Educar en la era de la desinformación

21 de enero de 2023 22:18 h

0

En una aula de un colegio finlandés se proyectan vídeos de TikTok y Twitter de su primera ministra, Sanna Marin, bailando y cantando en una fiesta. La profesora abre después un debate sobre lo que han visto y muchos de los alumnos están de acuerdo en que Marin ha tomado drogas. En ese momento, la ministra ya había hecho un test con resultado negativo. Los adolescentes, que no han leído los periódicos, estudian después las informaciones y pruebas desmintiendo el bulo. Es un ejemplo de las medidas que se ensayan en los colegios públicos de Finlandia para que los niños aprendan a reconocer las noticias falsas y que entran dentro de su programa de alfabetización mediática.

Leo esta noticia en el NYTimes y reconozco que educar a los niños para que sean sinceros, coherentes y honestos es un objetivo de cualquier padre y madre. Que aprendan a no mentir como vía para conseguir sus fines o hacer daño a los demás lo tenemos interiorizado como parte de la labor de traer y dejar a nuestros hijos en el mundo. Pero tan importante como enseñarles a no mentir es hacerlo para que no les mientan, para que reconozcan los bulos y las falsedades. Un estudio publicado en 2022 en el British Journal of Developmental Psychology concluyó que la adolescencia es el momento apropiado para que crean en todas las teorías de la conspiración de corte ultraderechista que les cuentan. Un factor clave, según este estudio, son las redes sociales y su influencia en las creencias de los jóvenes sobre cómo es el mundo, que desdibujan los límites entre los verosímil y lo verdadero.

Me detengo para intentar entender cómo educar a mi hijo para que no le haga mella la ingente cantidad de vídeos machistas y negacionistas que circulan por su red favorita. No basta que una y otra vez yo le diga, “esto es falso”. El modelo rápido de consumo de contenidos que TikTok ha logrado imponer no favorece el ejercicio de una mirada crítica. Ninguna plataforma de redes sociales está diseñada para que te tomes tiempo para pensar.

Pero educarlos para no mentir ya es, o debería ser, hacerlo para que no les mientan. Heidegger decía que la verdad se descubre cuando se levanta el velo de la mentira, pero para hacerlo se requiere rectitud de espíritu. Para conocer la verdad no solo bastan los hechos y las pruebas, también la voluntad de querer conocerla aunque vaya en contra de nuestras creencias. Todos tenemos atajos cognitivos, sesgos y prejuicios que hacen más difícil identificar una falsedad cuando respalda nuestras creencias. Enseñarles a reconocer la verdad exige que los padres y madres nos acostumbremos a quitarnos la venda que llevamos, y ayudarles a identificar los sesgos y prejuicios (muchos heredados) que les impiden detectar una mentira. 

Decirles que la mirada crítica sobre nosotros mismos debe ser anterior a la mirada crítica sobre los demás. Contarles qué prejuicios nos llevan a aceptar ciertas mentiras. Enseñarles una diversidad de fuentes de información para que puedan hacer un análisis racional de cada situación, repetirles que no se puede pasar por alto lo que no es reciente o no está a la vista, construir para ellos realidades alternativas coherentes a las que ellos consideran infalibles. Los medios de comunicación tienen una labor esencial: hay que ponerles periódicos de ideología diversa encima de su mesa, que aprendan desde muy pequeños la diferencia entre un medio y una red social, y animarles a que lean y lean. A que distingan el pensamiento rápido del reflexivo.

Enseñar a nuestros hijos a reconocer las mentiras, también las nuestras, es una de nuestras labores. Una profesora de un colegio finlandés resumía muy bien este trabajo: “No quiero que piensen como yo, solo darles herramientas para pensar por sí mismos”.