No es cierto que haya preocupación generalizada por la extrema derecha de cara a las próximas elecciones europeas. La hay en quien pone los derechos por encima del capital, pero no a la inversa como ha demostrado la fotografía de Antonio Garamendi y otros empresarios de las grandes corporaciones españolas con Javier Milei. Todos y cada uno de los presentes habrían acudido sin ningún tipo de “recelo” a la reunión secreta que en febrero de 1933 se produjo en el Reichstag entre los principales empresarios de Opel, Krupp, Siemens o IG Farben con Adolf Hitler para escuchar cuáles eran sus planes económicos. Todos y cada uno de los presentes habrían hecho negocio durante los cuarenta años de nuestra dictadura. La historia de nuestro empresariado enseña, la historia de nuestros conservadores alumbra. Llegado el momento todos escuchan, la mayoría colabora. Siempre eligen su fascismo bueno.
El marco de debate para las elecciones europeas ya está perdido y favorece los intereses de la extrema derecha porque gira en torno a sus preocupaciones y puntos fuertes. La campaña estará basada en las alianzas con los ultras y en el debate que más les conviene como la cuestión migratoria, tal y como se ha visto con el pacto migratorio alcanzado en la UE. La dinámica ya la vimos en las elecciones catalanas, donde la derecha, catalana o española, se plegó a los intereses del discurso de la extrema derecha para intentar consolidar sus resultados. Las razones por las que esto se produce es por la aceptación de todos aquellos que tienen valores conservadores, en momentos de crisis de resultados, económicos o de valores, a aquellos fascismos que les son propicios para sus intereses. La confluencia de intereses en la coyuntura actual es total para que haya una asimilación entre la derecha tradicional, las corporaciones económicas y los ultras. Ya han elegido.
El capital o los intereses conservadores no tienen bandera e incluso teniendo muchas acaban coincidiendo en lo sustancial. Una parte importante del nacionalismo catalán no ve mal a Vox porque sea islamófobo, ni porque crea que hay demasiados inmigrantes, ni porque considere que los que vienen de fuera pervierten la tradición cristiana occidental, ni porque defiendan un proyecto económico que favorezca a los empresarios y el capital, los ven mal porque defienden la unidad de España. Es por eso que ven con cierta simpatía a una señora como Silvia Orriols, que iba a las manifestaciones del procés, que considera que Cataluña debe ser independiente y que además llama a Illa imperialista, y si esa persona, encima se mete con los inmigrantes que pervierten la identidad catalana y mantiene el statu quo del capital pues acaba siendo de los suyos.
Un mensaje de Albano Dante, exsecretario general de Podemos en Cataluña, y plegado al secesionismo de Carles Puigdemont, expresaba la cobardía, cuando no connivencia, de una parte del independentismo con Aliança Catalana hasta el punto de no atreverse a criticarla abiertamente porque es consciente de que se la ve con simpatía entre sus seguidores: “No vull ofendre ningú. Només vull opinar en llibertat i respectuosament. I opino, sincerament, que això no ajuda en res el nostre país. Al contrari. Puc estar equivocat, però és el que penso i volia compartir-ho. Bona nit.” El mensaje adjuntaba un vídeo de Silvia Orriols, Aliança Catalana, en el que decía que su partido era aquel que recogía a quien no quería que sus barrios se llenaran de gente extraña, incívica y desconsiderada que vienen a robar, okupar y recibir subsidios. En el fondo Albano Dante tiene miedo a criticar de forma abierta ese mensaje porque el que ellos promueven se parece mucho pero con una consideración clasista y nacional por encima que la racista. Es difícil ser más cobarde con el fascismo propio que en el mensaje de Albano Dante.
La tolerancia del catalanismo con el fascismo no se circunscribe a la aceptación incómoda de Aliança Catalana porque viene de lejos cuando servía a sus intereses. La connivencia y alianzas de Carles Puigdemont con los fascistas flamencos del Vlaam Belang nunca fue denunciada por las fuerzas progresistas del procesismo ni siquiera cuando aparecían con sus banderas en las manifestaciones del procés. El crecimiento de la extrema derecha siempre viene acompañado por la tolerancia interesada y el silencio de aquellos que consideran que su presencia les puede resultar valiosa para sus intereses o que siendo conscientes de que son vistos por simpatía por parte de su potencial electorado consideran que les conviene no enfrentarse a ellos porque incrementaría la brecha entre aquellos a los que aspiran a seducir. No existe ninguna diferencia entre la aceptación del mundo de Junts y sus allegados del fascismo catalanista de Silvia Orriols y la aceptación del fascismo españolista por parte de los conservadores españoles. El votante de Vox es el nieto de los migrantes españoles en Cataluña y el de Aliança Catalana es la clase media-aburguesada con el clasismo y la identidad nacional como prioridad. Todos ven a los inmigrantes como factores que disuelven su identidad occidental ya sea catalana o española, todos ven en esas formaciones quienes mejor defenderán sus privilegios económicos.
No existe la posibilidad de que las ideas de extrema derecha prendan en una sociedad sin que haya una cierta asimilación de los conceptos por parte del resto de actores que sin atreverse al principio, o reprimiendo un sentimiento de simpatía por esos principios y valores, ven bien que otros se atrevan a expresar lo que ellos también piensan pero no se atreven a hacer público. La expresión de las ideas de la extrema derecha es una avanzadilla del subconsciente y del pensamiento oculto conservador, que aflora solo en los más desacomplejados para hacerse mayoritaria con el paso del tiempo porque existe un sentimiento de aceptación general de esas ideas en los partidos conservadores y las élites económicas. Esa expresión reprimida por los conservadores que los ultras hacen visible acaba haciéndose hegemónica cuando las condiciones son propicias porque expresa el verdadero sentir de las derechas que engrasan con su connivencia íntima que los partidos ultras tengan visibilidad y representación. Para todos los que tienen como principal interés el capital, llegado el momento, hay un fascismo bueno.