seguir incorporando a la gente de abajo al cambio, no sólo como electores, sino también como actores: queremos una candidatura para las generales que incorpore a precarias, a sindicalistas, a obreros, paradas, camareras, dependientas, etc.. a toda esa gente que hace que el país funcione y que tienen que ser los protagonistas del cambio.
Una unidad popular que no debe excluir a nadie, que tiene que ser pluralista porque los de abajo son plurales, y que necesita tanto de la fuerza de las CUP's como de Podemos. Toca construir lo local desde la autonomía pero sin dejar de aportar al horizonte general de conquistar el poder. Podemos tampoco puede considerarse el “sujetos de sujetos”, sino que su labor más útil para avanzar tiene que ser la de impulsor, animador, de una candidatura-movimiento más amplio que vaya más allá de sus fronteras como partido, que recoja la fuerza municipalista, pero también de muchos sectores sociales organizados que todavía no han entrado en la escena activamente. Y esta unidad popular no puede ser una unidad nominal, basada en pactos entre aparatos o familias, sino que debe estar construida activamente desde abajo, alimentando los procesos de autoçorganizacion que como hemos visto han sido determinantes en la campaña de Ahora Madrid. Desde los dibujos de Manuela, al cante flamenco, los carteles anonimos o la iniciativa de los taxistas, son expresiones de la organizacion popular que desborda cualquier aparato o maquinaria electoral partidaria.
¿Cómo hacerlo? La practica y el horizonte de las CUPs y la estructura de Podemos debe ponerse al servicio de construir esa marea popular, en torno a un programa centrado en la democratización de la economía, revertir los recortes y las medidas que han impulsado PP y PSOE estos últimos años (y que han quedado impugnadas estas elecciones) poner bajo control social los recursos fundamentales que generan riqueza y garantizar una vida digna a todas las personas por encima de los beneficios de la banca y las grandes empresas.
Nos toca desarrollar la hipótesis que se ha verificado en estas elecciones (unidad popular, pluralismo, implantación sobre el territorio y planteamientos abiertamente rupturistas) mientras desde las calles e instituciones luchamos conquistar no discursos, sino mejoras materiales para la gente. Casi nada, pero la perspectiva está abierta y toca seguir construyendo, sin dejar de reflexionar sobre los errores cometidos y las insuficiencias detectadas. Sin miedo, mirando siempre hacia delante, preparándonos para la próxima batalla sin dejar de construir sólidamente desde abajo.