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¿Quién dijo que no podían?

Hace casi cuatro años, en un caluroso día de mayo, mi madre llevó a mi abuela a la Puerta del Sol. Allí había cientos de personas que habían decidido acampar al acabar la manifestación convocada por Democracia Real Ya, el recién nacido colectivo Juventud SIN Futuro y otros colectivos. “Voy a decirles a mis amigas que no son unos vagos, que no huele mal y que no paran de hacer asambleas y talleres. Y que no me digan lo contrario porque yo lo he visto y ellas no”, decía mi abuela. A partir de ese día, mi abuela fue a las asambleas del 15M.

Mi abuela nació el 8 de noviembre de 1939 en una familia acomodada en Zamora. Mi abuela se llama Soledad y tiene 75 años. Se casó, tuvo tres hijas y un hijo y casi se divorcia porque él no quería que ella trabajase. A mi abuela, como a todas las mujeres de esa generación y de las posteriores, le dijeron que la política no era para ella, que las niñas no sabían ni podían inmiscuirse en temas serios como la política, que eso era cosa de hombres, y que ni mucho menos podían hacerla. Aún así, mi abuela fue a las asambleas del 15M.

El 15M supuso, entre otras cosas, precisamente eso: que un montón de gente a la que le habían dicho que la política era cosa de unos pocos dijera basta, dijera hasta aquí hemos llegado con el choriceo y con el tratarnos como a idiotas. El 15M nos hizo ver que éramos cientos, miles, millones.

Tras esto, llegaron un sinfín de colectivos y movimientos que articulaban demandas y se autogestionaban, demostrando, así, que nos valíamos y nos bastábamos incluso con todos los obstáculos que nos iban poniendo en el camino. Desde entonces paramos desahucios, damos techo a las familias desahuciadas, creamos tiendas gratis, … creamos vida sobre su ruina. Nos demostramos que somos capaces de todo y de más. “¡Ay si los de arriba fuera gente como vosotros y no estos sinvergüenzas! Otro gallo nos cantaría”, dice mi abuela.

Hace unos días me llamó, pero no era sábado noche, que es cuando mi teléfono suena y su voz sale por el otro lado preguntándome que si estoy viendo a tal o a cual en La Sexta Noche. La conversación transcurrió así:

- ¡Marina, cariño, que conozco al jefe de Podemos de aquí!

- Anda, qué bien que conozcas al Secretario General de Podemos Zamora

Resulta que Braulio, Secretario General de Podemos Zamora es familiar de algún familiar de mi abuela. Los pueblos o ciudades pequeñas son así, todo el mundo se conoce, para lo bueno y para lo malo.

-Marina, he estado pensando y me da igual lo que me digan mis amigas del Casino -el Casino de Zamora es un centro cultural- porque voy a ir a la próxima reunión de Podemos, porque estoy harta y yo también quiero que mejore mi ciudad, que esta gentuza que nos gobierna lo tienen todo hecho un asco, y yo quiero un mundo mejor para mis nietos.

Y así fue, fue a su primera asamblea, al círculo de Podemos Zamora.

El 15M y Podemos han abierto esta posibilidad, han conseguido que generaciones muy dispares compartan tanto; han conseguido, con la ayuda de la corrupción y otras delicias de PPSOE, que la joven, “la utópica” de la familia, y la abuela, a la que le habían dicho que la política no era para ella, pero que la hace, se junten y sientan como propias las mismas reivindicaciones. A Podemos se le puede hacer muchas críticas pero sería absurdo negar la ilusión, las ganas y la fuerza que ha despertado en miles de personas muy diferentes entre sí que estaban completamente aisladas en su rabia.

Este es el caso de mi abuela, pero podría ser el de cualquier otra persona; este ha sido y es el gran éxito. Ahora sigamos construyendo ese nosotros y nosotras plural, donde no se erradiquen las diferencias, ya sean de edad, de género, de preferencias sexuales o de color, sino las relaciones de poder que se reproducen con base en ellas. Sigamos construyendo ese nosotros y nosotras, en el que las diferencias sumen y no resten, nos enriquezcan y formen una ciudadanía plural y radicalmente democrática, porque así, y solo así, ganaremos todas y todos.