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España mañana será republicana

Del movimiento 15M, que empezó siendo estudiantil, se han perdido muchas cosas en el camino a la representación parlamentaria y a la institucionalización municipal de las personas y colectivos implicados. De eso no hay duda porque es evidente y porque es propio de los procesos políticos a partir de su primera explosión de entusiasmo. Se pueden haber perdido muchas cosas a causa de los obstáculos que se les ha opuesto, de la reacción del sistema, del cierre de filas de los poderes fácticos, de los cansancios, las ambiciones, las luchas de poder, las discrepancias, las decepciones, las zancadillas, las camarillas, las tendencias, los grupos de los grupos de los grupos; a causa, en definitiva, de la naturaleza humana, que se empeña siempre en decepcionar las ilusiones que ella misma genera. Pero hay algo fundamental que inspiró al movimiento y que nos queda: un sistema de corrupción tocado y vigilado, muchos corruptos en prisión o procesados, más condenados de lo que se hubiera podido imaginar antes del 15M. Incluido Iñaki Urdangarín.

Con el movimiento estudiantil que está impulsando un referéndum sobre el modelo de jefatura del Estado, y cuya aspiración organizativa va más allá de esta propuesta de carácter simbólico, pasará en su futuro político cualquier cosa previsible: que se desinfle, se fragmente, se atomice, se divida, desaparezca. Así será. Pero lo que haya salido de este impulso de participación ciudadana, de sensatez política, de responsabilidad con nuestro tiempo, será algo que tiene desde ya un incalculable valor histórico: el cuestionamiento de ese modelo que nos dejó en herencia el dictador Franco, que fue moneda de cambio de las fuerzas violentas del Régimen para permitir que fuera posible la Transición, que fue y sigue siendo una institución anacrónica, discriminatoria e injusta por definición, que desprecia las voluntades de una mayoría actual que no ha tenido la posibilidad democrática de elegir (ya en 2014, más del 60% de los votantes actuales no habían aprobado la Constitución que ampara la monarquía).

Cuestionar al rey es símbolo de empoderamiento y de libertad. Solo por ello ha de ser bienvenido. Ese referéndum que hoy es simbólico será mañana inevitable.

Ya son trece las universidades que se han sumado a la iniciativa estudiantil de la Universidad Autónoma de Madrid y que pondrán urnas en sus aulas y paraninfos. A esas urnas se suman los ayuntamientos donde Izquierda Unida está impulsando mociones de reprobación del rey y una petición de referéndum. Todo ellos representan la legitimidad de un proceso constituyente que nos corresponde como el pueblo soberano que la propia carta magna nos reconoce ser. En coherencia con su propia formulación, el Estado tiene la obligación fundamental de permitirnos esa soberanía, que sin referéndum sobre la Corona no queda en más que una falacia. Poder debatir y decidir sobre el futuro común es lo mínimo exigible en un sistema que se dice democrático. Votar es el acto por el que se expresa esa elección común. No permitirlo solo encubre intereses espurios y antidemocráticos.

Hablemos claro y desde la más absoluta de las sensateces: que nos venga una chavalina de trece años a mirarnos fijamente y decirnos, con ensayada vocalización, que España es una monarquía parlamentaria no es una broma de carcajada porque nos obligan a asumir que es una cosa muy seria. Una chavalina a la que una señora azafata le ha acercado a los pies un peldaño forrado para que llegue al atril. Que esa cría venga a decirnos lo que somos o dejamos de ser no solo es ridículo sino que nos infantiliza como sociedad y evidencia el empeño en sumirnos en un feudalismo de vasallos que pintan menos que una prepúber. Lo que la Casa Real buscó que fuera un acto de autoafirmación, recurriendo a un sentimentalismo azul purísima y rosa palo, no es sino una absoluta falta de respeto por la ciudadanía, el pueblo soberano.

La niña aún no sabe que, para más inri, la familia institucionalizada que la trajo al mundo está desprestigiada de escándalos, presunta y estructuralmente vinculada a una cantidad tal de corrupción que, de no estar protegida por la vergüenza del blindaje judicial de la inviolabilidad (concepto también hoy en cuestión desde instancias del propio Derecho Constitucional) podría estar compartiendo espacio habitacional con el tío Iñaki. Su abuelito (ya que nos ponemos ñoños) habría cometido presuntos delitos muy graves si pudiera ser investigado, que le podrían acarrear duras condenas si pudiera ser juzgado. Que no pueda serlo, que esté por encima de la Ley haga lo que haga, es una burla a la más mínima dignidad social y política.

La iniciativa estudiantil apela a esa dignidad y la restituye, bien sea en un sentido aún simbólico. Que ante el clima que provoca, y en particular frente a la moción planteada por IU, el PSOE lance las consignas “No es el momento, no es el lugar, no es viable”, solo pone en evidencia una cobardía, un clientelismo, un servilismo y una incoherencia que son traición a los principios y valores, no ya de su propio partido (de “alma republicana”, según ellos), sino de la forma misma de organización que representa la democracia. Para los socialistas del PSOE nunca es el momento ni el lugar para afrontar la mayoría de las cosas importantes (por ejemplo, también, la barbarie de la tauromaquia) porque no se atreven y porque tienen otros intereses poco transparentes. Pero que no nos vengan con milongas de que no es viable. Gobiernas precisamente para hacer viables las cosas que no puedes hacer viables cuando no gobiernas. Es así de simple. Ni nos vengan con milongas que tengan que ver con Catalunya y el soberanismo. Eso es echar balones fuera a la mejor manera pepera: la Cataluyna del PSOE se ha convertido en la ETA del PP. Merece la pena (pero de llorar) leer el documento con el argumentario que Ferraz ha enviado para hacer frente a esa moción.

Así que sean bienvenidos los estudiantes y sus urnas. Esperemos no tener que ver contra ellos una represión como la que vimos contra las urnas catalanas. Pero cuando todo esto haya pasado también, el suyo quedará como el necesario movimiento que exigía nuestra historia. Porque, si no seguimos inclinándonos, España mañana será republicana.