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Dos Estados, los que Occidente tiene ahí c...

3 de diciembre de 2023 21:52 h

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Perdón por la rima fácil y sin gracia, pero es lo que me viene a la cabeza cada vez que oigo a algún dirigente estadounidense o europeo proponer la “solución de los dos Estados” para resolver el conflicto entre Israel y Palestina. Y estos días lo repiten a diario. Cuanta más matanza y destrucción causa el ejército israelí en la franja de Gaza, más mandatarios occidentales salen proponiendo “los dos Estados”.

Lo dijo Pedro Sánchez en su viaje a la región. Lo ha repetido varias veces Borrell como responsable de Exteriores de la Unión Europea. Lo ha respaldado el Consejo Europeo. Se apunta Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea. El ministro de Exteriores británico. El Papa Francisco. El secretario general de la ONU. El presidente norteamericano, Joe Biden, mira tú por dónde. Y hasta nuestro Partido Popular, que lo llevaba en su programa electoral aunque ya no se acuerde.

Tampoco es la primera vez que unos y otros invocan la solución de los dos Estados. Llevan treinta años haciéndolo, desde los acuerdos de Oslo en que se propuso la idea. Cada vez que hay un episodio de violencia en la zona, salen en tromba todos los anteriores y algunos más a pedir una solución de dos Estados. En cuanto vuelve cierta tranquilidad, se olvidan hasta la siguiente matanza. Y entre medias, ni un solo paso para hacerlo realidad. Envían ayuda humanitaria a Palestina, sí; y en el caso de Estados Unidos ayuda militar a Israel. Pero ni un solo movimiento, solo retórica de los dos Estados. Pues eso: los que Occidente tiene ahí colgados. Desde hace décadas colgados.

La solución de los dos Estados es la fórmula mágica. Si además le añades una conferencia de paz, ya tienes el combo completo. Así se distrae un rato la atención de una opinión pública cada vez más solidaria con la desgracia del pueblo palestino, y se tapa con una capa de palabreo diplomático la realidad: que Israel no quiere un estado palestino. Que lleva décadas haciendo lo posible por impedirlo. Y que la única solución al conflicto no pasa por una hueca invocación de “la solución de los dos Estados”, sino por obligar a Israel a cumplir sus obligaciones, empezando por las resoluciones de la ONU; dejar de usar el veto en el Consejo de Seguridad para proteger los intereses israelíes; poner fin a la ocupación y a los asentamientos; acabar con la impunidad de Israel; y reconocer el Estado palestino. Todo lo que no pase por que se cumpla el derecho internacional, es blablablá.

Mientras tanto, cada año que pasa es más inviable la solución de los dos Estados. No por falta de voluntad, que también; sobre todo porque no va a quedar ya ni un trocito de suelo para un Estado palestino. Arrasada Gaza y probablemente vaciada y reocupada por Israel, y con una Cisjordania menguante, fragmentada, dividida, sin recursos, con cada vez más asentamientos –se han multiplicado por seis desde Oslo– y sometida a la violencia de los colonos, ¿dónde se supone que va a tomar tierra el Estado palestino? Si a la ecuación le añades la siembra de odio de décadas y que, tras los ataques brutales de Hamás y la respuesta aún más brutal de Israel, hará imposible cualquier convivencia durante generaciones, ya lo tienes todo.

Pues eso: dos Estados, los que Occidente tiene ahí c…