Que este otoño iba a estar protagonizado por la sentencia sobre los independentistas procesados no es ningún secreto, pero vistos los primeros coletazos de la campaña y los claims hechos públicos parece que existe una voluntad expresa para que el affaire catalán protagonice la próxima campaña electoral.
Asumida ya la repetición electoral, los partidos políticos y sus líderes han vuelto a la carga para pedirle su voto. El presidente del Gobierno en funciones ha programado mitin diario entre entrevista y entrevista en lo que supone una agenda más típica de un candidato que de un presidente. El Partido Popular corrió a colgar una gran lona en su sede que tenía como objetivo responder a la de los socialistas, que se adelantaron a todos los demás mostrando su eslogan, palabra España incluida. Los de Rivera iniciaron su campaña con la presentación de la moción de censura, antes repudiada, en Cataluña, cuyo único objetivo es desgastar a los socialistas. Y los morados se hallan cerrados por escisión hasta que se aclare quién va con quién y cómo quedan las listas en cada circunscripción.
La sentencia del procés será, sin ser publicada, posiblemente la más mentada e instrumentalizada de la historia. Desde que el juicio acabara, el independentismo la ha estado esperando como agua de mayo para intentar el enésimo trampantojo de unidad para conseguir pedalear unos meses más de relato. El independentismo espera con más ahínco la sentencia que la propia independencia, sabido por fin que la primera llegará con toda seguridad y la segunda se esfuma en el universo de lo improbable. El Partido Popular y Ciudadanos esperan también una sentencia que les volverá a situar en el marco del que nunca quisieron salir, contundencia contra el independentismo que permitió que Pedro Sánchez fuera investido presidente; ergo Sánchez es independentista, la cosa es fácil siguiendo el silogismo kantiano.
Que los independentistas y el bloque de derechas se benefician de una posible campaña liderada por el tema catalán es una máxima que se ha repetido por parte de analistas y que explica en gran parte que Moreno Bonilla sea presidente en Andalucía. Sin embargo, el PSOE parece haber decidido hacer de la necesidad virtud y convertir la cuestión catalana una cuestión de Estado que puede beneficiar a quien ostenta el poder, adelante con la “estrategia España”. Dicen los americanos que en periodos de guerra no se cambia de comandante en jefe, y los socialistas han optado por dejar de obviar un tema espinoso para su electorado e imponer en la agenda las posibles consecuencias de una respuesta ilegal a la sentencia del Tribunal Supremo. Así pues, el presidente del Gobierno en funciones ya no evita hacer escenarios sobre las posibles reacciones como antaño, ahora asegura que el Estado y el Gobierno están preparados para imponer las medidas legales y/o constitucionales previstas ante una nueva insurrección: el 155 o la ley de seguridad nacional. Un aviso a navegantes con tintes electorales.
La voluntad del PSOE es clara, poner en valor su no negociación con el independentismo y la seguridad del “incumbent”, palabra anglosajona que denomina al presidente que se presenta a la reelección, para ganar credibilidad y situarse como una posible opción de voto entre los defraudados del partido naranja que todavía no se explican cómo no se fraguó un acuerdo del abrazo II. Este posicionamiento también elimina elementos de fricción con el PP, que llegado el momento podría ser un aliado para salir del bloqueo que sume a España en esta repetición electoral.
Los únicos partidos que se desmarcan de la estrategia “España” es Unidas Podemos y Más País, que fieles a su posicionamiento ambivalente en el eje nacional, prefieren reafirmar su discurso en el eje ideológico con cuestiones propias de los electorados de izquierdas: alquileres, pensiones, precariedad laboral… Sin embargo, qué difícil será para ellos no entrar en la agenda de campaña catalana si PSOE, PP, Cs y los independentistas continúan haciendo de la sentencia y sus reacciones el gran tema de la repetición electoral.