Enganchados al caos
Las crisis traen el caos. La primera misión del gestor de una crisis consiste en restablecer el orden; que el mundo vuelva a ser previsible y las cosas vuelvan a suceder de acuerdo con un plan que la mayoría pueda ver y entender, permitiéndoles así trazar sus propios planes. Tras la catastrófica y mortal DANA de 29 de octubre, por eso mismo claman y eso mismo esperan las valencianas y valencianos.
El Partido Popular de Núñez Feijóo y Carlos Mazón se han quedado enganchados en el caos. Igual que muchos necesitan un chute de adrenalina para afrontar situaciones difíciles, el PP parece precisar una dosis diaria de caos para lidiar con el desorden. Miles de valencianos y valencianas se levantan cada mañana necesitando reunir todo su coraje y su esperanza para sacar adelante la cruda realidad de sus familias, calles y negocios devastados. El PP se levanta cada mañana con la urgencia de extender el desorden cuanto más lejos, mejor.
Carlos Mazón ha sembrado el caos desde el primer día de la crisis. Primero con su ausencia hostelera, luego con su presencia indecisa. A la espera de la nueva versión que seguro dará en su comparecencia del jueves en Les Corts, ya hemos perdido la cuenta de sus diferentes versiones respecto a dónde estaba, con quién habló, qué le dijo y qué se hizo. Todas han ido cayendo porque la verdad es como el agua, imparable; se cuela por todas partes. La última excusa sobre la falta de avisos de la Confederación Hidrográfica del Júcar se derrumba empujada por los testimonios de los propios alcaldes del PP valenciano y sus recuerdos sobre quién les avisó y quién no estaba para hacerlo.
Núñez Feijóo también se ha apuntado al caos según las evidencias le tiran los relatos. Al día siguiente de las riadas, la culpa era de los meteorólogos y de la AEMET hasta que el timeline de la agencia se lo desmintió. Después había que declarar el estado de emergencia y poner a Pedro Sánchez al mando. Pero esa demanda dejó la gestión del president valenciano en evidencia. Entonces, no quedó más remedio que salir a respaldarla, aunque sin dejar de pedir que asumiera el mando un gobierno central donde tenía que estar y había que encontrar un culpable, dado que Mazón no podía serlo.
Le tocó a Teresa Ribera como le podía haber tocado a Margarita Robles si en Defensa o en el Ejército alguien se hubiera demorado media hora en contestar un mail pidiendo un todoterreno, o a Ángel Víctor Torres si en Política Territorial alguien no hubiera contestado la primera llamada reclamando más bombas de succión.
Mientras otra DANA barre una costa mediterránea, urgentemente preocupado por impedir como sea que Teresa Ribera sea vicepresidenta de la Comisión Europea, el caos del PP se desplaza hasta Bruselas. Empeñado en convertir una catástrofe en una victoria, como fue capaz de hacer desde la presidencia de la Xunta de Galicia tras tres días de incendios descontrolados –cuatro víctimas mortales, 50.000 hectáreas quemadas– en octubre del 2017, Núñez Feijóo se ha aprovechado del delicado equilibrio que sustenta la mayoría que apoya la Comisión de Von der Leyen para presentar como un bloqueo lo que ya suponía una condición preestablecida: o todos los vicepresidentes o ninguno.
A falta de un debate parlamentario en el Congreso donde desatar toda su potencia de fuego contra Teresa Ribera, ha decidido convertir el Parlamento europeo en una delegación del Parlamento español; con la entusiasta ayuda de Vox, el gran beneficiado de esta dependencia del caos que demuestra el PP.
En el mejor de los escenarios Núñez Feijóo habrá obtenido un aplazamiento de una semana o dos en el nombramiento de Teresa Ribera y unos totales de la portavoz popular, Dolors Monserrat, exigiendo la dimisión de la no-nombrada Ribera si un juez la imputa por su gestión; un precedente que sin duda Carlos Mazón habrá agradecido con entusiasmo. En el peor de los escenarios puede que el caos se apodere también de Bruselas y todas las cancillerías europeas asuman como perfectamente normal renegociar el delicado reparto de poder de la Comisión Europea para que el PP tenga su relato. Quién sabe. El caos es lo que tiene, que es impredecible.
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