Esa espectacular imagen de la mano del funcionario del Estado que agacha la cerviz de Rato para introducirle en el coche policial –mensaje inequívoco a la prensa de que el ex vicepresidente económico, exdirigente del PP, exgerente del FMI iba detenido– ¿favorece electoralmente al Partido Popular y a su líder, Mariano Rajoy, o le perjudica ante las próximas elecciones del 24 de mayo? Esta es una de las cuestiones que para más elucubraciones ha dado desde el pasado jueves.
De entrada, la respuesta lógica sería que perjudica al partido en el Gobierno. Así lo manifiesta uno de sus principales asesores electorales, que no ve por ningún sitio la rentabilidad electoral para los de Génova. Mantiene nuestro experto que cuando los ministros y la vicepresidenta salen en tromba a declarar que Hacienda es igual para todos, que con Rajoy se ha detenido a más de 1.600 corruptos, lo único que están haciendo es de la necesidad virtud. “Están desesperados. No hay más que ver los datos que estoy cocinando ahora mismo para este domingo ( decía el viernes por hoy, domingo 19). Ponen en evidencia que esto no va bien y que únicamente los alcaldes currantes, los que se patean la calle y saben que esto va muy en serio, van a salir adelante. Cada vez está más claro que la edad y el endiosamiento son un problema” remata el demoscópico próximo a Génova, para quien el día que Rodrigo Rato abandonó el FMI -“con lo que había costado al Gobierno negociar ese puesto” recuerda- y se marchó porque se aburría, el referente del PP quedó en parte amortizado. Y muerto definitivamente con el estallido de las tarjetas black, mediando en el camino la gestión de Bankia.
Pero no es descabellada la decisión de que el trato a Rato debía ser ejemplarizante. Era la forma de dar la vuelta a una situación que se les ha ido de las manos. “Este domingo hay sondeos donde se ve que el PP pierde hasta 15 puntos en CCAA que son su feudo histórico. Y hasta veinte puntos en alcaldías igual de simbólicas. Están desesperados y esa desesperación puede hacerles pensar que cualquier cosa es rentable” confiesa otro politólogo, también al día en los datos electorales. “Una vez que el caso Rato se filtra a la prensa, al Gobierno de Rajoy y a Montoro no les queda otro remedio que esgrimir la bandera de que para ellos -para Hacienda en este caso- todos son iguales. Si bien es cierto que quizá no les va a dar votos esa imagen brutal de la detención de Rato, lo que si que va a propiciar es frenar la caída espectacular entre sus votantes” razona el experto.
La teoría demoscópica acompaña la reflexióne este otro experto. La clave está en que es cierto que la corrupción no se castiga electoralmente –como demostraron hace años Belén Barreiros e Ignacio Sánchez Cuenca en un artículo ya citado como un clásico entre académicos de la “cosa” demoscopica– pero sí que se premia a quien toma medidas contra ella. O hace con que las toma. Es decir, podría ocurrir que la jugada de Rajoy, Saénz de Santamaría y Montoro, anunciando que ellos castigan a todos los defraudadores y corruptos por igual, empezando por el primero y más grande de sus correligionarios, ayudara a frenar el abismo por el que se están despeñando los datos electorales del PP en las últimas semanas. Si el caso Rato iba a estallar, convirtamoslo en un activo rentable. Es una máxima obvia hasta para los más ingenuos.
Sea por necesidad o por técnicas electorales, lo que cuestiona dicha teoría es, de nuevo, la capacidad intelectual de los ciudadanos. La prepotencia y exhibición del mismo Rato en sus viajes responde “a que los hemos malcriado” como expresaba un experto en ciencias sociales. Son un prototipo de personaje que considera que están por encima del bien y del mal, que por ser ellos tenían derecho a tarjeta black, a presidir Bankia y encima incluso a no enterarse de lo que pasaba dentro. Y lo dan como argumento. También es normal tener cuentas fuera mientras nos dan doctrina moral. Son una clase de alto cargo, de estirpe de otro tiempo, que se olvida que los ciudadanos actuales, los votantes, ya saben leer y escribir, por tanto, también saben a quien votar. El problema es que actuaciones como la Rajoy con Rato o la de Mas con Pujol, no solo dañan al PP y a Convergencia, sino que socaban el prestigio –si es posible hundirlo más– de los otros partidos “viejos”, desde el PSOE al PNV.
Eso sí, con el escarnio a Rato, Mariano Rajoy ha dejado claro que ya no queda nadie –salvo Arenas, a su sombra y esperando– de todos aquellos barones y delfines de la etapa Aznar, que se cachondeaban de él porque no era nada más que un oscuro registrador, el más oscuro de los aznaristas.