¿Qué hay detrás del 6% de impuestos que pagan las grandes empresas?

Si usted se pregunta cuántos impuestos están pagando las grandes empresas sobre sus beneficios, y no se cree el título del artículo, la respuesta está en la página 45 del informe anual de recaudación de la Agencia Tributaria: el tipo efectivo de los grupos consolidados en el impuesto de sociedades era en 2013 (último dato disponible) es un 6% de su resultado contable positivo. La tasa parece ridícula, pero en 2011 fue del 3,8%. Naturalmente, hay periodistas y economistas, algunos muy conocidos, que señalan que es “mentira”, pero negar la realidad y las cifras no suele llevar a ninguna parte. Normalmente, a este ratio se suele oponer que, según esta misma fuente, la Agencia Tributaria, los grupos consolidados pagaron en el impuesto de sociedades, un 16% de su base imponible. En este punto, recordemos que el tipo nominal del impuesto estaba en el 30%. Esto también es cierto, pero son dos cuestiones distintas y perfectamente compatibles.

Intentando aclarar conceptos, un grupo consolidado es un conjunto de empresas que tributan según su base consolidada, es decir pueden compensar beneficios y pérdidas entre sí y pagan por el neto. En general, los grandes grupos empresariales tributan según este régimen, y las pymes no suelen hacerlo. Por esta razón la tributación de los grupos consolidados da una idea de lo que están pagando las muy grandes empresas. Por exclusión, lo que pagan las empresas que no tributan en este régimen es un indicativo de lo que pagan las que no son muy grandes. Sistemáticamente los porcentajes del segundo grupo, es decir las de las pymes, son más elevados, es decir que pagan más porcentaje de impuesto de sociedades sobre sus beneficios.

Por otra parte, otra aclaración elemental es el que el impuesto de sociedades es el tributo que grava los beneficios. Las empresas pagan muchos impuestos pero por otros conceptos: por ejemplo, ingresan el IVA que repercuten a sus clientes o las retenciones a cuenta del IRPF de sus trabajadores. Si se suman todos los conceptos fiscales puede parecer que una gran empresa está pagando muchos impuestos sobre sus beneficios. Sin embargo, aunque estos impuestos no se ingresarían si la empresa no existiese; y materialmente los ingresa la empresa en el Tesoro Público, en realidad lo hace a cuenta de sus clientes o trabajadores.

De hecho, es habitual que en algunas memorias se sumen todas las partidas fiscales y lo expresen como porcentaje del beneficio de la empresa. Por esa razón, hay cuadros disparatados en los que algunas empresas parecen estar pagando un 50% de impuestos sobre sus beneficios: no es que haya tipos del impuesto de sociedades en el 50%, es que se están incluyendo otros impuestos en el ratio.

Al resultado contable se le suman y restan algunas partidas para llegar a la base imponible. Después a esa base se le aplica el tipo impositivo y se le restan las deducciones, lo que queda es lo que hay que ingresar a Hacienda. En general, la base imponible es inferior al resultado contable. Traduciendo, sobre lo que se paga el impuesto de sociedades es inferior a lo que dice la contabilidad que ha ganado una empresa. Esto se debe a dos razones fundamentales: a que hay partidas que ya han pagado, y a que hay agujeros en el impuesto.

Por ejemplo, si una empresa española tiene una filial en Estados Unidos y cobra un dividendo, si no hacemos algo, el beneficio de la filial pagará dos veces, una en Estados Unidos y otra en España. Y sí, hay que hacer algo, y no sólo por justicia, sino porque si no, ninguna empresa repartiría dividendos para volver a pagar impuestos. En consecuencia, los dividendos cumpliendo una serie de requisitos (previstos en el artículo 21 de la Ley del Impuesto) están exentos.

Esto parece un ajuste técnico y no un agujero, y de hecho explica porque las grandes empresas pagan un porcentaje menor de impuestos: porque obtienen una parte de su beneficio en dividendos repartidos por filiales en el exterior que ya pagan en otros países. En realidad, no es que se esté comparando lo que se paga en España con los beneficios mundiales, sino algo un poco más complejo. Se compara lo que se paga en España con lo que se gana en España, pero una parte son dividendos que ya han pagado. Como veremos en el próximo artículo, esto no altera tanto los porcentajes como cabría imaginar, porque estos dividendos no son tan cuantiosos.

Antes de eso, una última reflexión: la exención de dividendos exteriores tiene algo de agujero. De hecho antes era el gran agujero del impuesto. ¿Por qué? Porque las inversiones hay que financiarlas y los intereses son deducibles, antes totalmente, ahora menos. En consecuencia, una empresa que compra una filial extranjera por 1.000 y lo financia con un préstamo al 5%, paga 50 de intereses. Si percibe un dividendo de 100, está ganando 50. Sin embargo, si el dividendo está exento, como el ingreso no suma, y el gasto sí resta, está perdiendo a efectos fiscales 50. Con esto, los beneficios que obtenga en España esta empresa por 50 dejan de pagar impuestos. Este agujero fue corregido a medias después de que la Organización Profesional de Inspectores de Hacienda llevase años denunciándolo, y estableciendo una norma de limitación de gastos financieros.

Ahora, en el ejemplo, la empresa que percibe el dividendo se podría deducir 30 euros, el 30% del dividendo que se considera beneficio operativo a estos efectos. Para tapar este agujero, en el programa fiscal de Ciudadanos proponemos endurecer la limitación de gastos financieros estableciendo que no sean deducibles los gastos financieros de pasivos que financien ingresos exentos, es decir que si el ingreso no suma, el gasto no reste. Esto, además de permitirnos recaudar más hará que las inversiones exteriores no les resulten más interesantes por puras razones fiscales; es decir, dejaremos de subvencionar la creación de empleo en el exterior a costa del empleo en España.

Porque, en esta cuestión, tan negativo e inútil es negar la realidad, como pretender cambiarla demonizando a las grandes empresas porque no pagan todo lo que nos gustaría; para que lo hagan hay que saber modificar las leyes y poner más medios. Aún peor puede resultar un aumento drástico y poco planificado de los impuestos a las grandes empresas: no ya porque pueda ser injusto sino por la más que probable deslocalización de empresas e inversiones. No es fácil, y seguiremos analizándolo en el próximo artículo de esta serie.

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Nota: La biografía del autor se actualizó posteriormente a la publicación del artículo.